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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Bruselas admite la realidad: 'Los terroristas llegan en el flujo de refugiados'

La UE impuso el discurso unitario para todos los países miembros y tachó de xenófobos e insolidarios a aquellos dirigentes europeos que se atrevieron a denunciar la situación. El tiempo les ha dado, desgraciadamente, la razón.

«En el flujo de refugiados se infiltraron decenas de terroristas». Dos años y medio han tenido que pasar para escuchar esta afirmación del Eurojust, la agencia de cooperación judicial de la Unión Europea (UE), que certifica lo que La Gaceta lleva denunciando desde entonces: los yihadistas han convertido la ruta de los Balcanes en su autopista de acceso a Europa.
Un simple vistazo a las imágenes procedentes de los puertos griegos o las fronteras húngaras hacían cuestionarse un asunto delicado que fue obviado por la mayor parte de la prensa: ¿Dónde estaban las mujeres? Hombres y niños formaban parte del flujo y los centros de las principales ciudades europeas se llenaron sin que ninguna autoridad respondiera a esta pregunta.
Michèle Coninsx, presidente del Eurojust, confirmó esta semana lo que era un secretos a voces: «Es una situación alarmante, porque vemos que estos traficantes [de personas] algunas veces financian el terrorismo; estos traficantes están siendo utilizados para garantizar la infiltración de miembros del Estado Islámico (EI)».
La afirmación de Coninsx choca con el discurso mantenido hasta ahora por la canciller alemana, Angela Merkel, que trató de imponer una línea de acción a todos los socios. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, se negó a aceptar las imposiciones de Bruselas y fue tachado de xenófobo por la prensa internacional, pero día a día más países se han unido a su causa e incluso el siempre tibio Mariano Rajoy aseguró en la cumbre del G20 que había que tratar de solucionar los problemas en «sus países de origen».
«Respecto a la infiltración, escuchamos cada vez de forma más regular que hay un riesgo de mezcla entre la inmigración ilegal financiando el terrorismo y que la inmigración ilegal es utilizada por personas para llegar a la UE como ‘durmientes’ o ‘lobos solitarios’ y después llevar a cabo ataques«, sentenció Coninsx.
Lejos quedan los tiempos en los que desde Bruselas se vendían las bondades del espacio Schengen y su capacidad para contener este tipo de situaciones. La ausencia de controles reales en las fronteras permitió que los terroristas cruzaran desde Irak y Siria, con la connivencia de las autoridades turcas en muchos casos, hacia Bruselas, donde se establecieron para organizar, entre otros, los ataques islamistas del 13 de noviembre de 2015 en París.

Minimizar la violencia

Merkel, que ha ido matizando su discurso con el tiempo hasta el punto de admitir las «graves deficiencias de su gestión», eliminó de un plumazo el plan europeo migratorio en 2015. Se puso al frente de una comisión de control, proclamó el ‘Welcome Refugees’ y pronunció la frase que le ha perseguido desde entonces: «Lo conseguiremos».
La orden a autoridades y medios era clara: «No puede haber problemas». Sin embargo, los miles de abusos cometidos por recién llegados la noche de Año Nuevo en Colonia incendiaron a la población. Lo sucedido se intentó ocultar por todos los medios. Poco se conocía al principio de las agresiones sexuales a jóvenes alemanas. Pero hubo algún diario que -contraviniendo las indicaciones de las autoridades- informó finalmente sobre la autoría de los ataques sexuales, en su mayoría perpetrados por inmigrantes.
Lo que en un primer momento se vendió como algo aislado, poco a poco fue adquiriendo una entidad mayor. Según publicó el diario Süddeutsche Zeitung, los casos, que en un principio se contaban por decenas, llegaron a los 1.200. Un informe al que ha tenido acceso este medio recoge que las autoridades reportaron que más de 2.000 hombres estuvieron implicados en agresiones sexuales a 1.200 féminas en la última noche de 2015.
Ya en 2016, Merkel comenzó a rectificar su discurso ‘buenista’ y reconoció la «posibilidad» de que los yihadistas se aprovecharan del flujo migratorio. Le habría bastado con leer La Gaceta para llegar a semejante conclusión. Pero además las palabras de Merkel fueron la continuación de la advertencia del jefe de la Inteligencia del país, Hans Georg Maassen, que reveló entonces que diecisiete terroristas del Estado Islámico habían entrado a Europa como solicitantes de asilo.

La necesidad de mano de obra

Aunque los ataques en París y Bruselas -organizados y perpetrados por terroristas que utilizaron la ruta de los Balcanes para colarse en Europa- dieron la razón a las tesis de Orbán, Merkel puso en marcha el sistema de cuotas para obligar a cada país a acoger a un número determinado de refugiados.
El 02 de diciembre de 2015, este diario hacía público que Salah Abdeslam, cerebro de los atentados de París, había recorrido durante septiembre de ese mismo año la ruta de los refugiados. “Desde su barrio de Molenbeek, cerca de Bruselas, partió hacia Alemania, Austria y Hungría a comienzos de mes y, de nuevo, a finales”, señalaba el informe.
El inicial pretexto humanitario dejó paso entonces a la necesidad económica. Las principales empresas se posicionaron a favor de acoger al mayor número de migrantes posible, sondeando incluso la posibilidad de eliminar el salario mínimo. La ONU, tras unas declaraciones del siempre oportuno George Soros, anunció su plan para España. Este incluía la llegada de doce millones de inmigrantes para combatir el llamado invierno demográfico provocado por el envejecimiento de la población y las nulas políticas en favor de la familia.
El propio Mario Draghi se unía a este argumento ante Mariano Rajoy. El presidente del BCE alertaba sobre la necesidad de trabajadores en el Viejo Continente y dejaba entrever que en el futuro sería necesaria una reducción del salario mínimo. Esta teoría fue también avalada por los empresarios alemanes: «Los refugiados serán un pilar para el próximo milagro económico alemán», aseguraban entonces.
Unos meses después la realidad era muy diferente. Según una encuesta de Reuters, sólo uno de cada 10.000 refugiados estaba trabajando actualmente en el país. En las 30 empresas del DAX que, recuerden, justificaron la llegada masiva de personas al país, sólo 63 refugiados se encontraban dados de alta en la seguridad social.

El yugo mediático

Desde el comienzo de la crisis de refugiados, Canadá se convirtió en uno de los países que más solicitantes de asilo aceptó. Para justificar la acogida masiva, el primer ministro, Justin Trudeau, aseguró que a quienes «huyen del terror y la guerra, Canadá les da la bienvenida, independientemente de su fe».
Tras decenas de episodios violentos y la expulsión del país de varios marroquíes por delitos similares, muchos ciudadanos mostraron su desacuerdo con el primer ministro. Sin embargo, el Ejecutivo canadiense y los principales medios de comunicación tenían un plan para acabar con el problema.
No informar. Así de fácil y de duro. La idea de la cadena CBS, la más seguida e importante del país, ha sido apoyada por numerosos medios de comunicación y pasa por ocultar los delitos cometidos por recién llegados y su nacionalidad «para evitar condenas en función del origen».
Es habitual que los medios de comunicación europeos censuren informaciones negativas acerca de los refugiados. El silencio mediático en torno a los disturbios y la violencia en la ruta de los Balcanes ha provocado un grado de ignorancia importante en la opinión pública, pero La Sexta cruzó un umbral difícil de superar.
La cadena informó en su página web acerca de una violación en Austria. Los hechos tuvieron lugar en el mes de diciembre, cuando un refugiado iraquí agredió sexualmente a un niño de 10 años en una piscina de Viena. El atacante alegó que se trataba de una “emergencia sexual” porque no había tenido relaciones desde hacía mucho tiempo.
El violador, identificado como Amir A., atacó al menor cuando se encontraba dando clases de natación en un centro deportivo. Amir comenzó a hablar con el pequeño y a continuación le forzó alegando que “no entendía sus reiteradas negativas”.
En junio de este año, un tribunal lo declaró culpable de ataque sexual grave y violación de un menor. La sentencia condenaba al refugiado a seis años de prisión y le obligaba a indemnizar a la familia con 4.730 euros. Tras meses de incertidumbre, un tribunal de apelación aceptó finalmente el recurso de la defensa y revocó la condena.
En su noticia, de apenas tres párrafos, La Sexta obvió la nacionalidad y la condición de refugiado del violador y en ningún caso informó de que este tipo de prácticas se habían convertido en tónica habitual desde el comienzo de la crisis de refugiados.
 
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