Los cuatro -que están siendo defendidos por dos abogados habituales de presos etarras- han negado haber coreado consignas a favor de ETA.
Los 4 jóvenes acusados de terrorismo por los incidentes violentos en el casco antiguo de Pamplona, el 11 de marzo de 2017, han negado que participaran en los disturbios, ya que cuando empezaron huyeron de la zona hasta que tres de ellos fueron detenidos en una plaza en la que habían quedado previamente para regresar a Rentería (Guipúzcoa).
A los cuatro acusados, para los que la Fiscalía pide 7 años de cárcel y que desde hoy están siendo juzgados en la Audiencia Nacional, se les han mostrado imágenes en las que aparecen en la manifestación no autorizada convocada ese día en Pamplona por la «izquierda radical abertzale» autodenominada «Errepresioari Autodefentsa» y a la que acudieron desde Rentería en un autobús contratado por uno de ellos -Asier P.B.-
Solo uno de los acusados ha explicado que acudió en coche porque había quedado con una amiga en Pamplona a las siete de la tarde y que cuando aparcó el vehículo vio la manifestación y decidió unirse porque le quedaba tiempo.
Los cuatro -que están siendo defendidos por dos abogados habituales de presos etarras- han negado haber coreado consignas a favor de ETA, haber lanzado piedras o haberse encapuchado, si bien el que acudió en coche -Julen P.G.- se ha reconocido en una de las imágenes cogiendo una de una bolsa que había en la calle y después en otra con gesto de lanzarla, pero ha dicho que la cogió «por inercia» al huir y la tiró a una calle, sin saber explicar por qué.
Lo que sí han mantenido los cuatro es que cuando se produjeron los incidentes, que consintieron en lanzamientos de piedras y quema de contenedores, huyeron del casco viejo para refugiarse y que los tres que llegaron en autobús, cuando se encontraban ya en la citada plaza, fueron abordados por unos policías de paisano -como comprobaron después-, que tras preguntarles la hora, se abalanzaron sobre ellos para arrestarles.
Uno de lo policías que han participado en la investigación de estos hechos ha asegurado que el día de los disturbios, que ha descrito como «una lluvia de piedras tremenda», las calles del casco viejo de Pamplona estaban abarrotadas porque había buen tiempo y había muchas familias con niños paseando.