Lo que más me inspira de la prisión permanente revisable es su nombre, que parece encapsular tanto de nuestra vida política.
Para empezar, esa tendencia oficialista al oscurecimiento, al eufemismo que huye incesante de la claridad y de las asociaciones negativas de cualquier viejo concepto, reliquia de una vaga creencia en la magia por invocación. ¿Algún problema con ‘cadena perpetua’? Evidentemente.
Pero me interesa más un segundo aspecto, ese del doble adjetivo en contradicción aparente, que tan bien define la ideología de los partidos.
A todo político en campaña le complace hablar de los ‘principios’ de su partido, que presenta como permanentes aunque, como estamos hartos de ver, son siempre revisables.
Suene como suene, y sea o no paños calientes que permiten posar como implacables contra el crimen (permanente) cuando está caliente la indignación pública y volverse luego clementes cuando el pueblo está ya a otra cosa (revisable), el caso es que la izquierda se opone.
La izquierda arrastra una preocupante sordera sobre lo que demanda su supuesta masa social, la clase obrera, la más indefensa ante la delincuencia y, probablemente, la más partidaria de castigos contundentes.
Casi por inercia, la izquierda mantiene su simpatía por el delincuente, rehén en esto el socialismo de añosas teorías que hacen del criminal mera víctima de las injustas estructuras capitalistas. Esta actitud heredada la compatibilizan con el fervor por tipificar nuevos delitos de moda que nunca han sido tales hasta hoy, pero no esperen coherencia en los partidos.
El asunto impacienta a La Razón, que se queja en su primera: ‘El TC lleva dos años para resolver sobre la prisión permanente revisable. Cuán breve me lo fiáis: dos años es la velocidad de la luz comparados con los que lleva con algunas otras causas no menores.
En la foto, una carretera nevada y el alarmante pie: ‘Prepárese: llegaremos a -15’. Y uno que se había ilusionado ya con el Calentamiento Global…
El Mundo nos cuenta que ‘El Gobierno ampliará los delitos con prisión permanente revisable’, pero no es su tema de primera, que corresponde a un entrecomillado del ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, al que entrevistan: «La vicepresidenta ha estado excepcional con Cataluña».
Quitando el detalle de que yo no escribiré como cosa propia ‘vicepresidenta’ aunque me amenacen con el potro, estoy totalmente de acuerdo con el ministro: doña Soraya lo ha convertido todo en excepción durante su regencia catalana.
La foto, una escena que repite ABC, es del padre de Diana Quer sosteniendo una enorme foto de su hija.
En el decano de la prensa madrileña acompañan la foto con este titular: ‘El Gobierno refuerza su apuesta por la prisión permanente’. Uno no sabe bien si es que ‘revisable’ no les cabía o es que no quieren recordar que la medida contiene ese fundamental matiz.
El asunto se reduce considerablemente en El País, un titular perdido y anodino, para centrarse en que ‘Los líderes regionales del PP piden cambios drásticos en el Gobierno’. Los ministros y otros cargos ‘peperos’ dependientes directamente del dedo mágico de Rajoy pueden entonar su coro de alabanzas al líder de cuyo capricho viene toda su influencia, pero los ‘autonómicos’ tienen presupuesto y mando en plaza y han sido elegidos por sus paisanos, de modo que pueden hablar alto.
No estamos insinuando que con ello defiendan el bien, la verdad y la justicia; solo sus perspectivas electorales en las próximas autonómicas, a la vuelta de la esquina.En la foto, una reunión de gente mayor en torno a una mesa de comedor, con el pie: