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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Curas separatistas justifican el golpe del Govern y exigen su excarcelación

Los sacerdotes separatistas se dirigen en su escrito al conjunto de los católicos españoles y piden la puesta en libertad de los golpistas.

Más de doscientos sacerdotes y diáconos catalanes han firmado una carta abierta a los católicos españoles en la que exponen sus consideraciones sobre los hechos ocurridos en los últimos meses en Cataluña, piden diálogo y “comprensión mutua” y abogan por “un nuevo acuerdo que haga posible una convivencia respetuosa entre Cataluña y España, fruto de negociaciones amistosas y de pactos acordados”.
A continuación reproducimos íntegramente la carta abierta »a los católicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad de España».
POR EL RESPETO Y LA CONCORDIA
desde Cataluña, 3 diciembre 2017
Queridos hermanos y conciudadanos:
Como cristianos y profundamente preocupados por la situación generada en Cataluña y en España a raíz de los hechos ocurridos en los últimos meses en referencia al proceso catalán, queremos compartir con vosotros unas breves consideraciones que esperamos que puedan contribuir a una mejor convivencia social en Cataluña y a unas relaciones más justas y armoniosas de Cataluña con España.
Nos dirigimos a vosotros que os sentís españoles y que amáis a España; nosotros nos sentimos catalanes y amamos a Cataluña. Pero estamos seguros de que, por encima de cualquier causa, creemos todos que la máxima ley que tiene que inspirar a la sociedad es el reconocimiento de la dignidad de toda persona humana y el respeto de sus derechos fundamentales, junto con el esfuerzo de todos por acoger y tratar de entender las razones que mueven a unos y otros a pensar y actuar como lo hacen.
El contencioso entre Cataluña y España se ha planteado reiteradamente hace años y siglos. Ya en 1985 los obispos de Cataluña formularon de manera clara y respetuosa su visión sobre este tema, en un documento citado a menudo como referencia: «Como obispos de la Iglesia en Cataluña, encarnada en este pueblo, damos fe de la realidad nacional de Cataluña, modelada a lo largo de mil años de historia, y también reclamamos para ella la aplicación de la doctrina del magisterio eclesial: los derechos y los valores culturales de las minorías étnicas dentro de un Estado, de los pueblos y de las naciones o nacionalidades han de ser respetados e, incluso, promovidos por los Estados, los cuales de ninguna manera pueden, según derecho y justicia, perseguirlos, destruirlos o asimilarlos a otra cultura mayoritaria. La existencia de la nación catalana exige una adecuada estructura jurídico-política que haga viable el ejercicio de los derechos citados. La forma concreta más apta para el reconocimiento de la nacionalidad, con sus valores y prerrogativas, corresponde directamente al ordenamiento civil» «(Raíces Cristianas de Cataluña n.8)».
Estas palabras nos recuerdan las del Papa S. Juan Pablo II en la ONU: «El derecho de las naciones a la existencia es ciertamente el presupuesto de los otros derechos de una nación: nadie, pues –ni un Estado, ni otra nación ni ninguna organización internacional– está nunca legitimado a considerar que una determinada nación no es digna de existir. Este derecho fundamental a la existencia no exige necesariamente una soberanía estatal, ya que son posibles diversas formas de agregación jurídica entre diferentes naciones (…). Puede haber circunstancias históricas en las cuales agregaciones diversas de una soberanía estatal pueden resultar incluso aconsejables, pero a condición de que haya un clima de auténtica libertad, garantizada por el ejercicio de la autodeterminación de los pueblos» (5-X-1995).
Sobre esta base, una parte muy significativa de la población catalana ha manifestado explícitamente que quiere ser reconocida como sujeto político soberano, con la capacidad y el derecho de decidir libremente su futuro político, sea éste continuar todos como un solo Estado o bien constituir un nuevo Estado catalán que vehicule y articule unas relaciones políticas y económicas distintas entre Cataluña y España.
Muchos catalanes quieren la independencia, y también muchos catalanes se sienten españoles y quieren seguir en España. Por esto es preciso afrontar la decisión sobre el futuro de Cataluña con un exquisito espíritu de diálogo y de confianza recíproca para que sean respetados con la máxima delicadeza los derechos tanto de la mayoría como de la minoría. El objetivo de todo este proceso no es fomentar la confrontación sino precisamente lo contrario, y lamentamos profundamente todo lo que ha contribuido a alimentar la tensión y la agresividad. Creemos necesario un nuevo acuerdo que haga posible una convivencia respetuosa entre Cataluña y España, fruto de negociaciones amistosas y de pactos acordados.
Entre vosotros se encuentran personas con altas responsabilidades políticas, económicas y judiciales, o bien con la capacidad de incidir en la opinión pública. Nos dirigimos especialmente a vosotros, que podéis influir decisivamente en un cambio de rumbo que facilite el diálogo y una mejor coexistencia, lejos de toda violencia y fractura social.

La encarcelación de los exconsejeros es ‘injusta’

Nuestros obispos también aludían a esta comunicación en el documento citado: «Quisiéramos que fuesen, principalmente, nuestros hermanos católicos de los otros pueblos de España los primeros en comprender y acoger estas aspiraciones. También, en contrapartida, tendríamos que ser los católicos catalanes los primeros a abrirnos a sus problemas. El sacerdote y escritor Carles Cardó hacía notar, en 1930, la importancia que podría tener para la paz civil en España que los católicos emprendiesen la tarea nobilísima de hacer comprender a sus respectivos conciudadanos el problema de los demás».
En este sentido, consideramos injusto y desacertado el encarcelamiento de los miembros del gobierno catalán y de los dirigentes de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y de Òmnium Cultural, y nos entristece también el exilio forzado del President Puigdemont y el resto de sus consejeros. Cuando por lo menos dos millones de ciudadanos catalanes avalan su acción, nos parece evidente que no nos encontramos delante de una acción delictiva por parte de unos políticos sin escrúpulos que se quieren saltar las leyes, sino de un problema político serio que pide coraje y amplitud de miras a los responsables del Estado. Os pedimos, por amor de la justicia y en vista al bien común de todos los catalanes y españoles, que hagáis todo lo que esté a vuestro alcance, no solo para su liberación inmediata, sino también para la cancelación de las querellas judiciales presentadas.
Sabemos que el tema de los conflictos nacionales ha ocasionado enfrentamientos graves en nuestro mundo moderno; pero estamos convencidos de que podemos ser capaces de escucharnos y de buscar sinceramente el bien de todos, más allá de nuestros sentimientos patrióticos. Nos ilumina el Evangelio de Jesús: «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios» (Mt 5, 6-9). Este reto no es fácil, pero después de un fracaso siempre es posible volver a intentar de nuevo el diálogo y la comprensión mutua. Mirémonos a la cara y escuchémonos, y no antepongamos ningún proyecto político a los grandes valores que nos tienen que caracterizar como seres humanos y, si tenemos fe, como creyentes.
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