Sánchez es un botarate. Sí, sé que no es forma de empezar el comentario de las portadas, pero cada día me resulta más inescapable. Parece evidente que alguien con la representación parlamentaria de Sánchez solo podría gobernar tras una crisis que no ha existido -la ola de corrupción es una broma, al menos en el sentido de que el partido que gobierna esté más limpio que el desalojado-, o quizá impulsado por un proyecto político clarísimo que aplicará mientras sea posible, a cualquier precio.
Pero Sánchez es un botarate porque es ya evidente que su único objetivo era ocupar la Moncloa, y su única meta hoy es mantenerse a costa de lo que sea.
Ayer, el Aquarius era «cuestión de humanidad» elemental. Y de foto, que fueron allí todos y su cuñada en un ‘Bienvenido Mr. Marshall’ invertido, solidario y tal.
Hoy el dichoso barco está más cerca, pero el Gobierno dice que no puede desembarcar, porque está demasiado lejos. Podía haber dicho lo que se suele cuando te asaltan los de las huchas de la Cruz Rojo: «Ya he dado, lo siento». O, en este caso, ya tenemos la foto.
Es imposible contradecirse tanto en tan poco tiempo; debe de estar batiendo algún récord. No hay en absoluto razón real alguna para recibir el barco la primera vez y no esta segunda, salvo la evidente: que la primera no se hizo por ninguna causa solidaria, sino electoralista.
El País, naturalmente, entierra la noticia en su portada, en quinto lugar: ‘España rehúye esta vez la acogida del ‘Aquarius’. Esta vez, ¿eh? No que no vayamos a dar en la próxima cuestación. Y España, nada de «el Gobierno», mucho menos, «Sánchez».
El Mundo se acerca bastante, bastante a llamarle, como yo, botarate: ‘Sánchez da otro bandazo con la inmigración e ignora el ‘Aquarius’.
Pero no, no es otro bandazo. No es que antes tuviera una idea de la inmigración y ahora tenga otra; Sánchez no tiene ideas, tiene instinto. No me parece correcto llamarle, como hacen tantos, ‘okupa de la Moncloa’, porque ha llegado allí siguiendo las reglas de la democracia parlamentaria. Pero sí actúa con la voracidad de quien se siente intruso y quiere aprovechar cada segundo, darse un atracón con todo lo que encuentre en la nevera e invitar a todos los colegas a un botellón mientras dure la racha.
ABC aprovecha para hacer sangre, para jugar con las mismas cartas de los otros, el sentimentalismo más desvergonzado: los ojos grandes y acusadores de un niño o un joven africano, junto al titular: ‘Sánchez abandona al Aquarius cuando está más cerca’. Droga dura, absolutamente bochornosa, pero donde las dan, las toman.
En comparación, el titular de La Razón, al que ni siquiera acompaña foto, es moderado: ‘Sánchez se autocorrige y rechaza ahora al «Aquarius».