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Tras la filtración de la sentencia que tumba el aborto como 'derecho'

El juez Thomas teme el fin de las instituciones en EEUU: ‘Me pregunto qué nos quedará cuando hayan desparecido o se hayan deteriorado’

El juez del Tribunal Supremo estadounidense, Clarence Thomas. Reuters
El juez del Tribunal Supremo estadounidense, Clarence Thomas. Reuters

“Me pregunto cuánto tiempo vamos a seguir teniendo estas instituciones al ritmo que las estamos socavando, y también me pregunto qué nos quedará cuando hayan desparecido o se hayan deteriorado”, ha declarado el juez del Tribunal Supremo estadounidense, Clarence Thomas, a propósito de la reciente filtración de una sentencia que anula la protección constitucional del aborto. “Y no creo que las perspectivas sean buenas si seguimos perdiéndolas”.

Hablando ante una conferencia de negros conservadores, Thomas subrayó la gravedad de una filtración que no solo carecía de precedentes, sino que la prensa progresista -es decir, la abrumadora mayoría de los grandes medios- aplaudió y calificó de “valiente” y que ha llevado a un acoso de los jueces que, pese a ser un delito federal, el gobierno prefiere alentar.

“Cuando pierdes esa confianza, especialmente en la institución en la que estoy, la institución cambia fundamentalmente”, señaló Thomas. “Es como una infidelidad en el sentido de que puedes explicarlo, pero no puedes deshacerlo”.

En Estados Unidos están pasando ‘líneas rojas’ a toda velocidad, haciendo normal lo que se hubiera juzgado imposible en el país hace solo unos pocos años. Conviene recordar que a la filtración, por primera vez en la historia, de una deliberación del Supremo fue seguida por la creación de un ‘ministerio de la Verdad’, una oficina dependiente del Departamento de Seguridad Nacional dedicado a rastrear y reprimir la ‘desinformación’, un orwelliano eufemismo para designar la opinión disidente y garantizar que el poder es la única fuente de verdad.

“Si alguien hubiera predicho que se iba a filtrar una sola frase de una deliberación [del Supremo], la reacción hubiera sido: “Oh, eso es imposible, eso no lo haría nadie jamás”, señaló el juez nominado por George HW Bush, miembro del Supremo desde 1991. “Era tabú, algo inconcebible, inimaginable para cualquiera”.

Ahora, como en el ejemplo de la infidelidad, ya no se puede deshacer y abre un panorama preocupante. Todo ha cambiado, incluso el ambiente de trabajo dentro del tribunal.

Antes, asegura Thomas, las cosas eran muy diferentes. El juez, católico y conservador, recuerda haber trabajado sin problemas con colegas como la ultraliberal Ruth Ginsburg durante casi treinta años. “Quizá éramos una familia disfuncional, pero éramos una familia”.

Después de la filtración, las organizaciones de izquierda publicaron las direcciones de los jueces conservadores, lo que provocó manifestaciones frente a sus hogares, una alta presencia policial y al menos un juez que tuvo que refugiarse en una localización no especificada para garantizar su seguridad personal.

Thomas no tuvo reparos en trazar a este respecto una clara distinción entre progresistas y conservadores a este respecto, señalando que los segundos han aceptado con preocupación pero sin campañas de intimidación cada vez que, como ha sido frecuente en el último medio siglo, una sentencia del Supremo introducía cambios sociales de alcance favorables a la izquierda.

“Nunca se nos ocurrió ir a las casas de los jueces cuando las cosas no salían como deseábamos, no pataleamos. Lo nuestro es actuar siempre de manera civilizada”.

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