La histórica reapertura de Notre Dame de París, cinco años después del devastador incendio que destruyó gran parte de la emblemática catedral, reunió el pasado sábado 7 de diciembre a más de 40 líderes internacionales. Sin embargo, España no contó con representación oficial, a pesar de que las invitaciones fueron enviadas tanto a los Reyes como al ministro de Cultura, Ernest Urtasun.
El Ministerio de Cultura justificó la ausencia del ministro alegando un compromiso personal que figuraba en la agenda del Gobierno: su asistencia a la función del espectáculo ‘Circlassica’ del Circo Mundial. Esta decisión ha generado críticas, especialmente porque ningún representante español acudió a la misa solemne, lo que ha sido interpretado como un desaire en un evento de gran relevancia internacional.
Desde Cultura, han trasladado la responsabilidad al Ministerio de Asuntos Exteriores, argumentando que no tienen competencia en asuntos de política exterior. Sin embargo, fuentes del departamento dirigido por José Manuel Albares han explicado que las invitaciones eran «personales e intransferibles«, dirigidas exclusivamente a los Reyes y al ministro Urtasun. Por ello, al rechazarlas, no era posible designar a otros representantes en su lugar.
El Palacio de la Zarzuela indicó que los Reyes declinaron asistir debido a compromisos en la apretada agenda de Felipe VI, lo que dejó la representación en manos del titular de Cultura. Ante su ausencia, España quedó completamente fuera del acto, en contraste con la fuerte presencia de otros países europeos.
Fuentes del Ministerio de Exteriores aseguraron que no recibieron consultas por parte de Cultura ni del entorno de Urtasun sobre las invitaciones ni la posibilidad de buscar una alternativa. Por su parte, el Ministerio de Cultura ha insistido en que la presencia internacional de España «no depende exclusivamente de ellos» y que simplemente notificaron la imposibilidad de asistir al evento.
La ausencia española en este acto ha sido duramente criticada por diversos sectores, que consideran que España debería haber tenido representación en una ceremonia de gran simbolismo histórico y cultural para Europa. Mientras tanto, el intercambio de responsabilidades entre ministerios deja en evidencia una falta de coordinación en la diplomacia cultural del país.