Un tic progre de nuestro tiempo: insultar a Hungría. Peor aún: tratarlo con la clásica superioridad moral que suele arrogarse el progresismo, inmiscuyéndose sin venir a cuento en sus asuntos internos. Ocurre que a veces no es un buen negocio. «También existe la posibilidad de que otros países europeos más grandes sigan el camino ideológico de Hungría», escribe Stephen Sholl en The American Conservative. «Existe una gran probabilidad de que España e Italia elijan gobiernos conservadores en un futuro próximo. Incluso Francia estuvo recientemente cerca de elegir un presidente nacionalista. Si el establishment de la política exterior de los Estados Unidos se comprometiera con otros miembros de la OTAN como lo hace con Hungría, podríamos esperar una disminución de la influencia estadounidense en Europa», añade.
La izquierda no repara en gastos cuando se trata de imponer su agenda cultural, sin importarle lo más mínimo la opinión de la fracción del país que no lo apoya y sin tener en cuenta los márgenes constitucionales
«Los conservadores están acostumbrados a perder», escriben los editorialistas de National Review, y es verdad. Algo en la derecha nos acerca al fracaso una y otra vez. Quizá porque la izquierda no repara en gastos cuando se trata de imponer su agenda cultural, sin importarle lo más mínimo la opinión de la fracción del país que no lo apoya y sin tener en cuenta los márgenes constitucionales.
Buena hora para recordar que la derecha también tiene una agenda (…). Con ideas por las que se debe luchar hasta el último minuto porque, a veces, por más que parezca tarde, llegan las victorias
Al igual que ocurre en España, a menudo «las prioridades culturales de las élites progresistas han sido impuestas al pueblo por decreto judicial, sin fundamento en la Constitución». Ahora que la Corte Suprema ha frenado algunas de esas prioridades, un aire de esperanza ha cruzado de costa a costa la nación y su eco influye –y mucho- en Europa. «Los gritos que escuchas en los barrios progresistas», señalan, «son el resultado predecible de rechazar su visión de la Historia!.
Buena hora para recordar que la derecha también tiene una agenda, la que cree mejor para el país. Con ideas por las que se debe luchar hasta el último minuto porque, a veces, por más que parezca tarde, llegan las victorias.
El triunfo provida que aún colea en la prensa internacional no es anónimo. En The American Spectator han querido acordarse en este momento de alguien que ha tenido algo que ver en el proceso: “Gracias a que Donald J. Trump fue presidente y a que tuvo el coraje de apegarse a juristas sólidamente conservadores y a que, a diferencia de los Never Trumpers, sabe cómo mantener esa línea», «nacerán millones de bebés que habrían sido asesinados. Millones de madres ahora vivirán con alegría en lugar de pesar».
Ahora que la Corte Suprema [de EEUU] ha frenado algunas de esas prioridades, un aire de esperanza ha cruzado de costa a costa la nación y su eco influye –y mucho- en Europa
Esta semana hemos vuelto a recordar algo que nunca deberíamos perder de vista pero a que a menudo se pierde en los debates del día a día: el conservador es un buscador de verdad y admirador de la belleza. Las manifestaciones a favor del aborto de los últimos días en Estados Unidos y Europa han estado dominadas por el denominador común de la fealdad, prueba irrefutable de que caminamos en la buena dirección.
Y, si las manifestaciones, pancartas y lemas han sido abominables, The American Spectator recuerda que las declaraciones de los políticos de izquierdas han cruzado todas las líneas del exceso y la brutalidad posible. «Incluso los filósofos utilitaristas más fríos del pasado parecen moderados en comparación con los demócratas a favor del aborto», denuncia George Neumar. Tiempo, por tanto, de poner rumbo sin complejos a la belleza, la verdad y la vida. «Alegrémonos de que este triste episodio en la historia de nuestra nación haya terminado», concluye también el editorial de National Review sobre la «mancha borrada», «y trabajemos para extender las bendiciones de la vida».