«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
LAS REDES DE CONTRABANDO HACEN SU AGOSTO

Ucranianos de primera y ucranianos de segunda: la corrupción se instala en las zonas fronterizas

Refugiados ucranianos a la espera de cruzar un paso fronterizo para huir de la invasión rusa (SIPA/USA)

A solo 50 kilómetros de Odessa, en la punta del apéndice sureste de Moldavia, se encuentra Palanca, una de las fronteras más calientes desde el comienzo de la guerra en Ucrania. La frontera es uno de los principales puntos de desembarco en Europa, no desde Odessa (que todavía no ha sido atacada por el Ejército ruso), sino sobre todo desde Mykolaiv, que lleva días sitiada.

Antes de llegar a la frontera de Moldavia, la Policía detiene todos los automóviles para identificar a las personas a bordo. Preguntamos el motivo del alto y nos comentan que, además de los voluntarios que han venido a ayudar, hay taxis ilegales que cobran hasta 300 euros para llevar refugiados a Chisinau (el coste de un taxi normal ronda los 50 euros ).

Hay un fenómeno que estalló junto con el conflicto, pero es ignorado por los medios: la corrupción en la frontera ucraniana para salir del país

Hay un fenómeno que estalló junto con el conflicto, pero es ignorado por los medios: la corrupción en la frontera ucraniana para salir del país. Muchas personas adineradas parecen pagar para saltarse las filas kilométricas y salir lo más rápido posible o, si son hombres, para evitar el alistamiento. Todo ello es posible apoyándose en la red que gestionaba el contrabando en tiempos de paz y que ahora, a la actividad tradicional, ha sumado el paso ilegal de la frontera. No hay cifras ciertas, algunos nos dicen que piden alrededor de 10.000 euros para sacar a los hombres de Ucrania, otros nos dan cifras más bajas pero todas las personas con las que hablamos, tanto ucranianos como moldavos, confirman la existencia del fenómeno. Luego están los taxis ilegales, el coste para llegar desde Odessa hasta la frontera de Palanca es de unos 200 euros (por 50 kilómetros), cifras siempre comparables con el coste de vida en Ucrania.

En Palanca hay cientos de personas y, a diferencia de otras fronteras donde hay largas colas de coches, aquí la mayoría de ucranianos han entrado a pie y esperan el transporte a Europa. Prácticamente todos son mujeres, niños y ancianos. Cuando llegamos esperan los minibuses dispuestos por el Gobierno moldavo y las ONG para luego llevar los autobuses a los centros de clasificación.

De estos centros, el principal se encuentra a dos horas en automóvil desde Palanca en Chisinau, la capital de Moldavia. En el camino nos encontramos con numerosos coches ucranianos, muchos con matrícula de Odessa pero también de Kiev.

Llama la atención la disparidad de condiciones entre quienes tienen amigos y familiares en Europa Occidental (…), y los que no saben a dónde ir

Llegamos al Pala Expo, originalmente un centro de exposiciones reconvertido primero en centro covid y hace unos días en centro de acogida de refugiados. Aquí conocemos a Anastasya, una chica de Kiev: «Llegué a la frontera en coche y luego hasta aquí en autobús. En unas horas tomaré un autobús a Rumanía y de allí a Alemania o Italia». Mientras toma una bebida caliente, nos dice que «la situación en algunas partes de Kiev es terrible, muchas partes de la ciudad han sido destruidas, muchos se van de la ciudad en particular a Polonia o Lviv».

Minutos después nos encontramos con otra joven de 25 años que ha venido desde la ciudad de Mykolaiv que lleva ya días bajo fuego ruso. Ella viaja con un perro que descansa a su lado: «Tengo que llegar a Alemania y luego a Dinamarca. Por la noche no puedo dormir porque escucho el sonido de las sirenas en mis oídos».

Son muchas las historias que escuchamos, todas conmovedoras y diferentes a su manera, pero nos llama la atención la disparidad de condiciones entre quienes tienen amigos y familiares en Europa Occidental, recursos económicos y han logrado salir de Ucrania con su propio coche, y los que no saben a dónde ir y confían en el sistema de acogida. Disparidad que ni siquiera un conflicto puede borrar.

.
Fondo newsletter