El caos sigue instalado en las universidades americanas. Cuando se revuelve el avispero sale al exterior todo lo que se oculta dentro. «Las universidades siguen sin poder sofocar las manifestaciones y los campamentos proHamás que han estallado en cientos de campus en todo el país porque diagnostican erróneamente el problema», escribe Gabriel Scheinmann en National Review, «las comisiones sobre antisemitismo y las revisiones de las políticas de discurso y reunión hacen poco para abordar la cuestión de por qué tantos estudiantes y profesores universitarios tienen opiniones tan aborrecibles sobre los judíos y Estados Unidos. En cambio, los líderes universitarios deberían examinar a quiénes están admitiendo y por qué están educando a sus estudiantes para que piensen de esta manera».
!Primero, las universidades deberían buscar estudiantes que sean lectores, no revolucionarios. Las escuelas deberían buscar estudiantes capaces y deseosos de aprender, en lugar de aquellos centrados en el activismo», añade, «En segundo lugar, las universidades deben revisar a quiénes contratan como educadores. Es tentador atribuir las opiniones y el comportamiento de los estudiantes a la exuberancia juvenil, pero no existe tal excusa para los profesores». El autor, por último, también se opone al actual diseño de carreras: «Con el paso de los años, las universidades pasaron de un plan de estudios estandarizado a confiar a los estudiantes la responsabilidad de determinar sus propios caminos de aprendizaje». «Se necesitan con urgencia cambios reales en la admisión de estudiantes, la contratación de profesores y el plan de estudios«, concluye.
Pero el asunto universitario que más preocupa en la Casa Blanca no son las revueltas sino los votos. Los votantes jóvenes negros, de habitual tendencia demócrata, están empezando a darle la espalda a Biden. «El equipo Biden es muy consciente de la necesidad de aumentar el entusiasmo (y la participación) entre estos dos grupos demográficos de fuerte tendencia demócrata», escribe Debra J. Saunder en The American Spectator, «así que los ojos estaban puestos en el discurso de graduación del domingo del presidente en el histórico Black Morehouse College de Atlanta». «Biden no puede darse el lujo de perder un porcentaje modesto de ese bloque de votantes, por lo que está recurriendo al alarmismo», señala, «les está diciendo a los afroamericanos: ustedes no son nada sin mí».
«Sin embargo, no todos los conservadores se creen la victoria que las encuestas conceden a Trump, y la caída del voto demócrata. En los siete principales estados en disputa, la ventaja de Trump es en promedio de tres puntos, según RealClearPolitics, y ha estado alrededor de tres puntos desde principios de este año», escribe Bradley Devlin en The American Conservative. Pero, ¿hasta qué punto son fiables estos datos?
«Encuesta tras encuesta que he analizado en este ciclo electoral ha encontrado resultados similares», explica Devlin, «Trump está por delante, pero gracias a una nueva coalición de votantes que es más joven y más morena que cualquier cosa que Estados Unidos haya visto en la era Trump, y mucho menos en este siglo. Por eso sigo creyendo, a pesar de esta coherencia, que todas las encuestas son falsas». «Trump, su equipo y el Partido Republicano deberían hacer campaña como si la carrera se redujera a unos pocos miles de votos en un puñado de estados, porque probablemente así será«, concluye.Rich Lowry ofrece su particular análisis sobre el mismo asunto en National Review, considerando que «políticamente», los afroamericanos son «cada vez más independientes». «Para los demócratas», escribe, «las encuestas presidenciales entre latinos y afroamericanos van desde lo preocupante hasta lo extremadamente inquietante, mientras el presidente Joe Biden pierde apoyo a favor de Donald Trump». Tal vez eso explique el nerviosismo que se palpa en el seno del Partido Demócrata.