Enfrentarte a unas elecciones presidenciales norteamericanas -y, por tanto, a su campaña- por primera vez partiendo desde una perspectiva española es como tratar de seguir un partido de fútbol americano (que ellos tienen la indencia de llamar simplemente ‘football’) después de una vida de haber visto fútbol (que ellos denominan, no sin desprecio, ‘soccer’): un lío tremendo.
Y es que aquí los estados funcionan realmente como estados, es decir, dan sus votos como un solo hombre, por pequeños o poco poblados que estén. Los votantes no eligen directamente al presidente, sino a los que eligen al presidente, los electores, en su propio estado. Aunque hay excepciones, la norma es que el ganador en votos de un estado se lleve a todos sus electores, en número más o menos proporcional a su población. Así, si un candidato obtiene la mayoría en California, aunque sea por un exiguo puñado de votos, se queda con sus 55 electores. De hecho, no solo se puede obtener la Presidencia sin obtener una mayoría total de los votos, sino que fue el caso del propio Trump en 2016.
Eso hace que la campaña se parezca a un juego de estrategia bastante complicado, donde el candidato pasa olímpicamente de hacer campaña en los estados donde va a perder con seguridad o donde ya tiene ganada la partida de antemano, y se centra en los dudosos, los llamados ‘swinging states’, que pueden decantarse por uno u otro de los candidatos.
Todo esto no tiene nada que ver con lo que vamos a tratar hoy, pero si vamos a seguir juntos el asunto día a día es importante aclararlo de entrada, que luego vienen las perplejidades y los desconciertos. Seguir una noche electoral se parece a seguir una partida de Risk.
Pero, como hemos dicho, aquí estamos para hablar de otra cosa, de lo que domina ahora la campaña, es decir, del disco duro de Hunter Biden.
En episodios anteriores ya contamos la chicha del asunto: unos correos recuperados del portátil de Hunter Biden, hijo del candidato demócrata, muestran que este mintió al decir que no sabía nada de los negocios bastante inverosímiles de su vástago en una gasística ucraniana, Burisma. La noticia la da en exclusiva el venerable New York Post… Y las grandes redes sociales Twitter y Facebook la censuran, en una insólita decisión que hace intervenir al mismo Senado. Los medios tradicionales, tradicionalmente demócratas, mandan a paseo todo recato profesional y se lanzan como un solo hombre a la defensa de ese bala perdida, Hunter Biden.
Pero, como dice Walter Scott en Marmion, ¡oh qué enmarañada telaraña tejemos cuando por primera vez nos entregamos a la mentira! Porque el correo desvelado por el Post es solo la punta del iceberg y que, por la sonrisa de Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York que ahora funge como abogado de Trump, tiene pinta de ser un iceberg del tamaño de la provincia de Cáceres.
Tenemos las palabras de Peter Schweitzer, presidente del Government Accountability Institute, la otra noche en la cadena Fox, según el cual los correos incautados contienen, cito, “una auténtica ONU de corrupción” y que Biden Sr. “fue su centro como vicepresidente de Estados Unidos. Era casi el planeta en torno al cual orbitaban estas actividades comerciales”.
Sigamos un poco más con Schweizer: “Lo que muestran esos 26.000 correos, sobre los que todavía estamos trabajando, es una amplia red que se servía del nombre de Biden, se servía del acceso a la Casa Blanca, haciando Hunter el papel de puente con la administración como medio para ayudar a los clientes y conseguir nuevos clientes. Hay entre los nombres que aparecen chinos, rusos, ucranianos y kazajos”. Oh, vaya.
Esto pone a los grandes medios como CNN o el New York Times en un brete, en una situación realmente angustiosa. Su papel ya ha quedado al descubierto como lacayos de los demócratas, pero el espectáculo debe continuar y tienen que seguir haciendo como que son periodistas y, ahora que toda América les vigila con el ceño fruncido, reunir el valor suficiente para hacer alguna tímida pregunta sobre el particular al propio Biden y a su ‘trouppe’.
Y es divertido contemplar el asombro con que reaccionan los políticos señeros del antitrumpismo cuando, con toda la deferencia debida, estos bustos parlantes que se han pasado años poniéndosela como a Fernando VII osan hacer alguna referencia a tan desagradable asunto. Es como reaccionaria uno de los Crawley de Downtown Abbey si el mayordomo, Sr. Carson, se dirigiera a ellos por su nombre de pila. Nancy Pelosi, presidenta demócrata de la Cámara, bordando el papel de condesa viuda de Grantham, acusó a Wolf Blitzer -¡Wolf Blitzer, Señor, que probablemente clava por las noches agujas en la efigie en cera de Trump!- de la CNN de ser un defensor del presidente por tratar de que respondiera al bloqueo del paquete de estímulo económico presentado por la Presidencia.
Así que ya podrán imaginarse cómo reaccionó el pobre Biden cuando Bo Erickson, de CBS News, le preguntó por la noticia del Post. Queda mejor verlo en vídeo, aunque uno lamenta que la mascarilla impida apreciar bien el gesto desencajado del vicepresidente. Pero al menos transmito sus palabras. “No tengo respuesta. Sabía que me iba a preguntar eso. No tengo respuesta, es solo otra campaña de difamación, es muy propio de ustedes. Es el tipo de preguntas que siempre plantean”.
¡Señor, cómo está el servicio!