La cara de Blinken era un poema, hay que verlo. El rostro del secretario de Estado norteamericano recorrió todas las fases de la frustración, la alarma, la desesperación y el cansancio vital oyendo cómo su jefe, el presidente Biden, destrozaba en segundos el acercamiento con China que tan paciente y minuciosamente había preparado durante semanas y meses.
Gavin Newson, gobernador de California y probable sustituto del propio Biden como próximo candidato demócrata a la Presidencia, había puesto de dulce San Francisco para la visita de Xi a la cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Las calles de la ciudad, convertidas en un vertedero y un gigantesco campamento de sintecho y drogadictos gracias a décadas de administración demócrata, habían quedado impolutas y desiertas de mendigos, flanqueadas por banderas rojas.
Hasta la reunión de los dos líderes mundiales se calificó de «muy productiva», para alegría de Blinken y alivio de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, a la que sólo le ha faltado arrodillarse ante el mandatario chino para rogarle que no se ponga a vender bonos del Tesoro americano y hunda la economía.
Todos felices, hasta que respondió el senil Biden a una pregunta de los periodistas. Biden, no hay ya que decirlo, es un peligro si no tiene el pinganillo o el teleprompter para que se ajuste al mensaje; cuando se lanza por su cuenta, hay que echarse a temblar.
«Bueno, miren, es un dictador«, dijo Biden a los periodistas en respuesta a una pregunta cuando le recordaron los comentarios similares que había hecho sobre Xi a principios de este año. «Quiero decir, es un dictador en el sentido de que es un tipo que dirige un país que es comunista y se basa en una forma de gobierno totalmente diferente a la nuestra», aclaró Biden.
Las cámaras se volvieron hacia Blinken y su gesto reflejó verdadero dolor. Después de lo cual los asesores de Biden comenzaron a sacar agresivamente a la prensa de la sala.
El incidente del «dictador» provocó una respuesta furiosa de China, que calificó el comentario de Biden de «extremadamente equivocado». ¿Y aún pretenden que este hombre puede afrontar la presión de una campaña presidencial?
