Entre los irritados por la derrota de Kamala Harris en el bando progre está el actor y activista del Partido Demócrata George Clooney, aunque no tanto por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca como por la manipulación que ha sufrido. Barack Obama le pidió que se uniera a la campaña de chantaje a Joe Biden para que retirara su candidatura a la reelección y desde la noche del 5 de noviembre se siente como un títere al que le han cortado los hilos.
El ridículo que hizo Biden frente a Trump y a los cincuenta millones de votantes en el debate del 27 de junio persuadió a los demócratas y a sus financiadores de que era imprescindible eliminar al presidente candidato. La familia Biden se resistía a que su jefe se retirara, por miedo a perder sus negocios y la impunidad, por lo que los dueños del Partido Demócrata tocaron a rebate. El tiempo se agotaba.
Uno de los más sonoros aldabonazos fue un artículo de George Clooney, publicado 10 de julio en el New York Times, con el título de «Me encanta Joe Biden. Pero necesitamos un nuevo candidato». La deserción de Clooney era llamativa no sólo por su veteranía en el partido («Toda mi vida he sido demócrata; no me disculpo por eso»), sino sobre todo por su condición de gran recaudador de fondos y de voluntades en Hollywood.
Unos pocos días del debate, el 15 de junio, se celebró en Los Angeles un acto de recaudación para la campaña, en el que participaron, junto al presidente y a Obama, los actores Clooney, Julia Roberts y Barbra Streisand. Los asistentes dejaron en las arcas del partido más de 28 millones de dólares, una cantidad por encima de un acto similar en Nueva York en marzo, en el que, por cierto, una de las estrellas fue el expresidente Bill Clinton, conocido usuario de la isla-burdel de Jeffrey Epstein.
Lo que siguió lo sabemos. Biden dio positivo en COVID y, mientras estaba aislado, comunicó por X que se retiraba de la elección. En agosto, la convención demócrata escogió como candidata a su vicepresidenta, Kamala Harris, que no tenía ni un solo delegado. Y la noche del 5 de noviembre se produjo lo que temía Clooney en su artículo de haberse mantenido la candidatura de Biden: «No vamos a ganar en noviembre con este presidente. Además, no ganaremos la Cámara de Representantes y perderemos el Senado».
Unas líneas antes de pedir su defenestración, le había elogiado así: «Me encanta Joe Biden. Como senador. Como vicepresidente y como presidente. Lo considero un amigo y creo en él. Creo en su carácter. Creo en su moral». Ya sabemos que en la política no hay amistades ni alianzas permanentes, pero ¡qué feo! Por eso, numerosos mandamases y votantes del Partido Demócrata atribuyen a Clooney parte de la responsabilidad de la victoria de Trump.
Desde entonces, los rumores señalan un enfriamiento de la relación entre Clooney y Obama, del que se dice que ha tenido un tercer mandato durante el Gobierno de Biden. El presentador de Sky News James Macpherson afirmó que el actor está «furioso» porque Obama le manipuló para su beneficio y, encima, fracasó. «Clooney se queja ahora de que Obama, que en cierto modo le manipuló para que hiciera el trabajo sucio en su nombre, le ha dejado que cargue con la mayor parte de la culpa de la derrota electoral».
Otro de los motivos de ese enfado es la desaparición de Obama. El ex presidente, que dio varios mítines, se limitó a difundir un comunicado, firmado con su mujer, lamentado la derrota y felicitando a Trump.
La fraternidad entre ambos hombres se extiende a sus esposas, unidas en los negocios y la filantropía. Hace un año, Michelle Obama y Amal Clooney, junto con Melinda French Gates, anunciaron que sus fundaciones iban a colaborar para terminar con el matrimonio infantil. Plan que necesita una nueva campaña de recaudación de fondos. Pero ahora que Clooney está enfadado con Obama quién sabe qué pasará. Seguramente George y Amal Clooney no pasarán estas fiestas ni con los Obama ni con los Biden.