Hoy, naturalmente, las preocupaciones del pasado siguen ahí, pero no tienen la misma importancia. No hay marchas, ni manifestaciones, ni protestas; no arden los contenedores ni sufre el mobiliario urbano; nada es lo bastante ‘indignante’ ni ‘intolerable’
España se ha levantado optimista. Ha sido nombrar un nuevo director del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y, en solo diez días, somos más felices y se respira mejor. Es oficial.
Sánchez no abandera una mera facción política, no viene a aportar un simple proyecto ideológico: nos trae la felicidad, y es de justicia que empiece por la suya propia y la de su gente como premio adecuado a tan gran logro.
‘El PSOE cierra su primer gran acuerdo con el relevo de RTVE’, abre El País. Grande, ciertamente, porque un país feliz necesita un órgano de información oficial que se lo recuerde a todas horas, y para eso nada mejor que entregárselo a Pablo Iglesias, que de esto sabe un rato.
La felicidad, saben, es una cuestión de actitud. Ayer mismo, como quien dice, todo era terriblemente preocupante, nos ahogaba la corrupción, los jóvenes mejor preparados tenían que buscar empleo en el extranjero o resignarse a una precariedad laboral de niveles casi esclavistas, las pensiones eran de miseria y la Generalitat planteaba un intolerable desafío a la unidad de España. Hoy, naturalmente, todo eso sigue ahí, pero no tiene la misma importancia. No hay marchas, ni manifestaciones, ni protestas; no arden los contenedores ni sufre el mobiliario urbano; nada es lo bastante ‘indignante’ ni ‘intolerable’, y hemos aprendido que Iglesias también sonríe. Que su sonrisa resulte siniestra se debe más a una cuestión odontológica que política, y es irrelevante.
La segunda noticia de El País es que ‘El Gobierno catalán participa en el recibimiento de los presos’, lo que nos parece demasiado obvio para consignarlo en un titular. Eso va de suyo, porque son sus correligionarios y cómplices; la verdadera noticia es que el Gobierno de España, también.
La foto va para Małgorzata Gersdorf, presidente del Tribunal Supremo polaco que, reza el pie, «planta cara» al Gobierno. La imagen recoge una manifestación contraria a la reforma que dará al Ejecutivo un mayor control sobre el Judicial, pero en un plano sospechosamente corto.
Para saber cuándo hay que apoyar al Judicial y cuándo al Gobierno, basta fijarse en los colores. En Polonia gobierna la derecha, así que los jueces son los buenos; en España es al revés, por eso todo el mundo y su prima pueden poner a los jueces como no digan dueñas. Viene a ser un poco como las urnas, que son la sabia voz del pueblo o un lamentable resultado de la demagogia y los ‘trolls’ de Putin según quién gane.
También dice El País que ‘El PP se juega su futuro en unas primarias llenas de incógnitas’. No tan llenas, queridos colegas. En realidad, lo que va a decidirse es trivial, solo relevante para los implicados. En lo fundamental, sabemos el resultado: un líder que pretenda seguir sacando conejos de la chistera, que le ponga ojitos a todos los sectores de la derecha y, en el gobierno, siga fielmente la plantilla que trace la izquierda.
Vuelve el simbolismo, vuelve la ilusión a la portada de ABC, con un ‘pirulí’ sobre el que ondean la estelada, la ikurriña y los símbolos de Podemos y PSOE. ‘Sánchez consuma la toma de RTVE con los golpistas’. Qué modo tan desagradable, chillón y dramático de expresarlo.
A ver, ¿es obligatorio ver la tele? No, ¿verdad? Y si lo fuera, ¿hay sólo una? Para mí que Iglesias, que es el más viejo con diferencia de todos los líderes políticos de primera fila, cree que en la segunda década del S. XXI la televisión estatal es lo que era a mediados del siglo pasado, y de ahí su obsesión para controlarla. Y no, sólo hay que pulsar un botón, algo al alcance de los más vagos. Incluso para el más entusiasta partidario de los nuevos aires, una televisión oficialista es una televisión aburrida, y dejará de verla. Yo les aconsejo que cambien a Intereconomía Televisión, porque se va a convertir en la resistencia, pero no soy imparcial en esto.
‘Sánchez pisa líneas rojas para apuntalar su frágil mayoría’, alarma El Mundo, y se equivoca: Sánchez no pisa líneas rojas, baila claqué sobre ellas; para Sánchez no hay líneas rojas, y ese titular a estas alturas desdice un tanto de la perspicacia que se les supone a mis colegas.
La foto va, presumiblemente, para una de esas ‘líneas rojas’, con Torra saliendo de visitar a los presos del ‘procés’ en la prisión de Lledoners, donde algunos han sido trasladados. ‘Recibidos con honores en la cárcel’. Pues claro.
Abajo, ‘El PP se enfrenta a las urnas sin propuestas y sin ningún favorito’. Es un alivio, porque Rajoy se enfrentó a las urnas -a las de verdad, a las grandes- con estupendas propuestas que no duraron ni medio día en la Moncloa. No sé si España merece un gobierno que no nos mienta; lo dudo bastante, porque les pedimos cosas que solo puede prometer un mentiroso. Pero estoy seguro de que para muchos votantes del PP será un alivio que su futuro líder no tenga que desdecirse de demasiadas cosas.
El asunto, comprensiblemente, es la gran noticia para La Razón, ya que en estas primarias peperas se elige a su señorito. Tanto que arriesgan a sacar una de las fotos de primera más espantosas y menos inspiradoras que recuerdo. ‘El PP pide cerrar filas si el ganador saca 3.500 votos de ventaja’. Ellos verán, pero ese cerrar filas, tan ‘pepero’, ha hecho que en todos estos años nadie se haya atrevido a discutirle a Rajoy las mismas políticas que nos han traído hasta aquí.