Las locuras de nuestro tiempo se imponen con brutalidad, y entran a bombo y platillo en medios, instituciones, en universidades, y en corporaciones. El wokismo y las políticas de diversidad (DEI) son una ola mediática, primero, después se convierten en leyes implícitas en el mejor de los casos, y leyes reales o reglamentos en el peor, que es el habitual. Pasado el tiempo, fracasan, porque no es posible modelar un universo de comportamiento paralelo sobre una mentira, y terminan en el olvido, o bien, terminan siendo objeto de rectificaciones. A menudo los primeros en rectificar son los primeros que insistieron en imponerlo.
Es buen ejemplo lo del MIT: «El MIT ya no exigirá declaraciones de diversidad en su proceso de contratación de profesores, lo que la convertirá en la primera universidad de élite en abandonar esta práctica», cuenta James Lynch en National Review, «la decisión fue tomada por la presidenta del MIT, Sally Kornbluth, con el apoyo del rector de la escuela y seis decanos académicos, dijo un portavoz a National Review el domingo por la tarde». ¿La razón de esta marcha atrás? Que han descubierto que «no funcionan».
«Las universidades de élite de todo el país han incorporado burocracias DEI en expansión en la vida estudiantil y las jerarquías administrativas, particularmente durante el apogeo del movimiento Black Lives Matter y sus disturbios resultantes en el verano de 2020», añade National Review, «los estados rojos han prohibido las burocracias DEI en los campus universitarios debido a su tendencia promover la ideología de izquierda y hacer cumplir la conformidad académica».
John Sailer, en Unherd, considera la decisión «un momento decisivo» dentro de esta batalla. «La decisión marca un punto de inflexión en la batalla por la diversidad, la equidad y la inclusión (DEI) en la educación superior. Al menos desde finales de la década de 2010, las declaraciones de diversidad han sido omnipresentes en la contratación de profesores, y en ocasiones han tenido un gran peso en el proceso de selección». Sailer considera que el hecho de que los republicanos hayan tratado de acabar con estas políticas allá donde gobiernan es interesante, pero que lo realmente trascendente es que sea el MIT quien inicia libremente lo que él llama «una reforma desde dentro», «impulsada por un rector de la universidad junto con decanos y rectores, en una institución privada».
Numerosas corporaciones privadas han caído en las mismas trampas del progresismo posmoderno. Y muchas de ellas aún no han entendido el «go woke, go broke». Una de ellas, el gigante de entretenimiento audiovisual: «Si pensaba que perder cientos de millones de dólares disuadiría a The Walt Disney Company de continuar abrazando la política de izquierda, piénselo de nuevo», relata Shawn Fleetwood en The Federalist, «la introducción de la locura LGBT por parte de Lucasfilm en programas destinados a niños expone aún más la deshonestidad del CEO Bob Iger, quien afirmó durante la reunión anual de accionistas de la compañía el mes pasado que la apuesta de Disney con el activismo político y la inyección de ideología izquierdista en su contenido había terminado».
«La adopción por parte de Disney de la política identitaria de izquierda no ha pasado desapercibida para los padres. En julio de 2023, el New York Post informó que la compañía había perdido casi mil millones de dólares ‘en sus últimos ocho largometrajes, varios de los cuales incluyen personajes prominentes wokes’. En lugar de reconocer la destrucción que la ideología izquierdista ha causado en su marca, Disney ha seguido redoblando sus esfuerzos, incluso atacando a los fanáticos por los proyectos fallidos de la compañía», zanja el autor.
Naturalmente, la ola DEI & woke no afecta sólo a las corporaciones más importantes del mercado, también a otro tipo de organizaciones. Cuenta Ellie Gardey en The American Spectator la crisis en la que están sumidos los Boy Scouts desde que comenzaron a incorporar novedades de diversidad e inclusión a su fórmula tradicional, cuyo principal atractivo siempre había sido driblar las modas y mantenerse fiel a una esencia desde el inicio. No ha sido así en los últimos años.
«Los Boy Scouts of America anunciaron el martes que lanzarán un nuevo nombre: Scouting America. El cambio se realizó con el fin de hacer que las niñas se sientan incluidas», relata Gardey, «en 2019, los Boy Scouts anunciaron que aceptarían niñas en sus programas y cambiarían el nombre de su programa insignia a Scouts BSA para reflejar ese cambio. Desde entonces, la organización ha estado en total caída libre».
«El principal atractivo de los Boy Scouts era que eran un lugar dedicado para que los niños realizaran actividades específicamente orientadas a sus intereses, sólo con otros niños«, explica la autora, «era uno de los pocos lugares que los niños tenían para ellos solos. A los niños se les brindó un ambiente estructurado y aventurero para acampar, caminar, aprender habilidades de supervivencia y participar en otras actividades al aire libre con hombres como guías. Este entorno exclusivo para hombres fomentó la autosuficiencia y la responsabilidad de una manera específica para los niños».
«Si bien la negación de su misión central por parte de los Boy Scouts of America y la eliminación de su atracción central (un ambiente sólo para niños) han sido las razones principales de su colapso total”, concluye «su adopción del wokismo y DEI también ha contribuido a su declive».