Lluís Prenafeta, mano derecha de Jordi Pujol en la Generalidad identificado como «poder en la sombra», ha fallecido a los 86 años de edad. Figura influyente durante los años de hegemonía de Convergencia Democrática de Cataluña, su trayectoria política y empresarial estuvo marcada por una mezcla de fidelidad inquebrantable, poder entre bambalinas y escándalos judiciales.
Originario de Ibars de Urgel (Lérida), Prenafeta tuvo un papel clave en los primeros pasos del autogobierno catalán tras la recuperación de la democracia. Como secretario general de Presidencia entre 1980 y 1990, fue artífice de proyectos estratégicos como la fundación de TV3 y Catalunya Ràdio, o el impulso del cuerpo policial autonómico, los Mossos d’Esquadra. También trabajó con ahínco en la proyección internacional de la Generalidad, siendo uno de los organizadores del histórico encuentro entre Pujol y el entonces presidente de Estados Unidos, George H. W. Bush, en la Casa Blanca, en 1990.
Después de abandonar su carrera institucional, se volcó en el sector privado, donde siguió cultivando relaciones de alto nivel. Uno de sus mayores logros fue cerrar acuerdos con grandes corporaciones, como las negociaciones con Anheuser Busch para el desarrollo de un parque temático en Tarragona, germen de lo que hoy es Port Aventura. Sin embargo, su aventura en el ámbito mediático con el diario El Observador no tuvo el mismo desenlace.
Su vínculo con Pujol no fue sólo político, sino profundamente personal. «Fui, soy y seré amigo del president», afirmaba sin ambages. En una entrevista en Catalunya Ràdio —emisora que él ayudó a levantar desde los cimientos— llegó a declarar que «pondría las dos manos en el fuego por Jordi Pujol» y defendió con vehemencia que el expresidente «no se ha llevado ni un euro». Eso sí, su lealtad no se extendía a toda la familia: del hijo mayor de Pujol dijo que «por él solo pondría un dedo». Incluso admitió haber advertido a Pujol, «aunque con la boca pequeña», de que Junior no parecía seguir el camino adecuado.
Junto a Macià Alavedra, Prenafeta formó parte del círculo más estrecho del poder durante la era pujolista. Ambos comparecieron en el Parlamento en defensa del expresidente tras su confesión pública sobre la existencia de una fortuna oculta en Andorra. Lejos de retractarse, reafirmaron su apoyo y lo exculparon públicamente, insistiendo en la honorabilidad de su figura.
Su legado quedó ensombrecido en sus últimos años por su implicación en el caso Pretoria, una trama de corrupción urbanística que sacudió a varias figuras destacadas del pujolismo. En 2017, Prenafeta admitió haber ocultado casi 15 millones de euros al fisco procedentes de comisiones, lo que permitió reducir la pena solicitada por la Fiscalía —de casi siete años— a una sanción económica de 5,8 millones de euros y evitar la cárcel, aunque sí pasó por prisión provisional durante la instrucción del caso. Lejos de mostrar arrepentimiento, afirmó sentirse «orgulloso» de su labor como intermediario en negocios privados.