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27 de febrero de 2023

Una moción de salvación nacional

El presidente de Vox, Santiago Abascal, junto al candidato de la moción de censura, Ramón Tamames (foto: Vox)

Es indiscutible que si 176 diputados honrados hubieran apoyado la moción de censura contra Pedro Sánchez presentada por Vox en octubre de 2020 después de la desastrosa y liberticida gestión de la pandemia, hoy no tendríamos que lamentar la rebaja de la pena de cientos de delincuentes sexuales, que serán miles dentro de unos años, ni la puesta en libertad de decenas de ellos, que serán cientos.

Tampoco habríamos padecido el asalto a las instituciones, organismos y contrapesos del Estado, ni estarían en la calle los condenados por la intentona golpista de anteayer, 1 de octubre de 2017, en Cataluña. Es obvio que el delito de sedición seguiría vigente y, por lo tanto, la nación histórica no estaría hoy indefensa ante un nuevo proceso de ruptura.

Cabe pensar que si aquella moción de censura hubiera desalojado a Sánchez y a su colchón de La Moncloa, no habríamos entregado la antigua provincia española del Sáhara a Marruecos a cambio de no sabemos qué, ni habríamos soportado de nuestros amistosos vecinos ciertas invasiones, humillaciones, pirateos de teléfonos y banderas boca abajo.

Si entonces, en aquel ya lejano mes de octubre de 2020, 176 diputados honrados y cabales hubieran apoyado la moción de censura de Vox con el único objetivo de convocar elecciones generales anticipadas, no habríamos acabado destruyendo sin explicación alguna nuestras privilegiadas relaciones con Argelia, ni habríamos cuadriplicado la compra de gas a Rusia, financiando así la guerra de Putin contra la soberanía nacional de Ucrania.

Entra dentro de lo posible que si Sánchez hubiera desaparecido de La Moncloa, determinados regímenes sanguinarios como el que destruye la pobre Nicaragua del violador Daniel Ortega, habrían recibido una respuesta adecuada por parte de nuestra diplomacia y no la callada miserable tutelada por el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla en el que tantos socialistas y comunistas españoles tienen un asiento mullido e indigno.

Casi seguro, también, que España hubiera respetado el descanso sagrado de sus muertos y habríamos recuperado la libertad de pensamiento, de expresión y el derecho a disentir arrebatado por los que hoy nos imponen, apoyados en los votos de filoetarras, un odio irracional basado en un presentismo absurdo a buena parte de lo mejor de nuestros antepasados.

Con seguridad, nadie habría institucionalizado en una pésima ley de educación que nuestros hijos son del Estado y no nuestros; igual que ningún ministro del Interior habría cesado a mandos de la Guardia Civil por cumplir, qué escándalo, con la ley.

Sin asomo de dudas, la Fiscalía General del Estado, en manos de peones del sanchismo, no habría trabajado tanto por la impunidad de las autoridades que gestionaron esa enfermedad nacida de lo más profundo de la corrupción moral del régimen comunista chino de la que habría «uno o dos casos» y que ha matado a cerca de 150.000 españoles.

Con certeza, sin Sánchez, supuesto doctor en Economía, otro Gobierno nacido de unas elecciones libres habría atendido las alarmas que en junio de 2021 nos avisaron de la inflación galopante que hoy el Gobierno disfraza con el uso de trampas estadísticas que son incompatibles con el malestar de los españoles que van a la compra cada día. Estamos convencidos de que sin Sánchez hoy no seríamos el vagón arrastrado de la economía europea que todavía no ha recuperado el PIB prepandémico y los Fondos Europeos estarían gestionados, al menos, con respeto por el uso del dinero de nuestros impuestos. 

Por desgracia, reconocemos que seguiríamos padeciendo estúpidas leyes autonómicas bioideológicas como las llamadas leyes trans del PP y otros, pero a buen seguro que algo bueno podríamos haber hecho para impedir el daño irreparable a miles de menores confusos y desprotegidos.

Hubo entonces, en octubre de 2020, decenas de razones para una moción de censura. Vox las expuso y los partidos que decían ser oposición al sanchismo las rechazaron con desprecio. Vox advirtió de que las razones más importantes para echar a Sánchez eran las que estaban por venir, pero los medios de comunicación, apesebrados en aquella mentira bien pagada del «saldremos más fuertes», aclamaron el liderazgo de un presidente del PP que hoy está en paradero desconocido.

Hoy, Vox vuelve a presentar en el Registro del Congreso una moción de censura. Santiago Abascal vuelve a ofrecer a 176 diputados honrados y, más que cabales, en sus cabales, la oportunidad de expulsar al incompetente autócrata. Hay más razones que en 2020. Cada día, gracias a ese socialismo feminista de cocaína, corrupción y putas, muchas más razones.

Con inédita responsabilidad, Santiago Abascal presentará a un gigante de la Transición como Ramón Tamames para que el viejo profesor, alumno de muchos de los mejores de una generación extraordinaria, sea quien suba a la Tribuna del Congreso y defienda, en libertad y sin tutelas, su candidatura para presidir un Gobierno que nos lleve a unas elecciones generales adelantadas, que visto el panorama desolador, es la mejor definición de un Gobierno de salvación nacional.

Por desgracia, la máquina mediática de triturar a Vox para salvar la tiranía del consenso está en marcha. Entre innobles y necias burlas a la edad de Tamames, los partidos en los que deberíamos encontrar esos diputados honrados, sin ni siquiera haber escuchado lo que nos tiene que decir un hombre sabio de aquella generación que pretendió un futuro diferente para España, anuncian que quizá, todo lo más, se abstengan.

Como si alguien, honrado y cabal, pudiera abstenerse de todo lo que va a hacer Sánchez, el socialismo y sus tenebrosos socios, en los próximos diez meses.

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