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ensalza a quienes intuye como nuestros nuevos amos

Zapatero ensalza el ‘papel global’ del régimen comunista chino en una tribuna en el China Daily

En un episodio de Los Simpson, Homer participa en una expedición al espacio. En un momento dado, unas hormigas que llevaban los astronautas para experimentar escapan y, en una nave sin gravedad, aparecen flotando ante la cámara cuando Kent Brockman, el locutor de la televisión local, conecta en directo con la nave. Brockman informa entonces que unos alienígenas con forma de hormiga se han hecho con la nave y que pronto estarán en la tierra y añade: “Por mi parte, doy la bienvenida a nuestros nuevos amos, las hormigas, y como personaje célebre me ofrezco a ayudarlas a esclavizar al resto de los humanos”.

Todos conocemos a muchos Brockmans, tanto en la prensa como en la política, deseosos de congraciarse con el poder por muy tiránico que sea con tal de quedar entre los que mandan. Como hace el expresidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con una tribuna escrita en el China Daily titulada ‘Una China global para un futuro común de certezas y esperanza’, en la que ensalza a quienes intuye como nuestros nuevos amos, la tiranía de Pekín.

El texto es un prodigio de incoherencia. Por ejemplo, alaba a China como un decidido agente del globalismo por consenso (“En la era de la globalización y la conectividad, el unilateralismo no tiene futuro”), al tiempo que apoya decididamente la política china de tragarse a Taiwán sin que los taiwaneses tengan nada que decir (“El principio de ‘una sola China’ es transcendental, y siempre lo he defendido como parte central de la identidad de China”). Hubiera sido un bonito detalle que, durante su nefasto mandato, hubiera considerado igualmente “transcendental” el principio de una única España, a la que en su día calificó y trató como “nación de naciones”.

Zapatero se ha olido por dónde sopla el aire, y define así el futuro que nos espera bajo el benévolo liderazgo chino: “Los grandes desafíos comunes que afrontamos son evidentes: apertura comercial, reglas internacionales en el sector financiero, un compromiso de frenar el cambio climático, y la cooperación tecnológica -con todo su potencial para aumentar la productividad y el desarrollo-, los Objetivos de Desarrollo Sostenible formulados por las Naciones Unidas para 2030 como gran proyecto para abolir el hambre y la pobreza extrema y extender los derechos de los ciudadanos a todos los continentes y, por encima de todo, la resolución pacífica de conflictos”.

“Tarde o temprano, y a menos que prevalgan el egoísmo y la miopía, asistiremos a un periodo de renovado diálogo cooperativo entre los grandes actores de la escena internacional. Estados Unidos, China, la Unión Europea, Latinoamérica, Rusia, India, África -o, más precisamente, la Unión Africana- tendrán que acordar un nuevo orden internacional, que será más multipolar y estará, al mismo tiempo, más integrado”.

Antes de que el lector se quede dormido o escape con Zapatero al País del Arcoíris, permítanme una pregunta sobre ese mundo futuro en el que los países “tendrán que” acordar un nuevo orden internacional. ¿Si los países africanos (ni me atrevo a mencionar un único país africano) al “acordar” ese orden con el resto de los “actores internacionales” tienen intereses o planteamientos incompatibles con los de China o Estados Unidos, ¿cuáles creen que se impondrán al final?

Bien, solo quería asegurarme.

Y en este punto quiero confesarles un secreto, un secreto a voces que seguro que ustedes conocen y que Zapatero conoce perfectamente: el ‘globalismo’ no existe. Es decir, no existe en el sentido que se vende, como ese ‘totum revolutum’ de prácticas y visiones del mundo e intereses compartidos. No existe el multiculturalismo en el sentido de la diversidad de tradiciones, culturas y cosmovisiones compartiendo la palestra pública internacional en pie de igualdad. El globalismo es una bonita expresión para avanzar el imperialismo de toda la vida, solo que a una escala planetaria como no había soñado hasta ahora ninguna potencia colonizadora.

Es la Carga del Hombre Blanco de Kipling con esteroides. Los colonialistas británicos presumían de estar llevando a los infelices salvajes “la civilización”, cuando en realidad estaban imponiendo la visión británica del momento, en beneficio de los británicos. Y la apuesta de Zapatero, un hombre que nunca ha visto una tiranía que no le gustara, es que el papel que entonces ocupaba Inglaterra lo detente ahora China, y que esta vez nadie pueda escapar.

Lo paradójico de China es que vende globalismo para los otros y se reserva el más rígido nacionalismo para sí. ¿Resolución pacífica de conflictos? ¿Recuerdan, hace unos días, sus vuelos militares en el espacio aéreo de Taiwán? ¿No ve el expresidente ninguna relación entre el reforzamiento del estamento militar chino con esa política de “una sola China” que don José Luis “siempre ha defendido”?

Concluye Zapatero: “Antes de la crisis global provocada por la pandemia [ninguna mención al lugar de donde partió, por supuesto], China era ya la potencia clave en busca de un orden internacional que superara la frágil gobernanza de la globalización. Como tal, el papel de China es fundamental para nuestra superación de esta crisis económica y sanitaria global”.

Traducido del politiqués: “Por mi parte, doy la bienvenida a nuestros nuevos amos chinos y como personaje célebre me ofrezco a ayudarlas a esclavizar al resto de los humanos”.

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