«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La revuelta de los estetas

Tienen que leer hoy (cuando acaben con La Gaceta, ni un minuto antes) la columna de Enrique García-Máiquez sobre el esperpéntico contencioso en torno al tesoro de Sijena, ‘Por amor al arte’, para tomar la adecuada distancia irónica frente a la anécdota y la categoría.
Llegó la Guardia Civil como un ladrón en la noche al Museo Diocesano de Lérida, con aparato de medios y efectivos como para detener a los Siete Niños de Écija que se hubieran hecho fuertes en el edificio.

Fuera les esperaba una muchedumbre al parecer hambrienta de arte sacro tardomedieval y renacentista, tan vehemente y decidida en su defensa de las piezas que le hace recuperar a uno la fe en la educación artística de las masas.
Otra enseñanza moral que se puede extraer del episodio es el lugar común de que nunca se debe juzgar por la apariencia, porque viendo a los jóvenes de rostros desencajados que se enfrentan a las fuerzas del orden uno nunca sospecharía, de primeras, que se halla ante enamorados de la cultura, apasionados amantes del arte capaces de arriesgar su integridad física para conservar las figuras de alabastro de Gabriel Joly. Uno los imagina extasiados ante la caja sepulcral de madera pintada de Sor Isabel de Aragón, atribuida al taller de Blasco de Grañén, repitiendo para sí las palabras del Fausto de Goethe: “¡Instante, detente, eres tan bello!”.

Tres de nuestras cuatro cabeceras abren con fotos alusivas al dramático episodio de desgarro estético. Solo falla La Razón, que lo hace para salir con una de sus fotos de boda y autobombo merced a uno de esos galardones Juan Palomo, que se crean para premiar la lealtad a la tribu.
La ocasión de lucir a sus tropas achica el espacio dedicado a lo que pasa, que abre con un ‘Guerra PdCAT-ERC: «Nos hemos de repartir medallas y marrones». Esos repartos nunca acaban bien, que no hay honor entre políticos, sobre todo cuando los marrones crecen y menguan y se deslucen las medallas.
Sigue El País con su serie sobre lo que el ‘procés’ les ocultó solo a ellos, que estaban a otras cosas, ahora a vueltas con el 3%, pero tienen que dejarlo en pequeño para hacer sitio a otra noticia, la que abre: ‘El Supremo investiga a toda la cúpula del ‘procés’. Acostumbrados a los tiempos y ritmos impuestos por el cine americano, el avance pausado de la Justicia se nos antoja desesperante como noticias de antes de ayer.

En ABC, los agentes de la Guardia Civil se reparten por el museo como si estuvieran custodiando el traslado de las reservas de oro de Fort Knox, bajo el titular: ‘El último esperpento del independentismo’.
Mucho tenemos que criticar en ese titular, más allá de que mate nuestra ilusión por la motivación estética y cultural de la revuelta. Para empezar, me temo, no hay «último esperpento» en este histriónico proceso; para seguir, me temo que no es meramente el ‘independentismo’ la fuente de esperpentos, que la respuesta que está dando la Moncloa no desmerece del género creado por Valle-Inclán.

Abre El Mundo con entrecomillado, un recurso del que soy abiertamente parcial: «Un referéndum no pactado con el Estado no tiene sentido».
La frase pertenece, al parecer, a una de las actas aparecidas de las reuniones en las que se fraguó todo este entretenido y triste cambalache.
Y uno se pregunta qué les hizo desdecirse de tan sensata conclusión o, peor, si estamos asistiendo sin saberlo a la comedia de las equivocaciones.
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