Imagine que la Organización Mundial de la Salud, que ha hecho un papel deplorable, rayando en lo genocida, durante la reciente pandemia de COVID-19, declara una próxima pandemia. Y decide encerrar a todos los estadounidenses en sus casas por una (otra) temporada, arruinando su economía, e impone un toque de queda, cierra locales comerciales, obliga a mantener distancia social y mascarillas y, finalmente, fuerza la administración de una «vacuna –buena, mala o regular– a toda la población. En ese caso, la administración no tendría más remedio que obedecer e imponer policialmente esas o cualesquiera otras medidas, si Biden cumple su promesa de firmar un acuerdo con el organismo internacional en el que cede la soberanía sanitaria norteamericana al chiringuito de Tedros Adhanom.
La conservadora Heritage Foundation ha dado la voz de alarma en un titulado «Por qué EEUU debería oponerse al nuevo borrador del Tratado de la Pandemia de la OMS», en el que examina el «borrador cero» del acuerdo, llamado OMS CA+ y publicado el pasado 1 de febrero.
«A pesar de su fracaso durante la COVID-19 y de su complicidad en el encubrimiento de China, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha redactado un nuevo tratado mundial contra la pandemia», señala el informe. «El borrador del tratado se centra en expandir el poder de la OMS, pisotear los derechos de propiedad intelectual y redistribuir ‘equitativamente’ el conocimiento, la tecnología y otros recursos», afirma el artículo.
Los autores reconocen que el tratado hace referencia al mantenimiento de la soberanía nacional sobre las decisiones en última instancia, pero en la práctica contiene secciones que chocan directamente con la Constitución de los Estados Unidos. El tratado insta a las partes a «abordar la información falsa, engañosa o errónea o la desinformación». Esta es una violación flagrante de la libertad de expresión, aunque sea, de hecho, la situación en la que hemos vivido todos, y no solo en Estados Unidos.
Con, por lo demás, pésimas consecuencias. Es decir, no solo se censuraban las opiniones y declaraciones disidentes con respecto a la línea oficial, sino que está ha resultado abrumadoramente falsa en multitud de aspectos cruciales. La última ‘fake news’ oficial en admitirse abiertamente ha sido el origen artificial del virus, una visión anatemizada y censurada durante años. Un informe explosivo en el Wall Street Journal publicado el domingo ya ha provocado la ira de los republicanos del Senado que ahora prometen llegar hasta el final para obtener respuestas reales.
Dan Sullivan, senador republicano por Arkansas, ha demandado «extensas» audiencias públicas sobre los orígenes del COVID-19 en un programa de la cadena NBC, donde denunció los esfuerzos de China por «acallar a la gente» cuando se empezó a cuestionar la versión oficial sobre los orígenes del coronavirus. «Creo que necesitamos una intensa investigación. Espero que nuestros colegas demócratas en el Congreso la apoywn. Sé que los republicanos en la Cámara sin duda lo apoyarán», dijo.
El senador republicano Josh Hawley, asimismo, anunció en Twitter que planea introducir una ley que obligue al Gobierno a desclasificar la inteligencia sobre el brote de COVID-19. El senador de Missouri quiere que toda la inteligencia relevante sobre el tema se haga pública.