«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El cuento separatista, la pesadilla del terror y la ruina

Ocupémonos de encajar a los oprimidos, son los débiles en este cuento, y pongamos a los separatistas donde se merecen.


Cataluña, líder en paro en octubre. Puigdemont, huído, en busca y captura. Para la gente medianamente inteligente ya estaría todo dicho: un inepto que, en pocos meses, ha llevado a su gente a la puñetera calle, mientras él se ha largado ha seguir viviendo del cuento. Sí, del cuento. Del cuento separatista.
Ese cuento que ofrece un país feliz, en el que a nadie le falta de nada, son más ricos que nadie y la alegría brota por las esquinas. Ese cuento de libertad y superioridad en el que los separatistas vivirán por siempre y para siempre, sin preocupaciones, agitando su bandera estelada mientras el resto del mundo les envidia por su valentía y superación.
Ese cuento en el que no se cuenta la opresión a la que han sometido a más de la mitad de catalanes que viven en silencio por temor a los separatistas. Tan pacíficos ellos que rompen la Constitución, la legalidad que emana del Estatut de Cataluña y las letyes de su propio parlamento. Ese cuento que no cuenta que someten a los niños que no hablan en catalán, que señalan a quienes no llevan su misma bandera, que amenazan a quienes osan enfrentarse a ellos. Ese cuento que no cuenta que son los verdugos de quienes hasta hace algunos años eran sus hermanos, padres, sobrinos, tios o amigos.
Ese cuento que no cuenta que más que un cuento es una pesadilla. La pesadilla del terror, del paro, de la supremacía, del totalitarismo, de la ruina, de la depravación, del odio. La pesadilla más horrible de quienes son los héroes de esta historia: el resto de catalanes que no piensan como ellos. Y que cada día tratan de sacar adelante a sus familias, a sus hijos, con trabajo y con esfuerzo, al margen de cuentos.
No en vano, un separatista es alguien que separa, que desune, que rompe. Primero con el resto, en este caso, los españoles, y después con los suyos. Proceso en el que ya están instalados desde hace años. Por eso han separado a sus vecinos, amigos y familiares entre separatistas y oprimidos. Y una vez lograran su República Catalana soñada se separarían entre ellos mismos. Porque su intransigencia es consigo mismos, su deslealtad, su inconsistencia, su amargura, su odio, es, querido amigos, consigo mismos.
Mi admiración y respeto por la mitad, y más, de catalanes que llevan años soportando la opresión de los verdugos separatistas. Mi admiración y respeto por todos los que, a pesar del terror instaurado por los separatistas, respetan la ley en Cataluña, respetan a sus vecinos, a sus padres, hijos, hermanos, abuelos… Los verdugos son ellos. Los delincuentes son ellos. Y no hay problema político.
A todos los que hablan de problema político y de su encaje en España les diría: ocupémonos de encajar a los oprimidos, son los débiles en este cuento, y pongamos a los separatistas donde se merecen. Ellos son los verdugos y los delincuentes. Al resto, mi cariño y todo mi apoyo.
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