Una encuesta reciente realizada por la consultora estadounidense Rasmussen Reports refleja el desplome del presidente Joe Biden en los sondeos presidenciales. Reuters confirma la tendencia afirmando que los índices de aprobación de Biden se situarían en torno al 40% a día de hoy.
La media de las encuestas confirma la tendencia a la baja de Joe Biden; la más baja de ellas, publicada por Premise el pasado 7 de agosto, le concede un escaso 30% de aprobación, su punto más bajo. La evolución en el trascurso de este año previo a las elecciones presidenciales no parece apuntar a una remontada o a una recuperación de los índices de los que disfrutaba al inicio de su mandato.
El 55% de los votantes estadounidenses dicen desaprobar su gestión. Frente a Biden se encuentra el expresidente Donald Trump, que obtendría siete puntos más de respaldo electoral que él.
A pesar de ello, la campaña electoral se encuentra aún lejos en el panorama temporal. Está por ver quiénes serán finalmente los candidatos presidenciales tras la celebración de las correspondientes primarias en tanto el Partido Demócrata como Republicano.
Las primarias del Partido Republicano han generado un mayor suspense en los medios en vista de la amplia lista de contendientes. Donald Trump mantiene la ventaja, con un 43% más que el segundo candidato en las encuestas, Ron DeSantis. Su éxito como gobernador del estado de Florida y las políticas contra la expansión de la ideología woke le han concedido una gran popularidad entre los votantes conservadores estadounidenses, aunque aún le separa una gran diferencia respecto a Trump.
En el Partido Demócrata, Joe Biden mantiene su liderazgo. La reelección ha estado tradicionalmente asegurada para los presidentes demócratas; así ocurrió con figuras como Barack Obama o Bill Clinton. En esta línea, Biden cuenta con una ventaja de un 64% frente a su oponente Robert F. Kennedy según informa FiveThirtyEight, una página de encuestas de la cadena de noticias ABC News.
La sombra de la duda se cierne sobre las facultades de Biden para continuar siendo presidente. El político estadounidense ha protagonizado episodios polémicos en los que experimenta errores y pérdidas de memoria al hablar, así como fuertes tropiezos. Han sido varios los vídeos virales del presidente; destaca entre ellos su último discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso estadounidense en el que confundió el término ucranianos («ukranians» en inglés) por iraníes («iranians» en inglés).
Ronny Jackson, antiguo médico de la Casa Blanca, alertó hace unos meses sobre el estado de salud mental de Joe Biden. Jackson, que atendió a Trump y Obama mientras ejercía como uno de los doctores oficiales de la residencia presidencial, criticó la falta de transparencia del actual doctor oficial Kevin O’ Connor, cuyo informe no recoge un test cognitivo del político que sería muy esclarecedor.
A parte de las dudas sobre su estado de salud mental, Biden se enfrenta a un reto importante: hacer frente al caso en el que se encuentra inmerso por tráfico de influencias su hijo Hunter Biden.
Así lo atestiguó un exsocio de Hunter, Devon Archer, que en declaraciones recientes ante la comisión de investigación le vinculó directamente con los negocios de su hijo. Archer afirmó que Biden asistía a encuentros con socios de su hijo para trasladar un mensaje de marca familiar y así favorecerle. De esta forma, su hijo logró contratos importantes como participar en el consejo de Burisma, una importante empresa energética ucraniana.