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A CAMBIO DE COMPARTIR EL PODER EN NICARAGUA

La hija de Rosario Murillo denuncia la complicidad de su madre ante los abusos sexuales de Daniel Ortega

Zoilamérica Ortega-Murillo, la hijastra del tirano Daniel Ortega. Twitter

Rosario Murillo, la estrambótica cogobernante de Nicaragua, siempre ataviada de colorida ropa, cargada de anillos y bisutería en manos y cuello, asume otros cinco años el poder que comparte desde 2017 con su esposo, el dictador sandinista Daniel Ortega, como parte del «pacto» cómplice que hizo desde la denuncia de su hija Zoilamérica Ortega-Murillo contra Ortega -su padrastro- por abuso sexual y violación desde que era una niña de 11 años.

Rosario Murillo Zambrana, «la Chayo«, como se le conoce, nació el 22 de junio de 1951 en Managua, la capital de Nicaragua. Desde el 2007 gobierna junto a Ortega, inicialmente con el título de portavoz del régimen, aunque los que la conocen aseguran que desde el retorno del sandinismo ha compartido la dirección del régimen.

En 2016, durante la segunda reelección consecutiva, Ortega la llevó por primera vez como su fórmula presidencial. Públicamente Ortega la llama «copresidenta», y comparten una especie de «50-50«. «Aquí tenemos dos presidentes porque respetamos el principio de 50-50, o sea aquí tenemos una copresidencia con la compañera Rosario”, dijo Ortega días antes del fraude electoral en el que se adjudicaron otros cinco años.

El «50-50» sería parte del acuerdo entre ambos. Tras la denuncia de su hija Zoilamérica en 1998, Murillo salió en defensa de su esposo y padre de seis de sus 10 hijos. Lanzó ofensas y descalificaciones contra su hija mayor, fruto de su primer matrimonio con Jorge Narváez Parajón, el padre de Zoilamérica y de Rafael. Ambos fueron adoptados por Ortega junto al cuarto hijo de Murillo, Carlos Enrique «Tino», producto de su relación con Carlos Vicente “Quincho” Ibarra. El tercer hijo de Murillo, procreado durante su relación con el periodista Anuar Hassan, murió en el terremoto de Managua en 1972.

Murillo cerró filas protegiendo a Ortega y descalificando públicamente con epítetos a su hija por denunciar los abusos a los que fue sometida desde que era una niña, cuando Ortega llegó a sus vidas en 1978. Estos comenzaron en el exilio de la pareja en Costa Rica, un año antes del derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza Debayle.

Pese a la querella judicial que interpuso Zoilamérica -que no prosperó debido a que desde 1979 la justicia permanece en manos del sandinismo-, Ortega se postuló a las elecciones de 2001, que perdió, pero contó con respaldo de la clase política complaciente con el acusado, incluyendo el ex hombre fuerte del gobierno de Violeta Barrios de Chamorro, Antonio Lacayo Oyanguren [fallecido en 2015]. Lacayo era el esposo de Cristiana Chamorro Barrios, la hija de la exmandataria nicaragüense, quien actualmente es presa política de Ortega.

También el Movimiento Renovador Sandinista [hoy Unamos] que se había separado del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en 1995 se alió con Ortega a pesar de que inicialmente respaldó la denuncia de Zoilamérica.

«Recuerdo noviembre de 2001. Daniel Ortega en su primera campaña electoral después de mi denuncia. Mi verdad no impidió que él siguiera cubierto de aquel ‘halo de endiosamiento‘. Fue difícil para mí superar la sensación de que, para sus partidarios, la acusación por abuso sexual contra su líder no les hiciera dudar de su ‘estatura moral’ para gobernar un país. Tuve que aprender a seguir caminando con dignidad a pesar de aquellos que le vitoreaban. Él perdió las elecciones de 2001, pero no perdió el poder», publicó Zoilamérica a finales del 2021, en el contexto de las elecciones en Nicaragua.

«Me traslado al siguiente período electoral: noviembre 2006. Parecía claro para mí que se habían hecho todos los acuerdos políticos para permitir que Daniel Ortega retornara al poder. Nadie me creía. Estaba ganando (…). Mi acusación por violencia sexual continuada durante 20 años tampoco fue un obstáculo para que la cultura política de mi país permitiera que un agresor sexual llegara a ser presidente”, dijo.

«Tuve que aprender que los votantes a favor de Daniel Ortega no podían sepultar mi verdad. Que la verdad era ahora la evidencia de mi palabra sostenida y de mi capacidad de sanar por otras y otros que habrían vivido lo mismo que yo. Tuve que mirar fijamente a los ojos temerosos de mis hijos y decirles que ‘todo iba a estar bien’ aunque ahora, el agresor al que denuncié, fuese el presidente de nuestro país», sentenció Zoilamérica.

‘Mi madre entregó mi dolor’

El crimen perfecto se evidenció en las elecciones de 2016. Rosario Murillo era la candidata a la vicepresidencia, algo sin precedentes en la historia de Nicaragua, y desde entonces comparte el poder con Ortega.

«En las elecciones del 2016, me tocó ver el extremo del crimen perfecto: mi madre premiada por esconder los delitos por los que acusé a Daniel Ortega. Mi madre como fórmula presidencial de Daniel Ortega después de no solo defender al agresor que destruyó con cautiverio mis días de infancia y adolescencia, sino de pretender convertirme de víctima en victimaria, insultándome y descalificándome públicamente. Ella devastó lo que toda hija espera de una madre. Mi madre entregó mi verdad, mi dolor y mi sufrimiento a cambio de una cuota de ese poder de Daniel Ortega».

Otras víctimas de Daniel Ortega

Ortega ha sido denunciado de otros dos casos de abusos sexuales contra menores de edad. El caso de Elvia Junieth Flores Castillo, cuyo hermano, el abogado Santos Sebastián Flores Castillo, denunció a Ortega por abusar sexualmente de ella cuando tenía 15 años.

La joven fue abusada en 2005 -en tiempos que Ortega estaba en precampaña electoral-, denunció durante una conferencia de prensa a medios internacionales en Miami en noviembre de 2017. Allí Elvia dijo vía telefónica desde Nicaragua que era víctima de Ortega. Tres meses más tarde se retractó, supuestamente al llegar a un acuerdo: retractarse a cambio de la libertad de su hermano, que había sido enjuiciado y condenado a 13 años de prisión en 2013. Santos Sebastián siempre mantuvo su denuncia desde el penal a través de cartas en las que señalaba los abusos y las torturas a los que era sometido, y advertía que Ortega le quería matar.

Santos Sebastián «apareció» muerto en la celda el 9 de noviembre, dos días después de las elecciones. Según el régimen se suicidó. Su familia -que huyó de Nicaragua y se exilió en Estados Unidos, debido a la persecución del régimen- cree fue asesinado.

El caso es conocido por organismos como el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), el Comité Contra la Tortura, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y la Cruz Roja Internacional.

El tercer caso es el de Patricia Yaneth Ortega Prado, que denunció que Ortega abusó sexualmente de ella desde los 12 años, en complicidad con su padrastro y a cambio de dinero. El caso fue conocido y evaluado por el Ministerio de la Familia de Nicaragua, que elaboró un dictamen psicológico forense. La denuncia no prosperó: las autoridades no actuaron porque la acusación fue interpuesta durante la campaña electoral de 2006, en las que Ortega «ganó» y retornó al poder.

Murillo ha puesto oídos sordos a las tres denuncias de abuso sexual documentadas contra su esposo. Este 10 de enero «La Chayo» asume junto a su marido el segundo periodo en el poder para ella y el cuarto consecutivo de Ortega.

La «copresidenta» sancionada por Estados Unidos y la Unión Europea por corrupción y abusos a los derechos humanos administra los asuntos de Estado como una finca de su propiedad y de manera improvisada. Uno de los ejemplos más recientes es el restablecimiento de las relaciones con China el 10 de diciembre, que estuvo a cargo de sus hijos Laureano y Rafael Ortega Murillo en sustitución del canciller. Previamente, los hermanos Ortega-Murillo firmaron un acuerdo con Rusia.

Mientras, los Ortega-Murillo se atornillan en el poder para consolidar su dinastía, Zoilamérica vive exiliada en Costa Rica, el lugar donde fue abusada por Daniel Ortega.

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