Los terroristas utilizaron todas las facilidades que Bruselas había puesto a su alcance para asesinar a 130 personas en el atentado más grave de la historia del país.
730 días de una de las jornadas más negras en la historia reciente del Viejo Continente. 730 noches desde que Europa despertó del sueño multiculturalista en el que dos décadas de políticas buenistas le habían sumido. Los islamistas se sirvieron de todos los medios puestos a su disposición -de forma indirecta, claro está- por las autoridades comunitarias para llevar a cabo un sangriento ataque en el que 130 personas perdieron la vida.
Las imágenes de Bataclan y las terrazas de los bares y restaurantes del Petit Cambodge, el Carillon y el Belle Équipe aún hoy sobrecogen y sirven para ilustrar el retrato que los islamistas habían pintado para el futuro de Europa. Algunos líderes lo habían advertido meses antes, pero la opinión pública no admitió sus argumentos y fueron apartados del ruedo mediático. Desde Hungría, Viktor Orbán alertó de los peligros de la política de puertas abiertas puesta en marcha por la canciller alemana, Angela Merkel, pero sus palabras cayeron en saco roto. Hasta el 13 de noviembre.
Los 130 cadáveres repartidos por las calles de París y la certeza de que los terroristas se habían valido del buenismo europeo para perpetrar la masacre hacían imposible mantener el argumento comunitario integrador utilizado hasta ese momento. Salah Abdeslam, uno de los autores del ataque, estuvo en el barrio de Molenbeek de Bruselas y utilizó la ruta de los refugiados para viajar hasta Siria previo paso por Turquía.
Las autoridades, que hasta ese momento habían negado la existencia de las ‘no-go zones’, tuvieron que rectificar. Las principales cabeceras se llenaron entonces de reportajes sobre lo que ocurría en la capital comunitaria, en varias zonas del Reino Unido y en Alemania.
Los políticos tampoco podían negar ya la fragilidad del espacio Schengen. Los anteriores halagos y alabanzas a la libertad de circulación se convirtieron en pequeñas críticas y, poco después, en un debate en torno al modelo de fronteras que debía imperar en Europa. Este artículo bien podría titularse ‘Los 700 días que cambiaron Europa’, pero sería injusto restar méritos a las políticas aplicadas por Bruselas durante la última década antes del comienzo de la crisis de refugiados. La presión migratoria sobre el Viejo Continente se hizo insoportable hace más de dos años y Merkel decidió abrir las fronteras. El resto es historia: colapso en los puertos griegos, miles de muertos en el Mediterráneo, incidentes en las principales ciudades y la infiltración de decenas de terroristas -un 30% según las estadísticas que maneja la UE- en el flujo de verdaderos refugiados de guerra.
Los atentados cometidos por islamistas -algunos criados en los barrios periféricos de las grandes capitales europeas y otros retornados de Siria e Irak que se aprovecharon de las lindezas del espacio Schengen- han sido la consecuencia más visible de estos dos años, pero no la única.
Más atentados
El entonces presidente francés, François Hollande, desplegó al Ejército y anunció que Francia se incorporaba de manera inminente a la coalición internacional que luchaba contra el ISIS en Siria e Irak. Lo de luchar contra el ISIS es un decir, pues por todos es conocido que el principal objetivo de los países de la entente no era otro que destruir al régimen sirio de Bashar Al Assad para después abordar la guerra contra la organización terrorista.
Hollande también activó el Estado de Emergencia y los militares tomaron las calles. Pero el atentado en el paseo marítimo de Niza o el ataque en el aeropuerto de Orly demostraron las fallas del sistema y, aunque el Gobierno socialista y los medios globalistas fueron raudos en tachar a los terroristas como ‘lobos solitarios’, se demostró la incapacidad para controlar la amenaza islamista.
Emmanuel Macron, que durante la campaña electoral culpó a los franceses de los atentados, aprobó hace unas semanas la nueva ley antiterrorista en Francia. La norma traspone al derecho ordinario medidas excepcionales contra el terrorismo, como el cierre de los centros religiosos en los que se profieran discursos que hagan apología de la violencia y facilitar los registros y controles a sospechosos de terrorismo.
Sin embargo, el peligro sigue muy presente, pues los servicios de seguridad franceses han evitado atentados organizados. Francia teme ahora más la acción de personas aisladas residentes en el país, inspiradas por la ideología mortífera del Estado Islámico, que acciones coordinadas y preparadas en Siria o Irak, como fue el caso de los atentados del 13-N.
En lo que va de año, el país ha sufrido tres víctimas mortales fruto de atentados de carácter yihadista: un policía en los Campos Elíseos el 20 de abril y dos estudiantes en Marsella el 1 de octubre.
Otras nueve personas han resultado heridas en este tipo de actos, mientras que las Fuerzas del Orden han logrado desarticular 13 atentados, según el Ministerio del Interior.
Los terroristas han actuado en lugares emblemáticos: el museo de Louvre en febrero, el aeropuerto de Orly en marzo y la catedral de Notre Dame en junio. Esto supone un golpe de efecto muy negativo para un país que tiene en el turismo una de sus principales actividades económicas.
En todos esos casos fueron personas que actuaron con un arma blanca, a los que se unió el autor del atentado de Levallois-Perret, a las afueras de París, que atropelló a seis soldados con un vehículo a la salida del edificio en el que residían.
El ministro del Interior, Gérard Collomb, indicó en una entrevista publicada por el semanario Le Journal du Dimanche que la amenaza terrorista en el país sigue siendo «muy elevada», pero aseguró que las Fuerzas del Orden cuentan con mejores recursos para combatirla.
Trece sospechosos detenidos
La instrucción de los atentados del 13 de noviembre, que debería estar finalizada «en la primavera de 2019», ha permitido el encarcelamiento hasta ahora de 13 sospechosos, explicó François Molins, que dirige la Fiscalía antiterrorista francesa.
Molins precisó que, de esos 13 detenidos, cinco están encarcelados en Bélgica, uno en Turquía y seis en Francia, incluido Salah Abdeslam, único superviviente del comando que perpetró esos atentados.
El fiscal de París confirmó que Abdeslam ha mantenido silencio en todas sus comparecencias y que será trasladado a Bélgica para ser juzgado en diciembre por su implicación en diversos hechos terroristas, en particular un tiroteo en Bruselas en marzo de 2016, pocos días antes de ser arrestado en esa ciudad.
No quiso dar precisiones sobre las circunstancias de su traslado, que están siendo discutidas entre las autoridades francesas y belgas, sin descartar que durante el proceso vuelva cada noche a la prisión francesa de alta seguridad de Fleury Mérogis, en la región de París, en la que está internado.
Señaló que los investigadores tienen elementos «muy precisos» sobre la logística desplegada por los autores de los ataques del 13 de noviembre y también sobre los viajes de los autores para entrar en Europa. Por el contrario, «hay ciertas zonas de sombra» en cuestiones como las armas utilizadas.
Dijo que la expulsión del Estado Islámico de territorios en Siria e Irak, desde donde se sospecha que se pudieron preparar los ataques, y la captura de miembros de la organización terrorista podrían aportar «claves de lectura» suplementarias.
Alguna publicidad valiente y la ayuda desinteresada de muchos lectores como tú han hecho posible esta noticia. Conoces nuestra línea editorial, a contracorriente de la ideología dominante y desacomplejadamente comprometida con la dignidad humana, la unidad de España y la identidad de Europa. No es fácil ni es barato sostener un medio de comunicación que beba de estos postulados, siempre contra los más poderosos. Por eso te pedimos que nos ayudes con una aportación, que formes parte de nuestro proyecto, que ayudes a que sigamos incordiando al Poder. Puedes hacerlo de varias maneras, infórmate aquí.