«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
quiere «derogar el sanchismo» pactando con los socialistas

La estrategia electoral del PP para el 23J: arrinconar a VOX y tratar al PSOE como socio preferente

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El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. Europa Press

Los acuerdos de investidura del PP con VOX en Valencia, Baleares y Extremadura, así como en más de un centenar de ayuntamientos, dejan claro que el partido de centro no tiene más aliado verdadero que el partido de derecha. En Barcelona y Vitoria, el PP ha puesto como alcaldes a socialistas a cambio de nada, sólo por evitar que las alcaldías pasasen a Ada Colau (Comuns) y a Rocío Vitero (EH Bildu). Ni las gracias recibió de los socialistas. Semejante grosería es la misma con la que el PP trata a VOX, al que parece hacerle un favor aceptando sus votos.

Con la constatación de este hecho, la estrategia del PP en la campaña para las elecciones generales puede sorprender, ya que consiste en zurrar a VOX con tanta dureza que hasta le atribuye ser «un aliado del sanchismo». Los socialistas, que saben que sólo pueden gobernar uniendo a la galaxia de partidos a su izquierda que ha pasado de usar la etiqueta de Unidas Podemos a la de Sumar, no arremeten contra Yolanda Díaz con semejante acidez. Su aparato de propaganda ha tratado de calificar como bulo que Pedro Sánchez dijera que «no dormiría tranquilo» con Podemos en el Gobierno.

¿Cómo se explica esta conducta? ¿Modales del viejo bipartidismo contra los que entran en su finca sin pedir permiso? Las razones están en el plan de campaña del Partido Popular.

El enemigo está a la derecha

Desde las elecciones de locales de mayo, la cúpula del PP está convencida de que el deseo de expulsar a Sánchez de Moncloa, y el desastre económico y social de su Gobierno de cinco años son tan grandes que recibirá votos de antiguos electores de Ciudadanos y hasta del PSOE. Los cálculos de las casas de encuestas que trabajan para el partido de centro, junto con la desorientación de los tertulianos progres después del debate entre Sánchez y Feijoo, les llevan a soñar incluso con más de 160 diputados, un grupo parlamentario con el que consiguieron formar Gobierno la UCD de Adolfo Suárez en 1977 y 1979, y el PP de José María Aznar en 1996.

Por eso, en los días que faltan para el 23 de julio, el PP va a seguir castigando al electorado de VOX con la trampa del «voto útil»: «Hay que echar a Sánchez y el único que puede hacerlo es Feijoo», «votar a VOX en la mitad de las provincias es dar más escaños al PSOE», «la lista ganadora es la nuestra», «VOX sólo quiere sillones»… La prensa de papel, cuyo negocio ya no es la información, difunde sin ninguna vergüenza el argumentario que sale de la sede de la calle de Génova.

Esta campaña, calcula la dirección del PP, aumentará su número de diputados a costa de VOX. En consecuencia, VOX saldrá tan débil y humillado de las elecciones que no le quedará otra que regalar sus votos en la investidura. Y si de alguna manera se resistiese, recibiría otra dosis de jarabe de palo de los medios.

A la vez, el partido centrista está convencido de haber encontrado a los unicornios de la política española: los socialistas «patriotas» y «moderados». Feijoo ha declarado que contará con Felipe González, a quien ha reconocido haber votado en 1982. En esta línea también están otros veteranos del PP como González Pons, García-Margallo y hasta la reaparecida Soraya Sáenz de Santamaría.

El PSOE «sensato y moderado«

En una entrevista en El Español este domingo 16, Feijoo ha desvelado la estrategia que aquí comentamos: «No me siento cómodo con VOX» y «me siento más cercano a Page, si necesito 20 escaños voy a hablar con el PSOE». Es decir, antes el PSOE, socio actual en el Parlamento Europeo, e incluso el separatista PNV, al que no le quitaban el sueño los asesinatos de ETA, que VOX.

¿Y por qué el PSOE entregaría esos 20 votos imprescindibles a Feijoo? Porque, en caso de no hacerlo, el político gallego les amenazaría con meter a VOX en el Gobierno nacional. Antes de tener a Santiago Abascal firmando en el BOE, los socialistas, que según este plan defenestrarían a Sánchez, le pedirían a Feijoo que por favor aceptase sus votos con tal de salvarles de una España en blanco y negro. Pero, ¿de verdad los socialistas los darían gratis? ¿Y cuáles serían las alianzas para aprobar las leyes de ese hipotético Gobierno del PP durante la próxima legislatura?

Los obsesionados con «echar a Sánchez» deben preguntarse cómo Feijoo va a «derogar el sanchismo» pactando con el PSOE. Parece que se nos viene encima otra legislatura rajoyana, que comenzó con la mayor subida de impuestos padecida por los españoles —para salvar el Estado de las Autonomías—, y prosiguió sin que la mayoría absoluta del PP derogase ninguna de las leyes aprobadas por Zapatero. Podría ocurrir que la ley trans siguiese permitiendo la mutilación de niños y las multas a quienes se opusieran a ella.

Las tablas de Excel y los Power Point aseguran a los dirigentes del PP que disponen de estas dos alternativas. Y están tan contentos que ya empiezan el reparto de ministerios. Pero, ¿qué pasaría si el griterío de la izquierda por un lado y el bombardeo sobre VOX realizado por el PP y sus altavoces por otro hacen que Sumar se convierta en el tercer partido?

En el caso de que PP y VOX no alcanzasen los 176 escaños, se disiparían las voces de disidentes en el PSOE que los tertulianos afines al PP dicen escuchar. Una vez pasadas las celebraciones en Moncloa, Sánchez abriría otra vez la tienda de saldos y ofertas para comprar los votos necesarios para una nueva investidura con retazos del Estado. El PNV, Bildu, ERC y hasta Teruel Existe volverían a ser los dueños de España. O quizá Sánchez exigiese a Feijoo que se abstuviera en su nueva investidura.

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