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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Soraya Sáenz de Santamaría o 'la borrachera del poder sin consistencia'

El director de El Español dedica su carta dominical a la vicepresidenta, de la que exige su dimisión por la «catastrófica» gestión de la crisis separatista. Describe a Sánez de Santamaría como «virreina plenipotenciaria para Cataluña», una política «sin convicciones» y protegida por los medios


Pedro J. advierte de que su artículo ‘La virreina está desnuda’ no podría publicarse «en ninguno de los diarios nacionales cuyos presidentes le deben la supervivencia» ni encontrará eco alguno «en las televisiones que llevan años forrándose gracias a su patronazgo».
Soraya Sáenz de Santamaría ha disfrutado, según el director de El Español, de un poder omnímodo durante la ultima década. Un poder que se ha ejecutado sin contemplaciones:
«Cuantos osaban contrarrestarlo, como los llamados miembros del G-8 que invocaban nada menos que la condición de amigos personales de Rajoy, eran implacablemente laminados. Los periodistas serviles, y no digamos los editores traidores que conspiraban para apuñalar a quienes no eran ni lo uno ni lo otro, se arrastraban como alfombras a sus pies. Ninguna parcela de poder quedaba fuera de su alcance, ya se tratara de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos o del Centro Nacional de Inteligencia. Si alguien debía debatir en campaña electoral en sustitución de Rajoy, pese a no ocupar tal rango en el PP, era ella. Quien ordenaba cuándo tocaba proteger y cuándo perseguir a un Bárcenas o un Villarejo era ella. Soraya ha decidido desde las listas de tertulianos que sometía servilmente a su aprobación el Pascual Criado Leal de RTVE, a los nombramientos en los órganos constitucionales. Cómo habrá sido la cosa para que hasta su intrigante jefa de prensa sea hoy un poder fáctico, al que medio Madrid teme tanto como desprecia».

La retirada de la euroorden, «culmen del fracaso político» de Soraya

El último gran error de la vicepresidenta, retirar la orden europea de busca y captura contra Puigdemont, supondría «la culminación del naufragio político al que nos han arrastrado la incompetencia y el despotismo de Soraya Sáenz de Santamaría«.
Para Pedro J. Ramírez, España ha hecho un ridículo internacional al verse obligado el juez Llarena a retirar dicha orden para mantener viva la posibilidad de castigarles algún día. Para ello España ha tenido que renunciar a perseguir fuera de sus fronteras a Puigdemont y los suyos. La renuncia implica, según explica Pedro J., «la libre circulación de movimientos por el mundo entero de quienes, (…), burlaron la acción de la justicia por el simple procedimiento de cruzar sin oposición alguna la frontera«.
Y se pregunta: «¿Cómo es posible que un viernes por la tarde pueda consumarse un golpe de Estado como el que supuso la DUI y el lunes por la mañana, cuando el Fiscal General se disponía a presentar la pertinente querella, los golpistas amanezcan en Bruselas?».
Sin embargo, podría haberse evitado la catástrofe. ¿Cómo? Si Soraya Sáenz de Santamaría hubiera previsto y compartido ese escenario «con los ministros de Justicia e Interior, con la antelación suficiente, o, al menos, hubiera tenido bastantes reflejos para alertarles y movilizarles in extremis». El ex director de El Mundo se pregunta: «¿No lo hizo porque estaba en babia o porque Catalá y Zoido no son lo suficientemente sorayos como para compartir con ellos sus dosieres y sus cuitas?».

El rotundo fracaso de la ‘Operación Diálogo’

«¿Para qué tanto despacho?», pregunta Pedro J. en ‘La virreina está desnuda’. «¿De qué sirvieron tantas idas y venidas, tantos encuentros secretos, tanto mirar para otro lado, tanto buscar intermediarios, tanta confianza en Junqueras y su equipo?».
Juzga el director de El Español de «calamitosa» la gestión de Soraya de la jornada del 1-O, «con sus palos de ciego por doquier, entre la ardiente oscuridad de la falta de información sobre los planes de los golpistas, la ubicación de las urnas o la verdadera disposición de los Mossos». Y desvela que Soraya mantuvo a los ministros ajenos al dispositivo y que a éstos «se les caía la cara de vergüenza al comprobar hasta dónde alcanzaba el destrozo».
Pero es al final del texto donde Pedro J. arremete sin contemplaciones contra la vicepresidenta, que a la hora de la verdad «no tenía plan alguno ni para impedir el choque de trenes ni para afrontarlo, tampoco tenía plan alguno para despejar la vía tras el achatarramiento». Ni siquiera habría sido capaz de poner en marcha una administración autonómica interina: «No tenía un diseño burocrático, ni una hoja de ruta política, ni una estrategia de comunicación. Nada de nada». Consecuencia de esta gestión, Rajoy se vio obligado a «improvisar esta convocatoria electoral exprés, a modo de ocurrencia de última hora».
Pedro J. concluye su durísima carta dominical describiendo a la vicepresidenta como «la borrachera del poder sin consistencia». Y califica su caso como un «ejemplo de cómo se construyen grandes andamiajes sin nada sólido detrás«. La acusa de no tener convicciones y de haber sido vestida por Rajoy con un «aura de capacidad de trabajo y decisión».
 
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