«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
UN DÍA PARA LAS PRESIDENCIALES

¿Para qué hacer elecciones, si ya están las encuestas?

La más reciente narrativa que, a un día de las elecciones, está vendiendo la oposición a Trump en medios y redes sociales es inquietante, por decir poco. Tuit tras tuit vienen a decir lo mismo; elijo uno de Cenk Uygur, mentarista del programa The Young Turks y acérrimo crítico de Trump: “Ya todo ha acabado salvo las trampas. Con una ventaja tan grande, básicamente Trump tendría que recurrir a un golpe de Estado para mantenerse en el poder. No es en absoluto creíble decir que de algún modo Trump podría ganar con una ventaja tan grande para Joe Biden. Y no, no es como 2016. Esta ventaja es mucho, mucho mayor”.

Solo que sí, es exactamente igual que 2016. La misma segura arrogancia (o arrogante seguridad), las mismas encuestas triunfalistas, el mismo pánico disfrazado de tensa certeza, la misma prensa enloquecida poniendo toda la carne el asador. MRC News Busters ha realizado un estudio sobre la cobertura informativa de la campaña con una conclusión que no puede sorprender a nadie: el 92% del espacio televisivo dedicado a Trump es negativo. Orange Man Bad.

Y no, ni las encuestas son tan evidentes y unánimes, ni todo el mundo en el gremio demoscópico lo tiene tan claro. De hecho son cada vez más numerosas las voces en el sector que advierten que no se están teniendo en cuenta factores que minimizan la opinión trumpista.

Habla The Hill del Trafalgar Group, la única empresa no partidista que en 2016 detectó la ventaja de Trump en Michigan y Pensilvania el día mismo de las elecciones, y que hoy vuelve a informar de una nueva ligera ventaja del presidente, frente a todas las demás demoscópicas que ven a Biden liderando cómodamente el voto en ambos estados decisivos.

Robert Cahaly, del Trafalgar Group, señala que hay un voto oculto a Trump que las encuestas, decididas a mostrar una marcha triunfal de Biden hacia la Casa Blanca, no están reflejando. “Hay más votantes tímidos de Trump que la última vez”, declara Cahaly a The Hill, y añade que es “muy posible” que el sector demoscópico vaya derecho a un error catastrófico en 2020. Hay, al menos, tantos motivos para votar a Trump como la primera vez, y muchos más para negarlo ante el entrevistador.

Van a por todas, y el ridículo no les va a detener a estas alturas. Así, un nuevo estudio de Stanford calcula en setecientas muertes por Covid y treinta mil casos como resultado de los mítines de Trump. Total, es gratis. Ya observamos en su día que las multitudinarias, numerosísimas y escasamente higiénicas algaradas de Black Lives Matter no provocaron la más tímida protesta de las Karens aterrorizadas con el virus. Al contrario, se publicó una carta firmada por miles de ‘expertos’ en la que se recomendaba acudir a las marchas sin temor a la peste, porque “el racismo sistémico es la pandemia más peligrosa”. Ya no hay modo de creer a nadie, porque todo se ha convertido en una lucha de poder.

Mientras, muchos se preparan para la victoria de Trump -o, por ser más precisos, de la ira de sus enemigos-, como hacen las tiendas de lujo de Nueva York y Washington. En torno a la Casa Blanca se ha levantado una valla imposible de salvar y se han estacionado 250 soldados para prevenir disturbios en la noche electoral. En Michigan, las armerías han retirado el género de sus tiendas por lo que pueda pasar.

Si hay dudas sobre el vencedor nominal, no hay tantas sobre la eventualidad de que los perdedores no acepten elegantemente la derrota. Las redes supuran amenazas de quienes tiemblan ante la posibilidad de que el destino pueda arrebatarles de nuevo en el último momento una victoria que la prensa lleva semanas anunciando, y hablan abiertamente de recurrir a la violencia y empezar ellos mismos la ansiada Revolución.

Sería, como la llama el tuitero texano E. H. Looney (@acrimonyand), “la guerra de los 30 segundos” en un país armado hasta los dientes en el que quienes más armas tienen y mejor las manejan no son exactamente los ‘liberals’. Y resume su visión con estas palabras, con las que terminaré este artículo: “No podría hacerles comprender a los izquierdistas que quieren iniciar algo realmente gordo (“some real shit”) cuántos hombres en mitad del país pueden dejar seco de un tiro a más de 300 metros un ciervo antes de que se entere siquiera de que hay un depredador cerca. ¿Cómo creeréis que os iría?

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