«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
CRÓNICAS DEL ATLÁNTICO NORTE

El liderazgo de Harris no existe

La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. Europa Press

Cambian los canales de comunicación, los medios, y la forma de llegar al público, pero la opinión pública sigue siendo la misma marea fácilmente reconducible, o eso creen una vez más las élites progresistas. El frente mediático demócrata se ha quedado sin candidato y han comenzado a trabajar para construir, contrarreloj, a la nueva Kamala Harris, que llegó en su día a la actualidad política como una estrella, pero que desde hace años trataban de ocultar porque consideraban —con razón— que le restaba votos a Biden.

Becket Adams indaga en National Review en todo lo que se está publicando sobre ella en los últimos días. «Por si no lo sabías, la vicepresidenta Kamala Harris es la presunta candidata presidencial demócrata para 2024», señala, «pero lo que es aún más disparatado que el ascenso político de Harris son los esfuerzos de la prensa por reinventarla para las elecciones generales, convirtiéndola en una versión completamente irreconocible de la mujer que llegó por primera vez al Congreso en 2017″. «Este revisionismo mediático sorprendentemente torpe es absurdo, insultante y peligroso», añade, «la propaganda decente suele ser más sutil que esto. Por otra parte, estas comadrejas sólo tienen unos meses para vender a Harris a los votantes de las elecciones generales. No les queda otra opción que apresurarse. Se puede tener algo bueno, rápido o barato, pero no las tres cosas a la vez».

Mark Hemingway, en The Federalist, aborda el mismo asunto, y se detiene en particular en cómo el New York Times tacha de «sexista» a los periodistas que han investigado cómo el romance de Harris con Willie Brown estuvo rodeado de sombras de «corrupción política» y resultó fundamental para su ascenso. «Decir que Kamala Harris tuvo una aventura con un hombre que le doblaba la edad, que aprovechó su habilidad para recaudar fondos y sus conexiones para lanzar su carrera política y que, una vez en el cargo, hizo lo que le ordenó su corrupta voluntad no es sexista. Está bien fundamentado en hechos», denuncia.

Tampoco James W. Carden pasa por alto, en The American Conservative, el bochornoso espectáculo de almíbar mediático con el que la prensa demócrata está tratando de hacer de Harris una candidata creíble; resulta imposible no pensar en aquella Operación Obama: «Desde el domingo, la vicepresidenta estadounidense convertida en presunta candidata demócrata a la presidencia, Kamala Devi Harris, ha disfrutado de una luna de miel política tan intensa, tan adoradora que recuerda —y tal vez supera— la efusiva prensa que recibió un joven senador de Illinois llamado Barack Obama después de su discurso en la Convención Nacional Demócrata de 2004 en Boston».

Quienes lideran la campaña de emergencia desprecian, como de costumbre, la memoria de la opinión pública. Es pronto para saber si hacen bien, pero en todo caso Carden hace su trabajo al recordar algunos hechos no tan lejanos: «Ahora se dice que Harris representa lo mejor que el Partido Demócrata tiene para ofrecer y que le dará a Trump una verdadera batalla por la Casa Blanca. Sin embargo, su caótica campaña presidencial de 2020 cuenta una historia diferente. Harris, que ganó un total de cero delegados en las primarias, también fue humillada rotundamente en el escenario del debate por una joven congresista de Hawái, Tulsi Gabbard».

En la misma dirección, David Catron analiza la Operación Harris en The American Spectator, recordando que, incluso si la presión mediática lograra hacer olvidar el pasado reciente de Harris, trufado de fracasos, todavía hay algo que está demasiado presente en la opinión pública: «Incluso si Harris logra deshacerse de todo ese lastre, muchos votantes la consideran culpable del encubrimiento del deterioro cognitivo del presidente Biden«. Presentarse a la carrera presidencial con la carta de bienvenida de haber estado mintiendo descaradamente durante años a todo el mundo sobre algo tan crucial como la salud mental del presidente de los Estados Unidos tampoco parece un buen comienzo.

Catron ofrece después algunos detalles sobre el pensamiento y la acción política de Harris para concluir que, sin duda alguna, representa a una candidata de «extrema izquierda». Junto a la fracasada y bochornosa gestión de la crisis fronteriza, de la que ella misma quiso desvincularse al ver el desastre que estaba armando, el autor recuerda que la candidata demócrata es partidaria de «desfinanciar a la Policía», el «control de armas»; «es evidente que es una extremista que nunca podrá ser elegida presidenta a menos que los medios corporativos puedan impedir que los votantes descubran sus opiniones genuinas sobre todo, desde el aborto hasta los Zuck Bucks».

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