«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Bienvenidos a la República Democrática Popular de Madrid

Con tanto fascista que hay, según leo, por todas partes, no entiendo bien por qué a la gente le cuesta tanto obedecer a los ‘alcaldes del cambio’ que, al final, se desviven por nuestro bien.

Ahora la gente -fascitas, no hay que decirlo– anda muy revuelta por la genial idea de Carmena, alcaldesa de Madrid, de hacer de algunas de las calles principales de la Villa y Corte vías de sentido único. No, no para los coches: para los peatones.
La fascistada, que no entiende nada, cree que es absurdo y no ve el sabio y profundo sentido de este ejercicio aparentemente disparatado, que no es otro que el de acostumbrarnos a ir siempre en la dirección que se nos marque. Reflejos condicionados, se llaman. Si la medida tuviera lógica, ¿qué mérito tendría obedecerla? Bueno, también hay guardias, a modo de bolardos humanos, para animar a los más recalcitrantes. ¿Qué mejor función para las fuerzas del orden de una gran capital que pastorear a los ciudadanos?
Digamos que vas con tu hijo y se te queda detrás: dale por perdido. Imagino que puedes gritarle que se quede quieto y recorrerte un kilómetro dando la vuelta, pero a poco movido que sea el niño, ese no parece un expediente muy útil. Así que quizá lo mejor será dejar que el Ayuntamiento se ocupe de él con esa amorosa solicitud con que cuida de todos nosotros. Quién sabe, podría convertirse en un okupa de provecho.
Oportunidades no faltan: ya en 2015 el equipo municipal ya estaba trabajando en un plan para ceder edificios municipales a colectivos vecinales y sociales, incluyendo centros okupas, al estilo del Patio Maravillas. El bondadoso corazón de Carmena no puede consentir que esos jóvenes antisistema, cuya única culpa es una determinación valerosa e insobornable de combatir al Capital no dando un palo al agua, tengan que hacinarse en cualquier cuchitril o -¡horror!- pagar un alquiler.
Bueno, para algo deberá servir lo que pagamos de IBI los demás, ¿no? Otra salida que puede encontrar su hijo, en caso de que se le pierda en Preciados y no pueda volverse a buscarlo, es plantar un huerto en el Barrio de Salamanca. Ya, uno pensaría que no es exactamente el sitio ideal para cultivar berenjenas, pepinos y cebollas, entre Milford y la Embajada Italiana, pero esa no es la cuestión; lo importante es que empecemos a aceptar que somos siervos de la gleba y que los ediles de Ahora Madrid son nuestros nuevos señores feudales.
Esa es la ‘nueva política’, al final, una vuelta al bucólico feudo señorial. ¿O no es comportarse como señor de horca y cuchillo contratar cargos a dedo (44 denunció el año pasado Ciudadanos en Madrid), colocar a parientes y ofrecer contratos a los amigos? Y todavía habrá quien diga que estos grupos no tienen una política familiar…
Las oportunidades en los ayuntamientos del cambio son infinitas. Nuestro joven, si es emprendedor, puede emigrar a Barcelona a emprender una carrera comercial como empresario minorista. ¿Créditos, avales, impuestos, mil regulaciones, alquiler de un local? ¡Nada de eso! En Barcelona, Ada Colau ha desplegado una actitud de «laissez faire» que ni Juan Ramón Rallo en sus días de furia. Libertad total sin impuestos, permisos, regulaciones ni todas esas molestias que entorpecen y frenan la creación de empresa.
Bueno, sí, hay un ‘pero’: conviene que el sujeto sea morenito, tanto como sea posible y, si se le pregunta, que diga que viene de Senegal. Porque los ‘botiguers’ de toda la vida siguen con el agua al cuello hundidos en créditos, alquileres, normas de todo tipo y condición e impuestos a toda autoridad que idee algún gravamen. Los favorecidos con el enfoque libertario de Colau son solo los manteros.
Son antisistema, ya se sabe, y el modo de complacer a estos nuevos alcaldes es ser ilegal. Imagino que les hace recordar su juventud, parasitaria en tantos de ellos, activista en los más y roja pasión en todos.
De hecho, empleos de verdad, de esos tan aburridos y convencionales, si uno no ha sido agraciado con el parentesco oportuno, ya es más difícil. Ahorrar, ahorrar, ahorrar es el lema de Carmena, que las placas de las calles con nombres que tengan algún atisbo franquista no se cambian gratis.
Por eso intenta que le salgan gratis tareas que tradicionalmente se han hecho pagando. Debe de ser la famosa ‘economía colaborativa’ la que ha inspirado a la alcaldesa madrileña para proponer que las madres -no los padres, que esto no es ideología: las madres- se ocupen de la limpieza de los colegios de sus hijos, ya saben, las tareas propias de su sexo, pero en local ajeno y por la patilla.
También propuso para los niños madrileños convertir en un juego el recoger colillas del suelo, eso que sus ignorantes y pequeñoburguesas madres les han dicho que nunca deben hacer. ¿No estaba usted ya harto de que el niño se pasara las horas muertas encerrado en casa jugando a la Play? ¡Pues Carmena tiene nuevos y excitantes juegos que proponerles al aire libre!
De hecho, su concejal de Cultura y Deporte, Celia Mayer, propuso el año pasado el programa ‘Abriendo espacios’ que consistía básicamente en llevar a los niños a jugar a los solares sin construir. ¿Qué padre no dejaría confiado y feliz a su pequeño vástago en una escombrera donde podrá explorar el terreno entre hierros oxidados, latas vacías y bloques de cemento?
Uno podría empezar y no parar hablando de los imaginativos proyectos de Carmena et al. para convertir nuestras grandes ciudades en pequeños Stalingrados, desde la guerra contra las terrazas de todos ellos hasta la inquina al turismo de Colau; desde la singular idea de promover el turismo en Vallecas hasta los locales de ensayo en los túneles peatonales.
Eso es lo emocionante de vivir en las ‘ciudades del cambio’, lo que el hatajo de nostálgicos del franquismo no quiere entender: no sabe en ningún momento cuál será la siguiente ocurrencia. Vistas las aprobadas hasta la fecha, podría ser literalmente cualquiera, quizá reunirnos por parejas en Sol para bailar un chotis multitudinarios o poner chiringuitos en el Manzanares; el cielo es el límite en la República Democrática Popular de Madrid.
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