«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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8 de junio de 2022

Ni serio, ni razonable

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (EP)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (EP)

Si, como dicen, la experiencia es un grado, de tanta experiencia que tenemos con las mentiras de Pedro Sánchez, hemos llegado ya al empleo de teniente general. Por eso, por la experiencia, no esperábamos que el presidente del Gobierno compareciera ante la sede de la soberanía nacional y diera las explicaciones oportunas acerca de la rendición del Sáhara. No por la mera renuncia a nuestros derechos y obligaciones en la antigua provincia española, sino por la catarata de consecuencias lesivas para España y los españoles que supone arrodillarse ante Marruecos, potencia militar emergente, portaaviones de los Estados Unidos, y el mayor riesgo potencial en el futuro para la defensa de la integridad de España.

Todo lo anterior, por no hablar de las consecuencias inmediatas de aparecer ante el mundo como una nación irrelevante y sumisa bajo el mando de un incompetente empeñado en una transición verde, inclusiva, feminista y resiliente mientras nuestro amigo marroquí se arma con la mirada puesta en una expansión imperialista hacia los cuatro puntos cardinales.

Después de 82 días de silencio, rumores y banderas nacionales boca abajo en señal de rendición, Pedro Sánchez ha ido al Parlamento a decir lo mismo que escribió en aquella carta al rey Mohammed VI, aberrante desde todos los puntos de vista, no sólo en normas de protocolo que la oficina de Internacional de La Moncloa parece ignorar por completo.

La rendición del Sáhara a Marruecos daña los intereses comerciales de Ceuta y, sobre todo, de Melilla. Y ni siquiera ha servido para detener los asaltos constantes a nuestras fronteras

Así, Sánchez ha justificado en la Tribuna del Congreso que el plan de Marruecos para el Sáhara Occidental es la propuesta «más seria y razonable». Será para Marruecos. Será para Francia. Será, incluso, para los Estados Unidos. Desde luego, no para los saharauis —que ahora deberían darse de cabezazos por haber jugado al juego del engaño marroquí—, y lo que es mucho más importante: ni es serio ni razonable para los intereses de España.

Porque de lo único de lo que tiene que preocuparse un Gobierno español serio y razonable es de defender los intereses de España. Y rindiendo el Sáhara se dañan esos intereses. No sólo los inmediatos, como la quiebra de nuestra privilegiada relación con Argelia que pagaremos en nuestras próximas facturas en un invierno que adivinamos largo y duro. También los intereses a medio y largo plazo. Dar alas al imperialismo de la satrapía marroquí que después de apoderarse —contraviniendo todas las normas de derecho internacional— de nuestra antigua provincia africana, es alentarle a reivindicar las plazas de soberanía española en el norte de África que no están bajo el paraguas de la OTAN y a las que Rabat no tiene derecho alguno, como tampoco tenía derecho a reivindicar Sáhara Occidental.

Esta rendición daña, además, los intereses comerciales de Ceuta y, sobre todo, de Melilla. Y, por lo que vemos, ni siquiera ha servido para detener los asaltos constantes a nuestras fronteras, ni ha detenido el trabajo de las mafias del tráfico de seres humanos que desde Marruecos lanzan sus pateras hacia las costas españolas y en ocasiones, hacia la muerte.

Hace bien Santiago Abascal cuando advierte a Sánchez y a Marruecos que sus acuerdos a espaldas del Parlamento no comprometen la acción exterior de un futuro Gobierno que reemplace a este que padecemos. La rendición del ignaro de Sánchez no cambia los intereses permanentes de España, sólo los bloquea hasta que una mayoría de españoles sean llamados a las urnas —ojalá cuanto antes— y digan, por esto, y por cientos de razones más, que el socialismo y todas sus mentiras deben desaparecer del Gobierno de España. Igual que ya ha desaparecido para siempre de otros países europeos que sufrieron lo poco serio y lo irrazonable que es el socialismo.

No nos cabe duda de que los españoles van lentos, pero seguros, hacia esa misma conclusión.

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