Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial que dimitió hace escasos días tras conocerse que utilizó dinero de la organización para pagar masajes en hoteles, vuelve a estar en el centro de la polémica. Extrabajadores han denunciado que durante su etapa como presidente manipuló la clasificación global de los países situando a gobiernos «woke» y pro-Agenda 2030 por encima y fomentando una cultura de trabajo «tóxica».
La cascada de acusaciones emergió tras la difusión de una carta anónima dirigida a la junta directiva del WEF, en la que se detallan supuestos abusos cometidos por Schwab, de 87 años, incluyendo la alteración interesada del «Informe de Competitividad Global». Este informe, que clasifica a los países según su productividad y capacidad de adaptación, habría sido modificado a conveniencia de ciertos gobiernos descontentos con su posición en el ranking afines al globalismo.
Las revelaciones llegaron pocos días después de que Schwab abandonara sorpresivamente su puesto al frente del foro, anticipándose a su retiro originalmente previsto para 2027. Según él, su salida fue precipitada por una campaña de desprestigio que calificó como «asesinato de reputación», negando cualquier comportamiento inapropiado.
Además de las presuntas manipulaciones estadísticas, la misiva también lo acusa de malversación de fondos y de utilizar recursos del foro para fines personales. Se afirma que Schwab y su esposa, Hilde, habrían recurrido a empleados subalternos para retirar grandes sumas en efectivo, facturado viajes privados a nombre del Foro, e incluso utilizado propiedades vinculadas a la institución para eventos sin relación oficial.
La defensa del exlíder del WEF no se hizo esperar. Un portavoz desmintió tajantemente las acusaciones, calificándolas de «calumnias absolutas» y adelantando que se emprenderán acciones legales por difamación contra quienes resulten responsables de la carta. En cuanto a los gastos personales, argumentó que siempre fueron reembolsados debidamente por Schwab.
La polémica también ha salpicado la cultura interna de la organización, con informes que apuntan a años de tolerancia frente a comportamientos inapropiados, como acoso y discriminación. Aunque ya se había iniciado una renovación del liderazgo motivada por auditorías previas, las nuevas acusaciones han obligado a la junta a tomar medidas más drásticas.