Cuando los demócratas decidieron acusar a Trump por primera vez abrieron la caja de los truenos. Por supuesto, no hay un solo conservador americano que tuviera intención de dejar pasar la ocasión de devolver el golpe, tan pronto como un demócrata se lo pusiera fácil. Las sombras de corrupción sobre los Biden lo están pidiendo a gritos. «No hay duda de que la conexión de Biden con los turbios negocios extranjeros de su hijo Hunter Biden es un asunto serio que merece una investigación seria y responsable ante el público», escriben los editores de National Review, «la única pregunta es cuál es la mejor manera de abordarlo».
El editorial de la revista considera que Biden no tiene escapatoria en este caso. «La posibilidad aún más alarmante es que Biden padre no sólo era consciente de lo que su hijo estaba haciendo en realidad y estaba estrechamente involucrado, sino que se enriqueció e incluso pudo haber sido sobornado para influir en la política exterior de Estados Unidos«, denuncian, «ni el uso de una red de empresas fantasma por parte de la familia Biden ni el supuesto uso de un nombre falso por parte del propio Biden parecerían tener una explicación inocente plausible». Sin embargo, mantienen sus dudas sobre cuál es la estrategia más eficaz que deben llevar a cabo los republicanos, empezando por las dudas generadas por los votos: «Si los republicanos no terminan teniendo los votos para presentar artículos reales de juicio político, Biden lo promocionará como una exoneración total. Si logran impugnar a Biden, el Senado demócrata nunca votaría para condenarlo».
En la misma línea parece situarse Jude Russo en The American Conservative: «Hay muchos episodios y detalles curiosos en los hechos de la familia Biden que merecen una explicación al pueblo estadounidense; sin embargo, poner en marcha la maquinaria del impeachment garantiza que las prioridades legislativas serán archivadas para asegurar, en el mejor de los casos, una acusación que estará muerta al llegar al Senado controlado por los demócratas».
La actitud de McCarthy, presidente republicano de la Cámara, parece estar buscando algo diferente al éxito del juicio político: «Un ojo más astuto vería algo más: está garantizando que no se repita la supresión de las malas conductas de la familia Biden en la prensa convencional en 2020. No hay manera de que los medios de comunicación eviten cubrir el proceso de impeachment«. «Quizás Biden debería ser acusado y destituido», concluye «pero, salvo una extraña reconfiguración del Senado, esto es imposible. La justicia es, en este caso, esclava de la conveniencia. La apuesta de McCarthy tiene cierto sentido político, pero no está nada claro si el pago valdrá la pena».
En The Federalist, John Daniel Davidson respalda la acusación a Biden pero cree que no es suficiente con señalar al presidente: «No bastará simplemente con impugnar a Biden si los legisladores republicanos no persiguen también a las corruptas agencias federales encargadas de hacer cumplir la ley que han estado ocultando pruebas contra Biden, encubriendo su corrupción y obstruyendo las investigaciones sobre el negocio de la familia Biden». «Hay muchísimas más pruebas de la corrupción de Biden que de la de Trump», añade, «Biden es probablemente el presidente más corrupto de la historia de Estados Unidos, y acusarlo es la tarea más fácil para el Partido Republicano en la Cámara de Representantes». «El plan de corrupción de la familia Biden atraviesa la Casa Blanca y llega a la vasta burocracia del poder ejecutivo», concluye, «llegando a los niveles más altos del Departamento de Justicia y el FBI». Miranda Devine acusa en New York Post a los medios que han proporcionado una «protección encubierta» a los Biden. El miércoles la Casa Blanca envió un argumentario a «los líderes editoriales de los medios informativos de Estados Unidos», en donde piden a los periodistas que hagan mejor su trabajo al examinar las «afirmaciones demostrablemente falsas de los republicanos». «No puede seguir fingiendo que no sabe ‘nada’ sobre las estafas de Hunter y fingiendo que no estuvo involucrado», concluye Devine, «veinte llamadas telefónicas, dos cenas en el Café Milano y una docena de reuniones más plantean la pregunta»; a juicio de la autora, Biden no tiene escapatoria y la prensa progresista debería dejar de encubrirlo: «En realidad, hay muchas pruebas, firmes, directas, circunstanciales, suaves y todo lo demás«.