La división en el partido de gobierno en Colombia, el Centro Democrático, es cada vez más grave y la dirección nacional del mismo parece haber perdido el control de quienes lo representan en corporaciones públicas de elección popular. Esto pone en máxima alerta al uribismo cuando falta muy poco tiempo para la realización de las elecciones presidenciales.
Una primera muestra de ello fue la carta de 33 congresistas del Centro Democrático pidiendo que se proclamara al exministro Oscar Iván Zuluaga como candidato a la presidencia, olvidando que ya se había acordado un mecanismo para definir la candidatura única de la colectividad a la presidencia, asunto que quedará resuelto mediante encuesta y anunciando el resultado el próximo 22 de noviembre.
Ahora, la unidad del partido se rompió en la elección del nuevo presidente del Concejo de la ciudad de Medellín del pasado miércoles 10 de noviembre. A pesar de las indicaciones precisas de la dirección nacional y del mismo expresidente Álvaro Uribe -jefe natural y fundador de la formación- quien publicó en su twitter que “el único candidato del Centro Democrático a la Presidencia del Concejo de Medellín es Simón Molina acordado ayer por la nueva coalición”.
Con el voto de los ocho concejales del Centro Democrático, en compañía de los concejales Daniel Carvalho, Daniel Duque y Luis Bernardo Vélez, otrora cercanos al alcalde de la ciudad, Daniel Quintero, estaba garantizada la mayoría en una corporación con 21 cabildantes.
Sin embargo, la división fue tal que terminaron postulados dos candidatos del uribismo a la presidencia: Simón Vélez, definido por el partido, y María Paulina Aguinaga, como candidata disidente. Cada uno obtuvo cuatro votos; asunto que permitió la elección del conservador Lucas Cañas Jaramillo, quien obtuvo nueve votos, respaldado por los partidos conservador, Liberal, MIRA-Cambio Radical, Verde y de la U.
Paradójicamente Cañas había logrado su escaño en el concejo hace menos de cuatro meses, después de la salida de los concejales conservadores Carlos Zuluaga y John Jaime Moncada, tras sendos fallos del Consejo de Estado. La curul de Moncada fue demandada porque hasta doce meses antes de las elecciones su hermano se desempeñaba como directivo de Indeportes Antioquia, asunto que lo inhabilitaba para aspirar al Concejo -según determinó el máximo tribunal-, al contrariar la decisión inicial por parte del Tribunal Administrativo de Antioquia.
La curul de Zuluaga fue demandada por el mismo Cañas, acusándolo de doble militancia porque apoyó públicamente la campaña del hoy gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, a pesar de que su partido tenía un candidato oficial. El Consejo de Estado le dio la razón.
Ahora, como consecuencia de lo que algunos acusan de ser un ejercicio de doble militancia de cuatro concejales del Centro Democrático, que se negaron a votar de acuerdo con las indicaciones del partido, Cañas es el presidente del Concejo de Medellín y así el actual alcalde mantiene el control de la corporación.
Cabe aclarar que la estrategia de postular otra candidatura del uribismo, con el fin de dividir los votos y abrir el camino para el triunfo del candidato conservador, impide que se considere doble militancia, pues votaron por quien ostenta una credencial en nombre del mismo partido.
De hecho, los cuatro concejales disidentes, que ya han sido sancionados por el Centro Democrático con la pérdida de voz y voto, publicaron un comunicado en el que expresan que en ningún momento se logró un acuerdo para acompañar la candidatura indicada por el partido y que, por el contrario, estaban buscando que fuera una mujer que obtuviera el respaldo de la colectividad (argumento traído de los cabellos en un país donde los partidos tienen estatutos que son ley de la República para sus militantes y representantes ante corporaciones públicas).
El expresidente Uribe tuvo que reconocer la afrenta y expresó que “Es mejor quedarse sin concejales que sin principios”, en clara alusión a quienes optaron por acompañar al alcalde y permitir la elección de alguien cercano a la administración municipal en la Presidencia del Concejo.
Medellín suele ser un fortín del uribismo y lo que aconteció en el concejo fue, como se dice coloquialmente en Colombia, una cachetada a Uribe y a su partido. Daniel Quintero, el alcalde que podría enfrentar un proceso de revocatoria, promovido, entre otros, por la militancia del Centro Democrático, salió adelante y supo jugar las cartas para mantener el control.
¿A qué costo? Muchos sugieren que los concejales disidentes del uribismo habrían acordado cuotas y recibido todo tipo de favores por parte de la administración para obrar como lo hicieron. Alegan que el alcalde y su sanedrín promueven el clientelismo al que se oponían en campaña y han consolidado un esquema de persecución a la oposición y repartijas entre los amigos de la administración.
Sea lo que sea, lo cierto es que el partido de Uribe parece estar cayendo presa de luchas internas que, de seguir o agravarse, lo dejarán aún más debilitado de lo que ya está, cargando con la pobrísima imagen del presidente Duque y con los ataques al expresidente que no cesan y han logrado que su imagen desfavorable supere la favorable, algo impensable hasta hace poco.
Queda claro que la división en el Centro Democrático y en la derecha colombiana es lo que tiene a Gustavo Petro punteando en todas las encuestas.
Su Colombia Humana no está inmersa en nimiedades de la política local y aprovecha que al otro lado del espectro político la pelea está tan intensa, que quien finalmente lo enfrente en mayo podría llegar desgastado y con fuerzas divididas. Entre más temprano se logre la unidad en contra del tránsito de Colombia hacia el socialismo del siglo XXI, mejor. Si llega tarde, habremos cavado nuestra propia sepultura.