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CRIMINALIZA AL MUNDO RURAL

El fanatismo climático se convierte en la soga del sector agrario en Europa

Hungría Eurocámara Orbán autocracia
Parlamento Europeo. Europa Press.

La probable reconfiguración de las dependencias energéticas y alimentarias en Europa es una realidad a la que parece nos quieren llevar sin remedio. Dos acontecimientos geopolíticos de envergadura parece que van a acelerar esa reconfiguración, la guerra de Ucrania, y el Pacto Verde Europeo, fruto de la Agenda 2030 y los acuerdos globalistas de emergencia climática

Los acuerdos de libre comercio y la supresión de hecho de la preferencia comunitaria junto a los derechos de aduana, sin suponer ningún crecimiento de la riqueza de las naciones afectadas, ha implicado, entre otras cosas, una masiva pérdida de renta para los agricultores nacionales, una industrialización aún mayor de la agricultura europea y la entrada masiva de productos de países terceros. 

La reducción de las emisiones de CO2 (…) va a ser la excusa para destruir una parte muy importante de la ganadería europea

La estrategia «De la Granja a la mesa» es la materialización del Pacto Verde Europeo en la agricultura comunitaria, apoyado en Bruselas por populares, liberales y socialistas europeos. El cambio climático y el desarrollo sostenible son la excusa perfecta para, por medio de la condicionalidad, la criminalización y la burocracia verde, acelerar y contribuir a la deslocalización de la producción convencional fuera de Europa, el empobrecimiento por falta de rentabilidad y el desguace del sector agrario europeo. Todo ello bajo bonitos objetivos de sostenibilidad y de ecología.

La reducción de las emisiones de CO2, junto a la prohibición de antibióticos, va a ser la excusa para destruir una parte muy importante de la ganadería europea, la reducción de las emisiones de nitrógeno, junto a la prohibición de fitosanitarios, quiere terminar con la agricultura intensiva.

¿Alguien recuerda las gloriosas promesas de crecimiento y sólido desarrollo que precedieron al euro y a otros momentos de renuncia a la soberanía nacional, como fue la desindustrialización? ¿Y dónde han quedado esos millones de puestos de trabajo que nos prometían? Las promesas hacia el compromiso climático, el libre comercio global y la sostenibilidad son muy parecidas.

Jorge Buxade, vicesecretario de Acción Política de Vox y jefe de la Delegación del partido en Bruselas, nos informó, a través de un hilo en redes sociales, la deriva del fanatismo climático en relación con una Resolución del Parlamento Europeo sobre las consecuencias de la sequía, los incendios y otros fenómenos meteorológicos extremos: la intensificación de la labor de la Unión en la lucha contra el cambio climático. VOX fue el único que voto en contra de las conclusiones de esa resolución letal para la agricultura.

En la comunicación de Buxadé se confirmaba que en lugar de corregir el rumbo se pide a la Comisión que traiga un marco europeo de adaptación al cambio climático, ambicioso y jurídicamente vinculante (que arrasará ya definitivamente con la agricultura y ganadería en Europa). Pone bajo sospecha a la agricultura en la gestión del agua, pidiendo «prioridad a la restauración de ecosistemas y la agroecología» (sic) en lugar de exigir apoyo a agricultores y ganaderos sin excepción.

Por supuesto, criminalizan la actividad agraria a pesar de los sacrificios de nuestro sector agrícola intensivo, modelo de éxito, en el altar de los ODS de Naciones Unidas. Insisten en implementar las “estrategias agrícolas” que están hundiendo el Campo. Sumisión plena a la Agenda 2030.

El Gobierno retoma todas las viejas obsesiones de nuestra izquierda prehistórica, añadiendo nuevas vertientes culturales de la revolución social, pero con la excepción de no plantear ninguna reforma agraria en beneficio de la marginalidad social y económica del sector primario.

En la muerte del campo español, el botín no divide, sino que une, íntimamente, a la izquierda ideológica, política y cultural, y a buena parte de la derecha económica. Las negociaciones sobre la Política Agrícola PAC en Bruselas, sobre la agenda climática 2030 y sobre el comercio internacional en la OMC son una muestra clara de la opinión que centro e izquierda comparten e imponen.

La «reforma agraria europea» con la excusa del cambio climático (…) liquida nuestra agricultura e implica riesgos para otros sectores económicos

Unos y otros asumen como dogma que deberá haber un mercado único mundial de productos agropecuarios, que ese mercado deberá estar libre de mecanismos nacionales de protección y que los precios deberán estar libremente fijados por las fuerzas del mercado. La retórica tercermundista, el fanatismo climático y los intereses de las grandes multinacionales del sector se dan la mano. Habrá una división internacional del trabajo, en la que a España en particular y a Europa en general les corresponde anular su sector primario. ¿Será mejor para otros sectores? No es seguro. ¿Será mejor para los consumidores? Es más que dudoso.

La izquierda fanática y los liberales dogmáticos creen que sí, siempre y en todo caso. Sin embargo, esta «reforma agraria europea» con la excusa del cambio climático, no sólo liquida nuestra agricultura, sino que implica riesgos para otros sectores económicos, beneficios especulativos para unos pocos, peligros para todos los ciudadanos y simples migajas para los países (más) pobres.

Al término del proceso que vivimos, con la guerra de Ucrania de por medio, si se desarrolla como prevén los gurúes de la economía y los propios informas técnicos, España habrá perdido la capacidad de producir sus propios alimentos, y el control sobre lo que se come con la excusa climática. La mayor parte del territorio habrá dejado de cultivarse, y perderá en breve la mayor parte de su población activa y casi todo su valor de mercado. ¿Para qué emprender en el mundo rural si el suelo rústico va a dejar de tener uso y precio?

Ahora bien, el modelo izquierdista y progresista se enfrenta a varias paradojas. Una, muy cercana: si desaparecen los mayores gestores del territorio –agricultores y ganaderos— los riesgos ecológicos empiezan a parecer evidentes, a la vista los incendios de este verano. Otra, dolorosa: también hay mayores riesgos sanitarios en producir los alimentos fuera de nuestro control, en condiciones de pura competencia industrial y con todo tipo de experimentos lucrativos. Y esto por no mencionar el peligro real de desertización en zonas mediterráneas y de pérdida de control sobre el territorio, y el menos evidente pero igualmente real de pérdida de identidad comunitaria, porque para bien o para mal hemos sido, desde que salimos de las cavernas, un pueblo de campesinos capaz de obtener por sí mismo sus alimentos.

La vuelta a las soberanías nacionales y al patriotismo (…) es la única salida a la ruina a la que nos abocan los políticos de siempre

Las manifestaciones del sector agrario, como en Holanda, y las palabras de políticos de la derecha europea soberanista, que están triunfando electoralmente en Europa, son la única respuesta a un discurso en el que la demagogia ecologista y el economicismo especulador globalista van de la mano.

La vuelta a las soberanías nacionales y al patriotismo, un verdadero compromiso con los pueblos de Europa y con nuestra soberanía alimentaria, es la única salida a la ruina a la que nos abocan los políticos de siempre y los burócratas de Bruselas. El camino de Hungría, Polonia, Suecia o Italia es el único camino, la vía de los patriotas para salvar Europa

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