«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
22 de marzo de 2023

Había que escuchar a Tamames

Don Ramón Tamames, desde el escaño de Santiago Abascal, pide la palabra (Eduardo Parra / Europa Press)

Lo dijimos y acertamos. Pedimos a los españoles que escucharan a Ramón Tamames, candidato propuesto por Vox a la Presidencia del Gobierno, y le escucharon. De esa escucha atenta del discurso del profesor, que por anciano aun más sabio, muchos españoles honrados rectificaron ayer sus recelos e incluso sus antipatías por la moción de censura a Pedro Sánchez presentada por Vox. Hace falta gallardía para rectificar un error y esa mayoría social que necesita mandar a Pedro Sánchez al olvidadero de la Historia, demostró ayer que va sobrada de coraje para rectificar equivocaciones. Para todos esos españoles honrados que escucharon a Tamames y supieron sacudirse los apriorismos inducidos por la prensa adicta, nuestro reconocimiento.

Mitad discurso parlamentario de un nivel mayúsculo, mitad lección magistral, la sabiduría de Ramón Tamames, combinada con el discurso templado en las formas pero severísimo y por fortuna nunca moderado del único líder de la oposición que merece el cargo, Santiago Abascal, desencajó al doctor Sánchez y con él, a su monstruosa mayoría parlamentaria que ayer, en una tarde para el olvido, apenas supo hacer otra cosa que agitar los brazos y gruñir.

Sánchez intentó rendir al profesor Tamames con la lectura de un tocho narcisista larguísimo y soporífero escrito, sin duda, para un delirio de aceptación del Premio Nobel de Economía que jamás recibirá. Su edecán, la sindicalista Yolanda Díaz, nombrada por el presidente como nueva ministra para la destrucción de Podemos, quiso ahogar a Tamames —con osada cursilería y un insufrible tono de consultorio sentimental— con lecciones de Derecho Constitucional, que es como tratar de enseñarle al mar lo que es una ola.

Ambos, presidente y ama de llaves, fueron despachados en apenas unos segundos por Tamames con ese recurso de hombres sabios que es el humor. Bastaron una mueca del profesor y una queja por el precioso tiempo perdido para derribar poco menos de tres horas de discursos triunfales que si hubieran sido dardos tranquilizantes habrían podido anestesiar a un elefante enloquecido.

La voz de Tamames, sentado en el escaño de Santiago Abascal, forma parte desde ayer del recuerdo esencial de millones de españoles, da igual de qué ideología, que asistieron ayer al combate entre una generación de grandes hombres del espíritu de concordia del 78, de distintas ideas pero una sola nación, con la España irreconocible, fracturada, empobrecida y desplazada hacia la izquierda del siglo XXI.

La moción, lo sabemos, fracasará. Pero ganó Tamames. Y con él, ganamos todos. Incluso los que preferirían que hubiera perdido.

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