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La obligación moral de tirar de la manta

EEUU elecciones pandemia Musk
Sede de Twitter en San Francisco. Shutterstock

A las puertas de las elecciones de medio mandato, la prensa americana bulle con la cercanía de las urnas. Algunas de las medidas demócratas de última hora han sido objeto de fuertes críticas, y no están muy lejos de las que se han prometido o puesto en marcha en España. Biden está amenazando a las petroleras con nuevos impuestos por sus beneficios excesivos, salvo que bajen el precio.

David Harsani critica en The Federalist la idea, y la califica como «teatro electoral para analfabetos en economía». «Aparte de apelar a la ira y las frustraciones de los analfabetos económicos, los impuestos sobre las windfall», las ganancias o beneficios imprevistos, «no tienen ningún sentido. No reducen el precio de la energía ni aumentan la oferta. Todo lo que hacen los impuestos sobre las windfall es desincentivar a los productores de petróleo», prosigue, «para invertir en producción a largo plazo. Y, como con todos los impuestos y regulaciones corporativas, el costo se le pasará al consumidor». «Incluso si los directores ejecutivos del petróleo usaran regularmente billetes de 100 dólares para encender sus cigarros, los beneficios aún se estarían mejor en manos de los inversores».

Algunas de las medidas demócratas (…) no están muy lejos de las que se han prometido o puesto en marcha en España

Sin embargo, incluso en medio del clima electoral, hay tiempo para otro de los asuntos de la semana, como son las novedades de la adquisición de Twitter por parte de Elon Musk. Los editores de National Review confían en que su llegada beneficie la libertad de expresión en las redes sociales. «Musk ciertamente no es un icono conservador, y estamos especialmente desconcertados por sus estrechos vínculos comerciales con China, uno de los enemigos de la libertad de expresión más opresores del mundo. Pero hay razones para desearle lo mejor a Musk. Musk es un libertario instintivo, no doctrinario. Es un campeón de la libertad de expresión en una época en la que los progresistas asocian la libertad de expresión con el daño y la opresión. Ya ha limpiado la casa empezando por arriba». «Una república dedicada a la libertad necesita no solo medios de comunicación libres», concluyen «sino también instituciones de medios que se dediquen a la libertad de expresión. En el Twitter de Musk, podemos tener eso de nuevo».

Por su parte, Andrew Kloster ha logrado encontrar algunas lecciones de interés para la derecha política en la actuación del fundador de Tesla. «Los planes de Elon Musk son claros, estratégicos y aplicables a la toma de control de cualquier burocracia», señala, «particularmente cuando se trata de reemplazar personal hostil». Sirviéndose como ejemplo del aterrizaje del nuevo jefe un territorio enemigo que lo ha recibido con toda clase de amenazas, Kloster subraya cómo «Musk demuestra que existe la necesidad de estar dispuesto a despedir a los empleados clave y la necesidad de ser razonable».

La idea es que las políticas renovadoras deben ir, a priori, contra las malas ideas y no contra las personas; pero inevitablemente deben afectar a las personas que las han defendido o ejecutado. Al respecto hay un artículo interesante Micah Meadowcroft en The American Conservative que responde a otro del medio progresista The Atlantic que propone una amnistía pandémica, en el que a grandes rasgos propone hacer borrón y cuenta nueva sobre aquellas personas con cargos y responsabilidades que se equivocaron gravemente durante la gestión de la crisis sanitaria.

El autor es bastante claro en su réplica, tras recomendar que perdonemos a los nuestros, a las personas cercanas que se equivocaron, pero sin olvidar lo que hicieron algunos responsables de la administración pública. «Los expertos y las autoridades públicas son personas que realizan evaluaciones», resume, «predicciones y decisiones en nombre de la gente común, y se supone que deben ser juzgados por la precisión y utilidad de esas evaluaciones, predicciones y decisiones. Importa mucho que se equivoquen».

Está bastante extendida dentro y fuera de nuestras fronteras la costumbre de la derecha de poner el contador a cero al llegar al poder

Está bastante extendida dentro y fuera de nuestras fronteras la costumbre de la derecha de poner el contador a cero al llegar al poder. Sin duda, hay algo saludable en todo eso, empezando por relajar el suflé político que inevitablemente crece en la opinión pública en el fragor de una batalla electoral. Pero eso no exime de atender a las responsabilidades adquiridas, con especial atención a aquellas corruptelas de fondo que podrían convertirse en endémicas. Por eso resulta interesante el análisis que realiza Miranda Devine en New York Post sobre las últimas revelaciones de The Intercept que ventilan nuevos escándalos de la colusión entre la administración Biden, las agencias de seguridad y las Big Tech.

La información desvelada muestra que «el Departamento de Seguridad Nacional ha estado teniendo reuniones mensuales con Facebook y Twitter para presionarlos para censurar las publicaciones en las redes sociales sobre temas como la retirada fallida de Afganistán, los orígenes del COVID-19, la eficacia de las vacunas contra el COVID, la justicia racial y el apoyo de EEUU a la guerra en Ucrania; en otras palabras, cualquier cosa que pueda ser perjudicial para el apoyo público a la administración Biden». Devine ofrece a continuación los últimos datos conocidos sobre el escándalo del ordenador de Hunter Biden y concluye con un mensaje claro a los conservadores: «Si los republicanos recuperan la Cámara y el Senado en las elecciones intermedias de la próxima semana, su objetivo principal debería ser investigar la censura y los encubrimientos por parte del FBI, el DHS y otras agencias federales».

Sí. Debería ser.

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