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HOY MUCHOS BARRIOS SON MARROQUÍES

El terror de Jordi Pujol por el ‘gran reemplazo’ que él mismo puso en marcha en Cataluña

Los expresidentes de la Generalidad de Cataluña Artur Mas y Jordi Pujol. Europa Press

El patriarca de la familia más corrupta de la España del siglo XX, Jordi Pujol Soley, ha causado gran escándalo en las almas progresistas y catalanistas al confesar que teme que la inmigración extraeuropea convierta a los catalanes en minoría dentro de Cataluña. ¡Ideas propias del fascista de Jean Marie Le Pen en la boca un luchador antifranquista!

¿Se ha convertido quien fuera presidente de la Generalitat durante un veintena de años (1980-2003) y ‘Español del año’ para el ABC en un adepto a la teoría del ‘gran reemplazo‘? Difícilmente, porque Pujol sabe que existe, porque él lo puso en marcha, aunque ahora está aterrorizado por los resultados.

Racistas con los andaluces y ecuatorianos

Eran conocidos desde hace décadas los exabruptos racistas de Pujol contra los demás españoles. En su libro La inmigración, problema y esperanza de Cataluña (1976) definió a Andalucía como un «país víctima de una asimilación destructora». Y «el hombre andaluz (…) es una prueba viviente de cómo los hombres necesitan de un pueblo seguro de sí mismo, de un pueblo sólido y muy definido en sus valores fundamentales: el hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido«. Puro cliché, como el del catalán avaro o el del vasco trabajador. 

Pero este racismo se ocultó y se disculpó porque el Sistema necesitaba a Pujol y su partido, Convergència Democrática (CDC), para detener a la izquierda comunista del PSUC. Luego, el desprecio de la izquierda española a su nación llevó a que algunos, como el comunista Vázquez Montalbán, aseguraran que Pujol era honrado y preferible a otro derechista, si era castellano o gallego.

Según el plan de los catalanistas, los otros españoles residentes en Cataluña que no aceptasen la ‘construcción nacional’ o la exclusión de la lengua española (la mayoritaria) serían condenados a muerte civil o invitados a marcharse. Todo ello aparece en el Programa 2000. La locura nacionalista ha arruinado a Cataluña y ha enfrentado de tal manera a los catalanes que incluso los separatistas pelean entre ellos, como comprobó hace unos días el condenado Oriol Junqueras al ser acusado de «botifler» por partidarios del huido Carles Puigdemont.

Y dentro del plan de adoctrinamiento de los catalanes y borrado de aquellos que se resistiesen se reservó un papel especial a los inmigrantes: el de sustitución de los «traidores». 

Captación de marroquíes

En los años 90, el catalanismo temió que la llegada de cientos de miles de hispanoamericanos, reacios a aprender catalán, agravase la «aculturación» de su Cataluña de tebeo. Entonces, a algunos cerebros se les ocurrió la brillante idea de traer inmigrantes musulmanes, sobre todo marroquíes y paquistaníes, porque ya que tendrían que aprender un idioma para vivir en Cataluña la Generalitat podría hacer que fuese el catalán.

De esta manera, los catalanistas tendrían cohortes para sus movilizaciones separatistas y mano de obra barata (¿podría cruzar el Ebro o los Pirineos para ganarse la vida un muchacho que hablase sólo árabe y catalán y que dependiese de los subsidios?) para los empleos sin cualificar.

A pesar de las quejas del Gobierno nacional, en 2003 la Generalitat abrió una delegación en Casablanca (Marruecos), a cuyo frente nombró a Àngel Colom, antiguo mandamás de Esquerra Republica (ERC), abducido por la máquina de comprar favores de Pujol. A diferencia de otras ‘embajadas’, como la del Vaticano, esta delegación estaba vinculada a la consejería de Trabajo y se dedicaba a ofrecer empleo en Cataluña a los marroquíes.

En los años siguientes, Colom siguió colocado en el partido de Pujol, se llamase CDC o PDCat, como secretario de Inmigración y presidente de la fundación Nous Catalans, que fue cerrada en 2016, durante el colapso de Convergència.

En 2011 Colom expuso claramente que el catalanismo debía convertir a los recién llegados en catalanes nacionalistas, que cantasen ‘Els Segadors’ y se emocionasen con las victorias del Barça sobre el Real Madrid. Lo importante para los separatistas era que los musulmanes ondeasen la ‘estelada’ y fueran a la Diada. Su integración era secundaria. También en ese año, según desveló Chris Coleman, Pujol escribió una carta al ministro de Asuntos Exteriores marroquí en la que cubría de elogios al país y reprochaba al PP y al PSOE que no le apoyasen en la UE en la anexión del Sáhara Occidental.

Antes minaretes que campanarios

Artur Mas, cuando era ‘conseller en cap’ de Pujol, declaró en una entrevista en TVE (noviembre de 2001) que no le importaría tener una nieta musulmana si hablaba catalán. Sorprende semejante confesión en un individuo que asiste a misa y que ha medrado en un movimiento político, el catalanismo burgués, conocido por su clericalismo católico. Sería de esperar que para un católico la fe estuviera por encima de todo lo demás, pero el nacionalismo ya se sabe que mata la religión. Oriol Junqueras, con tal de ganar adeptos para la independencia, asistía a una procesión católica y a una mezquita

Entre la fe y la nación, los catalanistas optaron por la nación, pero es que hay gente que, a diferencia de Mas, Pujol o Junqueras, no está dispuesta a renunciar a su fe. 

Para alcanzar su Ítaca, a los políticos catalanistas les ha importado un comino que algunos de los ‘nous catalans’ prediquen el salafismo o sean espías. Cuando el CNI pidió la expulsión del marroquí Noureddine Ziani, militante de CDC, por sus vínculos con el servicio de inteligencia de su país, Colom y otros dirigentes del partido le defendieron y señalaron que todo era una invención de ‘Madrid’ para debilitar el apoyo al separatismo entre los musulmanes

Otro militante de CDC y partidario de la independencia de Cataluña, el paquistaní Khalid Shabaz, no sólo era un islamista radical, sino que además fue detenido por estafa y falsedad documental. 

La esterilidad de los nacionalistas

El fracaso del nacionalismo vasco y catalán se revela en que ambas regiones españolas, gobernadas casi ininterrumpidamente desde 1980 por partidos nacionalistas, tienen bajísimas tasas de natalidad. Los vascos y los catalanes nacionalistas, que se creen superiores al resto de los españoles, que sostienen que hacen mejor las cosas que en ‘Madrid’, que son más europeos y cultos, y que cobran suculentos sueldos, han optado por la esterilidad y la extinción.

Las consecuencias de este reemplazo promovido desde el poder político local ha conducido a que Cataluña sea la región española con mayor número de musulmanes residentes: más de 500.000. En algunos pueblos del interior, la población musulmana rebasa ya la tercera parte del censo. Pero los caciques catalanistas, sectarios hasta el suicidio, prefieren, como la alcaldesa de Barcelona, poner carteles en árabe o tagalo antes que en español.

Es tal el odio de los catalanistas a lo español que, con tal de romper con su identidad, han aceptado convertir muchos de los barrios de las ciudades catalanas en marroquíes.

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