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la adopción de energías limpias también se encarecerá

Descarbonizar la economía generará más inflación durante la próxima década

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Cumplir con la descarbonización y la transición hacia una economía más sostenible «probablemente» implicará tensiones inflacionistas al alza, al menos, durante la próxima década, ha advertido la gestora de activos Schroders en un informe.

Esto se debe a que el coste actual de las emisiones es demasiado bajo, ya que el precio medio mundial del carbono es de unos 6 dólares (5,46 euros) por tonelada de CO2 (tCO2), «claramente por debajo» del nivel de 200 dólares (182,12 euros) por tonelada necesarios para 2030 que incentive el cambio al ‘cero neto’ y alcanzar el objetivo de 1,5ºC de París.

«Dado el actual uso masivo de combustibles fósiles para la producción de energía, es probable que el aumento de los precios del carbono tenga un gran impacto en los precios de la energía y la electricidad, especialmente en las primeras fases de la transición energética», ha explicado Irene Lauro, economista medioambiental de Schroders.

«Con una mayor adopción de los impuestos sobre el carbono, las presiones inflacionistas aumentarán globalmente en todos nuestros escenarios frente a las medidas existentes», ha añadido.

Solo una vez que los países comiencen a descarbonizar su producción energética y se alejen de los productos gravados, la inflación empezará a descender en 2030 en una «transición ordenada», volviendo a su nivel de referencia en 2050.

Además, Lauro ha alertado de que retrasar la transición solo aumentará la inflación aun más en comparación con el escenario de cero neto y cero neto con innovación, «ya que se necesitará un incentivo más fuerte para limitar el calentamiento global por debajo de 2ºC«.

No obstante, no todos los países se verán afectados por este repunte de precios de igual manera, pues la magnitud de los impuestos sobre el carbono será un factor «determinante» de los precios de la energía. Así, aquellos con un mix energético más dependiente de los combustibles fósiles acusarán una mayor subida. De esta forma, Rusia, Sudáfrica, China e India se verán muy afectadas.

De su lado, la adopción de energías limpias también se encarecerá por la gran cantidad de minerales que consumen. Por ejemplo, una planta eólica marina requiere unas 13 veces más recursos minerales que una planta de gas, mientras que un vehículo eléctrico requiere seis veces más uno convencional.

«La demanda de minerales y metales clave se disparará en las próximas dos décadas y la oferta no podrá satisfacerla», ha concluido Lauro.

De hecho, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha previsto que, para los próximos treinta años y suponiendo que se alcancen las emisiones cero netas, habrá una escasez de oferta de más del 50% para el grafito, el cobalto, el níquel y el litio. La carestía de silicio, plata, zinc, cromo, manganeso y plomo será mayor.

La enorme disparidad entre los precios del carbono en los distintos países ha elevado la posibilidad de que se produzcan fugas de carbono. Es decir, que se trasladen los procesos intensivos en carbono de países con regulación en esta materia a otros menos regulados.

En este sentido, la Unión Europea contará con el Mecanismo de Ajuste de las Emisiones de Carbono en la Frontera (CBAM, por sus siglas en inglés) mediante el que se gravará el contenido en carbono de productos importados y que, en palabras de Lauro, «está llamado a convertirse en un pilar fundamental de la política climática europea».

Se comenzará a aplicar a partir del 1 de octubre de 2023 con un periodo de transición y afectará, inicialmente, a la siderurgia, los fertilizantes, el aluminio, la producción de electricidad y el cemento.

«Las repercusiones del CBAM se concentrarán en torno a un pequeño número de socios comerciales de la UE. En concreto, […] Rusia y China se verán probablemente muy afectadas por la introducción de la CBAM debido a sus grandes exportaciones de hierro, acero y aluminio», ha explicado Lauro. También se verán bastante perjudicados Reino Unido, Noruega y Turquía.

Con todo, el CBAM tendrá importantes implicaciones para el comercio internacional, «con el potencial de animar a los socios comerciales a descarbonizar sus procesos de producción».

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