«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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6 de septiembre de 2021

Una falla sumisa

Cremá de una falla valenciana (Rober Solsona / Europa Press)

La decisión de la falla Duque de Gaeta de retirar parte de su obra por la exigencia de una minoría musulmana, es otro paso importante, uno más, en el proceso acelerado de rendición de la identidad española, capaz de renunciar a sus mejores tradiciones por una mezcla a partes desiguales de sumisión, miedo y de complejo frente al multiculturalismo.

Por descabellada que sea la exigencia de una minoría musulmana que es acogida en tierra española y que pretende imponer su cultura al pueblo que la acoge, no es lo relevante en esta cuestión. Como tampoco los es la pretendida ofensa a los sentimientos religiosos que quiere servir de disculpa a la temblorosa retirada de una parte esencial de la falla.

La ofensa a los sentimientos religiosos, de especial protección para el legislador como lo demuestra su inclusión en el Código Penal, necesita un contexto objetivo y una voluntad expresa de ofender que en ningún caso se dan en una fiesta como la de Fallas, una de las mejores expresiones españolas de la sátira popular. Esta combinación de arte y humor —en ocasiones blanco, otras veces negro y la mayoría con una gama infinita de grises— es una crítica afilada del mundo y como crítica no sólo debe ser irrenunciable, sino defendida.

El genio creador, artístico y humorístico que es parte esencial de las Fallas no puede quedar reservado para ideas consideradas inofensivas o indiferentes no sólo para la mayoría, sino precisamente para una parte cualquiera de la población, como es la de los inmigrantes musulmanes. La decisión de la Duque de Gaeta de retirar parte de su obra es una renuncia cobarde e indisimulada al espíritu de la tradición fallera —tantas veces anticlerical— y, lo que es peor, una sumisión a la tiranía de una minoría que socava los cimientos de una sociedad como la española que se dice democrática y que debe velar por las costumbres y las tradiciones del pueblo histórico que la conforma.

Es precisamente la renuncia de ese pueblo histórico a su libertad crítica, a sus tradiciones y a sus fiestas históricas, lo que puede conducirnos a tantos españoles, como ya ocurre a buena parte de los franceses, a sentirnos extraños en nuestra propia tierra, con las consecuencias indeseables para nuestro futuro. Y no precisamente lejano.

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