«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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El fin del «constitucionalismo» como una defensa de la nación

Un mes de Noviembre Nacional: el significado de una reacción patriótica

Varios manifestantes durante una manifestación frente a la sede del PSOE en Ferraz. Europa Press

Ha transcurrido casi un mes de concentraciones diarias frente a la sede del PSOE en Ferraz. El fenómeno bautizado como Noviembre Nacional representa un cambio de mentalidad en la derecha sociológica española respecto a la Transición, un cambio que hubiera sido impensable hace pocos años.

Para explicar lo que está pasando, es necesario comparar el Noviembre Nacional con la llamada «España de los balcones» de otoño de 2017.

Entonces se produjo una reacción nacional frente a la insurrección separatista catalana. Era la primera vez que los españoles vestían sus balcones de rojigualdas sin que la selección nacional de fútbol hubiese logrado alguna victoria. Los españoles salieron a las calles, pero lo hicieron en convocatorias organizadas por la sociedad civil como las concentraciones multitudinarias de DENAES (presidida entonces por Santiago Abascal) y Sociedad Civil Catalana, no de manera espontánea.

Estas convocatorias, unidas al discurso del rey Felipe VI, al envío de la Policía Nacional y la Guardia Civil rumbo a Cataluña y a la tenue aplicación del artículo 155, reflejaron un respaldo institucional a la derecha sociológica española, dejándoles claro que España iba a prevalecer y convirtiendo su frustración en esperanza. Todo ello a pesar de que el artículo 155 tan sólo se empleó para celebrar unas elecciones en las que los «constitucionalistas« perdieron.

Para la mayoría de los actores políticos del momento era fundamental que esa ola de reacción nacional se canalizara en los estrechos cauces del patriotismo constitucional, un concepto que compartían los principales actores políticos del momento: PP, Ciudadanos y la sociedad civil afín a ambos partidos.

El patriotismo constitucional no da prioridad a la existencia de una cultura e historia compartidas como elementos fundamentales para la conformación de una Patria, sino que da mayor relevancia a la existencia de unos valores constitucionales y democráticos compartidos. Ser «patriota constitucional» equivale sencillamente a «respetar la ley» y el sentimiento de pertenencia, fruto de formar parte de una Historia común o  de compartir una cosmovisión del mundo, es accesorio. En estos códigos se movía en 2017, la opinión publicada de la España de los Balcones: España es la Constitución y nació en 1978.

Sabiendo lo expuesto, hay que dar un salto a la actualidad. El PSOE se dispone a humillar al Estado ante el separatismo con tal de seguir en el poder. Lo pretende hacer amnistiando a los secesionistas, es decir, reconociendo que no hicieron nada malo. No volverán a sentarse en un banquillo, ni a ir esposados. Y es probable que tampoco vuelvan a producirse alocuciones regias como las del 3 de octubre, aunque sean hoy más necesarias que entonces. Este hecho deja patente que la respuesta del Estado en 2017 no fue consecuencia de la fortaleza de las instituciones, sino de una coyuntura propicia, de una correlación de fuerzas casual.

Desde el momento en que las instituciones del 1978 se demuestran incapaces de salvaguardar su fundamento (la indisolubilidad e indivisibilidad de la Nación española, art. 2 CE), el patriotismo español no puede seguir siendo «constitucional». La defensa del sustrato histórico, étnico, cultural y espiritual de España ya no puede confundirse con la adhesión a textos articulados o a procedimientos legales.

Por todo ello el pueblo español ha vuelto a salir a las calles. A diferencia de 2017, las entidades organizadas de la sociedad civil, como las asociaciones y los partidos políticos, no canalizan más que de manera parcial, el clamor popular. El sujeto protagonista son los patriotas españoles, la vanguardia del pueblo español. Y hay una clara diferencia: esta vez los patriotas saben que están solos y que no pueden confiar en las instituciones. VOX es el único partido que ha respaldado las concentraciones de la España rebelde.

Se asiste así a un divorcio sin precedentes entre las instituciones del Estado (cooptadas por el PSOE y el separatismo) y la nación, encarnada en un pueblo español que se está organizando a través de estructuras informales, como las redes sociales, para expresar su resistencia y formar una comunidad de pertenencia que tiene como principal fin común la defensa de España por encima de cualquier legislación o procedimiento.

Este divorcio se plasma en las noches en Ferraz, en el Noviembre Nacional. Observando el fenómeno vemos claros indicios de que lo que une a todos los que se manifestan allí, son dos elementos:

  • La defensa de la Unidad de España por encima de relatos y leyes.
  • Una crítica, expresada de maneras sutiles y también explícitas, no sólo contra el gobierno, sino también contra los actores políticos e instituciones que, teniendo capacidad de actuar no lo hacen.

Existen varios factores cuyo análisis demuestra la prevalencia de estos dos elementos como elementos de cohesión en las protestas:

  • Las diferencias socio demográficas de los asistentes: En Ferraz encontramos gente de toda extracción social, sexo y edad. Desde jóvenes hasta abuelas que quieren que sus nietos vivan en una España mejor.
  • Las diferencias ideológicas: Son notorias entre los asistentes, pero, por primera vez en décadas, esto no es un impedimento para que todos estén ahí.

Encontramos múltiples formas de entender España, pero a todos los asistentes les duele España. Una forma de visualizar esta pluralidad son las banderas nacionales. Junto al aspa de Borgoña se alternan rojigualdas con el escudo de España, lisas sin escudo y recortadas. Estas últimas tienen su antecedente histórico en las revoluciones contra los regímenes comunistas de Hungría (1956) y Rumanía (1989) y representan, no un rechazo al rey como muchos categorizan de manera simplista. Se trata de algo más profundo: el hueco representa su soledad, el vacío en el que los patriotas se encuentran en la defensa de España, frente a un régimen del 78 que no la defiende.

  • Los canales de acción para protestar y reivindicar España: Se trata de protestas espontáneas y por ello surgen muchas iniciativas que se solapan: al mismo tiempo que una asociación de jóvenes reza un Rosario, otro grupo lleva muñecas hinchables para calificar de “putero” al PSOE. En otra ocasión, se lee un Romancero dedicado al Noviembre Nacional mientras unos tuiteros envían pizzas a los manifestantes en señal de respaldo.
  • La crítica a los abusos de autoridad en defensa de los manifestantes: El 6 de noviembre, miles de manifestantes pacíficos fueron gaseados, entre ellos muchos ancianos.

Esto provocó una condena unánime entre los manifestantes respecto a los mandos políticos que manejan la policía a su antojo con criterios arbitrarios y que ha traído también al recuerdo colectivo los excesos sucedidos durante la pandemia. El pueblo español comprende las fuerzas del orden deben protegerles y garantizar su derecho a manifestarse, no reprimirlos. Esto es una gran novedad frente al cierre de filas que se produjo con las fuerzas del orden en 2017 y pone de manifiesto que las instituciones están fallando.

No se sabe cómo concluirá el Noviembre Nacional y qué símbolos dejará para la posteridad cuando termine. Pero lo que está claro es que muchos españoles que se encontraban en los arrabales de la política institucional parecen haber encontrado una comunidad en la que todas las diferencias se vuelven residuales frente a una idea que transciende: España. ¿Será el Noviembre Nacional un movimiento capaz de, más adelante, proponer diagnósticos y recetas contra los males de España? Son muchos los españoles que esperan que así sea.

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