Hoy veo a Zuckerberg protagonista en la primera de dos de mis cabeceras, El País y La Razón, en una noticia que me hace temblar.
Aunque yo llevo ya una pila de años perdiendo el tiempo en esto, en darle cancha a estos anacronismos en papel que son mis cabeceras, hace ya tiempo que no son el medio en el que se informa la gente; tampoco es ningún programa de radio o la CNN el primer medio que usa la gente para informarse, sino el invento de un universitario que ni siquiera tiene la información pública como su principal tirón: Facebook.
Facebook les da mil vueltas a cualquiera. Aunque la red, en sí misma, es solo reflejo y no fuente de información, es en ella donde una abrumadora mayoría de la humanidad acude a enterarse de lo que está pasando, un poder que convierte al invento de Zuckerberg en el monopolio más codiciado de la Tierra a efectos de propaganda.
Hoy veo a Zuckerberg protagonista en la primera de dos de mis cabeceras, El País y La Razón, en una noticia que me hace temblar.
En El País, ‘Zuckerberg pide perdón a Europa por el daño causado por Facebook’. Hasta ahí, bien, ¿no? Pero cuando se entra en la noticia uno aprende que no pide perdón, al menos principalmente, por convertir la intimidad de sus usuarios en almoneda, en verdadero cuerno de la abundancia, ni por otros males que transmite como otros tantos virus la red social, no: pide perdón por el hecho de que su red social sirviera para cosas como el ‘Brexit’ o la victoria de Trump en Estados Unidos.
Lo que le está diciendo Zuckerberg, no a ‘Europa’, sino a los eurócratas de Bruselas es que a partir de ahora Facebook luchará ‘por el bien’, es decir, por extender la ‘summa dogmatica’ que vende el ‘establishment’, que venden nuestras cabeceras. Que no quede, en fin, un resquicio a la opinión discrepante o a otras versiones de los hechos.
En La Razón, el titular es más ominoso: ‘Facebook evitará la manipulación en las elecciones europeas’. Ahora, piensen: ¿cómo puede una red social, que no está en el negocio de elaborar noticias, ‘evitar manipulación’ alguna? Muy sencillo: censurando todas aquellas informaciones y opiniones que molesten a los poderosos a quienes pide perdón. Es decir, manipulando y censurando. No sabemos bien con qué mandato, pero sí con qué intención.
Internet, las redes sociales y los dispositivos móviles han abierto un boquete en la línea de flotación de los grandes grupos mediáticos, que han dejado de ser los guardianes de la información. Ahora ya no se da aquello de que lo que los medios no publican no existe, y eso les horroriza, comprensiblemente.
La primera en todas mis cabeceras abre con Zaplana, detenido cuando quería repatriar los millones presuntamente mal adquiridos en sus días de vino y rosas. Y no he podido dejar de preguntarme si le hubiera sido tan sencillo su supuesto latrocinio continuado de haber existido miles de particulares en las redes o con blogs, muchos desde el anonimato, dando la voz de alarma.
‘Zaplana blanqueó más de 10 millones de cobros ilegales’, abre El País, dejándose el ‘presuntamente’ por algún lado, que no tenemos tiempo de tecnicismos jurídicos. Debajo, la foto del ínclito en el coche policial.
En ABC, Zaplana mira con alarma a los agentes que vienen a detenerle: ‘Zaplana ocultaba las mordidas en Luxemburgo’.
Otra vez en el coche, en El Mundo: ‘Zaplana cae al repatriar las comisiones de su época dorada’.
Y en La Razón, ‘La Guardia Civil apunta a que Zaplana desvió más de 20 millones al extranjero’.
¿Cuánta gente, a lo largo de todos estos años, tenía que estar informada de esto? Ningún titular, ‘pepero’ o no, se molesta con en colar en los titulares ese ‘presuntamente’ del que les hablaba, muestra de respeto a los tribunales y a la presunción de inocencia. Es, en fin, una noticia que no solo no extraña a nadie, sino que parece darse por descontada.
La segunda noticia es que los alemanes siguen diciendo «Nein» a las pretensiones de Llarena. También es simbólico, porque la extradición existe desde siempre, y para ahorrarnos trámites y mostrar hasta qué punto vamos hacia la creación de unos ‘Estados Unidos de Europa’ se creó la euroorden.
Pues ya ven, lo que debería ser casi automático, en el caso de Puigdemont está siendo una ocasión para que prefiguremos cómo serán esos Estados Unidos de Europa, quién va a mandar y quién va a obedecer.