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ENTREVISTA AL AUTOR DE 'LA DICTADURA INFINITA'
ENTREVISTA AL AUTOR DE 'LA DICTADURA INFINITA'

Luis del Pino: ‘Me di cuenta de que Occidente está perdido cuando silenciaron a Trump en las redes sociales’

7 de mayo de 2022

«La emergencia climática es una excusa para lo que en el fondo es un proyecto para ir acabando con la democracia».

«Estamos asistiendo a la consolidación de regímenes de carácter netamente asesino y torturador, como el régimen venezolano, sin que a nadie le importe, sin que Europa mueva un dedo, al revés».

«Occidente ha tirado la toalla, ya no quiere exportar democracia, al contrario, está evolucionando cada vez más, también él, hacia el autoritarismo siguiendo el modelo chino».

Luis del Pino (Madrid, 1962), llega a La Gaceta empapado después de haber soportado una tromba de agua del tardoabril madrileño, saluda con la educación de quien es hijo de la gran periodista Marichari González Vegas, la primera mujer en plantilla del ABC, y pregunta, a despecho del agua que se acumula en su ropa: «¿Comenzamos?». Sirva esta imagen para entender que sólo un hombre que se mueve por la vida sin paraguas puede llegar ser el periodista más desacomplejado de la radio española y el autor de un libro pesimista y esencial sobre la deriva de Occidente hacia el totalitarismo: La dictadura infinita (La Esfera de los Libros).

– ¿Ha escrito este libro porque se ha abandonado al pesimismo o está en modo pesimista porque ha escrito el libro?

Empecé el libro con un ánimo bastante pesimista y he acabado el libro con un ánimo más pesimista aún. Cuando comencé el libro fue después de la caída de Kabul, un poco para responder a la pregunta de cómo es posible que hayamos llegado a un mundo en el que la potencia triunfante en la Guerra Fría contra la Unión Soviética de repente pierda una guerra ante una panda de desarrapados como los talibanes. Es completamente desconcertante, ese fue el inicio del libro. Tras la caída de Kabul empecé a escribir y antes de terminar el libro, algunas de las tesis que planteé, como por ejemplo que Occidente está en estos momentos indefenso ante los totalitarismos externos, se han confirmado con la invasión de Ucrania por parte de Putin. Aunque Putin es la menor de las amenazas a las que nos enfrentamos, es un tigre de papel con un ejército que está demostrando que es absolutamente incapaz de derrotar a un país que es infinitamente menos poderoso como es Ucrania. Si mañana China invade Taiwán, Occidente va a tener que preguntarse: ¿y ahora qué hacemos, cuando no podemos hacer nada?

– ¿Cómo se le ocurrió escribir este libro? A mí no me ha parecido que sea un libro solo contra la política del apaciguamiento.

No, no solo es eso. Occidente tiene en estos momentos dos problemas distintos que están entremezclados. De un lado, un problema que le lleva a uno a preguntarse si no existe una especie de tensión estructural que hace que las sociedades, después de progresar hasta un cierto punto, de repente se vengan abajo. De hecho, el libro arranca comparando la situación de Estados Unidos y de Occidente hoy en día con una época histórica que guarda unos paralelismos asombrosos con lo que está sucediendo hoy en día, que es la época del colapso de la república romana. Ojo, no del imperio romano, sino de la república romana. Esos 60 años que van desde la toma de Cartago, cuando Roma triunfa sobre todo el mundo global que se conocía entonces hasta lo que es la invasión de Roma por las legiones de Sila seis décadas después. En esa fase hubo una decadencia rapidísima en la cual las instituciones romanas saltaron por los aires, empezaron las querellas intestinas a aflorar por todas partes y la democracia en Roma colapsó y dio paso al cesarismo y, posteriormente, al imperio. Ese, digamos, es el problema estructural que tiene hoy Occidente, parece que estamos siguiendo esos mismos pasos. Pero ese problema se agrava con otra tensión distinta que es el cómo Occidente está enfrentándose a todo lo que está fuera de su órbita de influencia, es decir, a las dictaduras que hay en la periferia y, en particular, a China, y lo que observamos es que Occidente está repitiendo hoy los mismos errores calcados que cometió en 1930 con el régimen de Hitler, pero con una diferencia y es que China no es la Alemania de Hitler, es un país mucho más grande, mucho más potente económicamente y además regido por un partido comunista absolutamente cruel e inmisericorde, pero muy profesional, que es capaz de controlarlo todo y que, además, tiene la paciencia de esperar a que Occidente se ponga en sus manos. Y en estos momentos estamos en sus manos, igual que dependemos energéticamente de Putin, dependemos industrialmente de China, y lo hemos visto durante la pandemia. En cuanto China deja de suministrar ciertos componentes, las fábricas en Occidente paran y China lo sabe, sabe que nos tiene absolutamente pillados.

– Se sabe que un guionista tiene 30 segundos para convencer a un productor de que haga su película. ¿Qué le dijo usted a La esfera de los libros para que le publicaran este libro?

He de reconocer que no tuve demasiado problema en convencerles porque realmente La esfera de los libros me contactó para pedirme que escribiera un libro, que eligiera yo el tema. Elegí el tema de un libro al que llevaba ya diez años dándole vueltas y que quería escribir porque siempre me ha apasionado el tema de las comparativas históricas. De hecho, lo que sucedió es que Imelda Navajo, la directora de La esfera, se quedó un poco sorprendida con la temática del libro. Ella esperaba un libro sobre actualidad y se encontró con un libro que toca la actualidad pero tratando de ponerla en cosas que han sucedido en el pasado para responder a la pregunta de por qué las cosas van tan mal en Occidente últimamente. Para responder esa pregunta es útil mirar atrás y ver qué pasó en otras épocas similares.

– Los españoles siempre hemos sido pesimistas con nuestra nación y optimistas con Occidente. ¿En qué momento hizo click su mente y vio perdido a Occidente?

Fue exactamente cuando vi que silenciaban a Donald Trump en las redes sociales. En ese momento comprendí que el poder había escapado a las instituciones democráticas, que el poder estaba ya en manos de una superestructura situada por encima y al margen de los poderes democráticos hasta el punto de que el presidente electo y legítimo de la principal potencia mundial pudiera ser silenciado en redes sociales. Ese detalle demuestra hasta qué punto en Estados Unidos la democracia no es que vaya a quebrar, es que ya ha quebrado y, en general, en todo Occidente. Pero allí nos llevan adelanto, la sociedad está dividida prácticamente al 50% entre dos segmentos ideológicos, pero ya la contienda no es democrática. Hay una mitad de esa sociedad, la mitad progre/woke que está convencida de que la otra mitad no tiene legitimidad para votar. No es que estuvieran tristes porque Trump hubiese ganado, es que estaban rabiosos porque consideraban que no tenía derecho a gobernar «porque era escoria moral». Ese pensamiento, el negar que exista dentro de un sistema democrático la posible confrontación de alternativas en igualdad de condiciones, significa la quiebra del sistema democrático. En el momento en que tú renuncias a usar las urnas como método pacífico de dirimir los conflictos lo único que queda es la apelación a la fuerza en todas sus formas, recurriendo a censuras, enviando a bandas que atemoricen al contrario… exactamente lo que pasó en la república de Roma a partir del año 146 a.C.

– Usted da por perdida la democracia en Occidente, sin embargo, hay movimientos de reacción en toda Europa. ¿Merece la pena luchar?

Yo creo que merece la pena luchar incluso cuando están las cosas perdidas. Es más, cuando la batalla está perdida es cuando más merece la pena luchar porque la lucha contra aquello que consideras malo o injusto es simplemente una obligación moral. Además, en España entendemos muy bien ese concepto porque somos uno de los países que tiene dentro de su historia de gestas gloriosas un mayor listado de gestas de resistencia heroica contra todo pronóstico y contra toda esperanza. Creo que hay algo enormemente hermoso en esa actitud y por lo tanto mi pesimismo respecto a Occidente no excluye las ganas de pelear por que las cosas al final no salgan así. Que las cosas estén yendo mal no quiere decir que no puedan solventarse, por ello hay que ponerse, incluso aunque sepamos que la probabilidad de revertir la situación sea muy baja.

– Cada uno de los capítulos del libro comienza con una muerte accidental, ¿cuál es su muerte accidental favorita?

De las que se mencionan en el libro yo diría que es la que se usa para abrir el libro, que es la del camionero comunista italiano al que matan a tiros los guardias comunistas del muro que separaba la Alemania comunista de la Alemania democrática, porque es una muerte completamente absurda. Es una muerte tan estúpida que puede enseñar muchas lecciones, por ejemplo que a los totalitarismos, en el fondo, les da igual que seas partidario del régimen totalitario, al final tú mismo también eres una víctima potencial.

– Es curioso que todas estas muertes accidentales se solventen con subvenciones…

Es una forma de intentar tapar bocas. A la mujer de este camionero comunista le dijeron que le iban a dar una subvención, pero nunca llegó.

– Uno de los capítulos más didácticos del libro es el que se refiere a los errores de nuestros padres. ¿Cuál fue el peor error que cometieron?

Si miramos el mundo actual y lo comparamos con la década de 1930 también hay paralelismos asombrosos e inquietantes. Lo que pasó en 1930 es que las potencias occidentales permitieron que el nazismo avanzara, creciera, se consolidara y eso nos costó 45 millones de muertos en la Segunda Guerra Mundial. Ahora mismo Occidente está permitiendo que pase lo mismo pero con China, y eso va a hacer que, antes o después, pasen dos cosas: que Occidente pase a depender de China y China se convierta en el amo del mundo, o que termine estallando el conflicto y que eso nos cueste millones de muertos. Si hubiera que concretar ese error de 1930 sería el de anteponer la paz mundial a todo. Si consideras que la paz mundial es el objetivo prioritario, automáticamente todo lo demás, incluyendo los derechos humanos, pasan a ser secundarios. En la década de 1930, para mantener la paz mundial, las potencias occidentales consintieron, porque lo sabían, que Hitler comenzara su genocidio contra los judíos. Occidente no movió un dedo para ayudarlos. Hoy está sucediendo lo mismo en China: está cometiendo un genocidio denunciado ya por todas las organizaciones de Derechos Humanos en la región de Xingjian de mayoría musulmana. Más de un millón de personas han sido encerradas en campos de reeducación, están siendo torturadas, sometidas a programas de lavado de cerebro… y nadie hace nada. ¿Por qué? Porque tenemos que coexistir con China. De nuevo estamos anteponiendo la paz mundial, la economía mundial, la estabilidad mundial, incluso a los derechos humanos. El agravante es que en Occidente tenemos una quinta columna que está trabajando activamente al servicio de China y estamos empobreciendo en estos momentos conscientemente a Occidente para que China crezca y al final eso va a redundar en que China nos tiene absolutamente pillados. Todo el empobrecimiento de Occidente con la excusa ecologista para lo único que está sirviendo es para enriquecer a China, no se está combatiendo ningún cambio climático.

– Hablando de China, hablemos de la pandemia provocada por el virus chino. Le quiero dar las gracias por su lucha, casi en solitario, durante los primeros meses de confinamiento. Mientras muchos aplaudíamos y cantábamos, usted sacaba una cacerola a la que nos fuimos sumando, poquito a poco, miles, pero con usted comenzó todo.

Me parece que esa lucha era fundamental. Soy alguien consciente de que, cuando hay un peligro, por ejemplo, una pandemia, hay que tomar medidas restrictivas y yo lo he apoyado, pero lo que es inadmisible es que se haga de manera ilegal y violentando tus derechos, imponiendo un estado de alarma que, como luego hemos visto, era anticonstitucional. No podemos tolerar eso, lo más terrible es que, durante la pandemia, hemos aprendido a tolerar vulneraciones de derechos. Cuando se violentan los procedimientos legales con la excusa de las restricciones, empezamos a tener un problema. La pandemia no es el único asunto con el que se hace eso, también se usa la emergencia climática como excusa para lo que en el fondo no es sino un proyecto para ir acabando con la democracia e ir sustituyéndola por un autoritarismo donde ciertas cosas queden al margen del debate democrático como denuncio en el libro.

– Todos los que fracasaron con la pandemia y están fracasando con el cambio climático, nos proponen un «gran reinicio». ¿Puede ser esa la solución?

Quienes proponen ese gran reinicio, como los dirigentes del Foro de Davos, realmente lo que han hecho ha sido es aprovechar la pandemia para impulsar con mayor fuerza aún una serie de dinámicas que ya estaban en marcha: esa sustitución de los Estados nación democráticos por otras estructuras situadas por encima donde la gente «importante» se reúne, toma decisiones sobre hacia dónde tiene que ir el mundo y luego esas decisiones que se han tomado de forma no democrática van hacia abajo y se imponen en los parlamentos nacionales. ¿En qué momento nos hemos cargado la estructura democrática para sustituirla por el dominio de unas élites muy pequeñitas, pero poderosas, que son quienes deciden si podemos comer carne o no o si tenemos que empezar a comer insectos? A mí me gustaría que todo eso se debatiera en mi parlamento, que es donde tengo el control.

– Una última pregunta. Iberoamérica, que es la principal preocupación para la Fundación Disenso, para La Gaceta de la Iberosfera… ¿de dónde sacamos otro Reagan, como el que está presente en el libro?

La figura de Ronald Reagan es curiosísima. Es uno de los mejores presidentes que ha habido en la historia, no solo porque derrotó a la Unión Soviética, sino, sobre todo, por cómo lo hizo. Ronald Reagan es el presidente norteamericano bajo el cual hay un cambio de política radical con respecto a Iberoamérica. Y es que, hasta ese momento, desde Estados Unidos se había estado apoyando a dictaduras, llamemos de derechas, o prooccidentales, para oponerse al comunismo de Cuba o de Nicaragua. A partir de que llega Reagan al poder, se produce un cambio radical. Empiezan a desaparecer esas dictaduras sustituidas por regímenes democráticos y, cuando Reagan deja la presidencia ocho años después, en 1988, resulta que toda Iberoamérica había hecho la transición de dictaduras prooccidentales a democracias, salvo Chile que lo haría al año siguiente. Es decir, Reagan se dio cuenta de algo importante: si queremos derrotar al totalitarismo soviético, no podemos dedicarnos a apoyar dictaduras como medio de contención, tenemos que demostrar que somos moralmente superiores. Él logró que toda Iberoamérica se democratizara. Aquello que fue un movimiento enormemente ilusionante, y yo creo que esperanzador para Iberoamérica, se ha venido abajo después y, en estos momentos, miras a Iberoamérica y te das cuenta de que ya no es el comunismo soviético el que está tomando el control de aquello; es una especie de populismo infecto, pretendidamente bolivariano, y que guarda enorme relación con las estrategias de expansión internacional de China. China está haciendo una labor, a través de lo que llaman la nueva ruta de la seda, de penetración en todos los países musulmanes, en África e Iberoamérica, silenciosa pero brutal. Y en estos momentos, aquellos Iberoamérica democrática está encerrada, cada vez más presa de regímenes que uno pensaba que habían quedado desterrados de la historia. Estamos asistiendo a la consolidación de regímenes de carácter netamente asesino y torturador, como el régimen venezolano, sin que a nadie le importe, sin que Europa mueva un dedo, al revés. Cada vez que la oposición venezolana ha intentado derribar a ese régimen infecto, desde Europa se ha salido a ayudar al régimen infecto, a ganar tiempo para tratar de desarticular a la oposición. En esas estamos, la democracia triunfante de finales de los años 80, en estos momentos, es una democracia en retroceso en todo el mundo. Occidente ha tirado la toalla, ya no quiere exportar democracia, al contrario, está evolucionando cada vez más, también él, hacia el autoritarismo siguiendo el modelo chino.

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