Al final de los telediarios de la noche, en la información sobre el jaleo catalán, vendría bien que el locutor dijera aquello que en mi infancia era señal de que los dibujos animados no habían terminado: «No se vayan, aún hay más».
No me hagan contar las primeras que llevamos ya cubriendo la saga, pero son muchas, demasiadas, y auguro desde ya que su desaparición del centro del escenario vendrá antes por aburrimiento y hartazgo que por falta de noticias.
Somos de cansarnos deprisa, y cada capítulo debe darnos un subidón para mantener la audiencia, y aunque hasta ahora el guion se ha mantenido a la altura, con sus bruscos cambios de género -de la epopeya nacional a la lírica de la revuelta; de la novela psicológica al humor del absurdo y la parodia-, no hay entusiasmo que cien años dure, y menos ahora que la serie entra en fase de tribunales.
‘El independentismo deberá responder hoy a la justicia’, abre El País. Entiendo lo que quiere decir, lo que no quita para que me parezca un titular poco afortunado, que parece dar la razón a muchos secesionistas -empezando por Carles- que hablan de ‘juicio a las ideas’.
Los tribunales no van a juzgar ‘el independentismo’ como opinión o movimiento; El País usa la palabra como colectivo, para agrupar a todos los encausados, que lo son por la comisión de delitos objetivos incluidos en el Código Penal.
Pero la ley es un anticlímax; la ley es poco dada a lirismos y epopeyas, no es sentimental y contrapone a las inflamadas consignas el preciso y árido articulado de los códigos. También es lenta, por garantista, con lo que los ritmos del relato tienen que ralentizarse, forzosamente.
La foto se repite en tres de mis cuatro cabeceras habituales, la tensa partida de los acusados de la estación de Sants en Barcelona. Fueron a despedirle tanto los que ven en ellos a unos héroes como quienes les reprochan el fantástico lío montado, cada grupo con sus banderas y sus gritos, en una escenificación perfecta de lo que se ha repetido hasta la saciedad: no es España lo que han dividido y enfrentado, sino la propia Cataluña.
La escena es medianamente preocupante, aunque no llegó la sangre al río. En esta ocasión.
La misma foto, en un plano más corto, abre ABC, acompañando al titular: ‘Orden de detención contra Puigdemont si no comparece hoy’, que va a ser que no.
Junto a la foto, a modo de híbrido entre pie y segundo titular, leemos: ‘Los golpistas, rumbo a los tribunales’.
El Mundo varía de foto de primera, y la que saca es, si menos noticiosa, más divertida: clases de resistencia pasiva impartidas por las CUP. Se ve a tipos sentados en el suelo mientras otros intentan, o fingen que intentan, moverles. Es todo tan deliciosamente anacrónico que me hace sentir joven. Me parece estar oyendo de fondo «We Shall Overcome» o, como poco, «L’Estaca». Todo muy ‘flower power’, que ya se les podía haber ocurrido en primavera.
Y, una vez más, el mejor titular de primera, en serio, las cosas como son: ‘Puigdemont fuerza su arresto y abandona al Govern ante el juez’. No se me ocurre mejor sinopsis del último capítulo.
Misma escena de Sants abriendo La Razón, aunque en este caso solo aparece el bando ‘españolista’ (je) en primer plano, y apenas pueden verse a lo lejos, recortadas, algunas esteladas.
El titular está en línea con el de El Mundo, aunque ligeramente menos impactante: ‘La fuga de Puigdemont acerca a Forcadell y los consellers a prisión’.
Mañana, más. Seguro.
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