Ese maltrato a estas víctimas es de «una vileza enorme», ha denunciado Echeverría, que ha instado a las instituciones a que olviden que cualquier persona en situación de debilidad como es la que sufren las víctimas debe ser protegida.
Joaquín, el padre de Ignacio Echeverría, asesinado el año pasado en Londres por yihadistas, ha manifestado que el recuerdo de su hijo le emociona pero que por lo que siente un «profundo dolor» y «preocupación» es por el maltrato y el rechazo social que sufren muchas víctimas del terrorismo.
«Tengo la sensación de que en este momento hay entornos sociales en los que ser víctima del terrorismo te estigmatiza, hay persecución en el País Vasco y Navarra», ha dicho Echeverria en la último jornada del curso de verano de la Complutense organizado por la Fundación de Víctimas del Terrorismo.
Echeverría, que ha participado en una mesa redonda junto con Antonio Miguel Utrera, superviviente de los atentados del 11-M y Raquel Alonso, la mujer que estuvo casada con un yihadista, ha recordado a su hijo como una persona «buena», «entusiasta», «inocente» y que «hizo lo que tenía que hacer».
Muy emocionado al hablar de su hijo, aunque ha dicho que «nunca se seca las lágrimas» cuando le recuerda, Joaquín ha mostrado su sorpresa por el trato que reciben muchas víctimas del terrorismo.
«Conmigo se ha portado todo el mundo muy bien, tengo la sensación de que soy un privilegiado pero por ejemplo las familias de Alsasua que tienen que marcharse de allí no pueden ni vender su casa porque nadie se la compra».
Ese maltrato a estas víctimas es de «una vileza enorme», ha denunciado Echeverría, que ha instado a las instituciones a que olviden que cualquier persona en situación de debilidad como es la que sufren las víctimas debe ser protegida.
De hecho, ha asegurado que le preocupa y teme la «atomización» en el tratamiento de las víctimas, que deberían tener el mismo trato en cualquier lugar de España.
Una idea en la que han coincidido las otras dos voces de la mesa. Antonio Miguel Utrera, superviviente del 11-M, ha abogado porque el testimonio de las víctimas se escuche en las aulas de colegios e institutos y Raquel Alonso ha opinado que no hay que politizarlas porque de esa forma se «devalúa» el valor que tienen.
Ambos han contado también sus respectivas historias, muy diferentes, pero con un nexo común, haber sido víctimas del terrorismo yihadista.
Tras estar en coma inducido siete días, numerosas operaciones que ni recuerda y secuelas aún físicas, Utrera ha relatado que aquel 11 de marzo de 2003 los pasajeros deambulaban por los andenes de Atocha como si se tratara de «un baile de sonámbulos», pero que con el paso del tiempo ha conseguido desvictimizarse.
«Para vivir hay que desprenderse de muchas cosas», ha asegurado el joven que tenía 18 años cuando los atentados y que tras cumplirse el primer aniversario de la masacre volvió a hacer el recorrido en el tren.
Por último, Raquel Alonso ha destacado que sigue luchando por que se abra un expediente de expulsión para su exmarido, condenado por terrorismo pero que tiene la nacionalidad española, algo que tampoco ha conseguido le sea retirada al igual que la patria potestad que tiene aún sobre sus hijos.