Todo sistema electoral está hecho para mantener en el poder a quienes lo elaboran y fuera a los molestos. La doble vuelta que se aplica en Francia para la elección del presidente y, sobre todo, de la Asamblea, es el ejemplo más evidente.
Cuando en junio de 1958 el general Charles de Gaulle llegó al Gobierno mediante un golpe militar y montó la Quinta República, antes de dotar al presidente de la legitimidad de una elección directa por el pueblo (la primera se celebró en 1965), prefirió cambiar el sistema electoral heredado de la Cuarta República.
Éste era muy parecido al vigente en España desde 1978: grandes circunscripciones con varios diputados que se asignaban mediante un escrutinio proporcional en listas cerradas y bloqueadas. Entonces Francia padecía un Parlamento muy fragmentado en el que los comunistas eran la primera minoría desde las elecciones de 1956.
De Gaulle recuperó el sistema de doble vuelta aplicado antes de la Segunda Guerra Mundial. Según éste, en la primera vuelta los ciudadanos elijen a su candidato preferido y, si éste no ha ganado el acta al superar el 50% de la votación, en la segunda vuelta tiene que escoger al candidato menos malo. Y en los años 50 y 60, entre un gaullista y un comunista, los agricultores, los burgueses y los profesionales optaban por el gaullista.
Las consecuencias se comprobaron en las primeras elecciones, celebradas en noviembre de 1958. Los gaullistas montaron un partido propio, aunque sin la odiada palabra de partido en su nombre: Unión por una Nueva República.
El PCF quedó segundo en la primera vuelta; en la segunda mantuvo prácticamente su número de sufragios, pero obtuvo sólo 10 escaños. El UNR gaullista, que quedó por detrás de los comunistas en la primera ronda, absorbió votantes de partidos menores y, mediante pactos con el Centro Nacional de Independientes y Campesinos, se convirtió en la segunda vuelta en el partido más votado y consiguió la primera minoría: 189 diputados. Sus aliados: 132.
En las siguientes elecciones parlamentarias, en 1962, los comunistas superaron los cuatro millones de votos y fueron, otra vez, segundos. Les rebasaron los gaullistas, con 5,8 millones. La segunda vuelta fue un paseo para los partidarios de De Gaulle: 229 diputados en una Asamblea de 482. Los comunistas, con 41 escaños, quedaron por detrás de los socialistas, que con menos votos que ellos en ambas rondas, obtuvieron 65 escaños.
Los partidos dirigen el voto de los electores mediante pactos para la segunda vuelta. A ésta pasan quienes superen un 12,5% de las papeletas. Los centristas y los gaullistas acordaban retirar candidatos y apoyar a otros comunes; los socialistas, preferían no pactar con los comunistas a fin de reducir la importancia de su gran rival.
El PCF fue perdiendo electorado, cansado de que su voto no se tradujese en diputados. Su lugar como principal partido de la izquierda lo tomó el PSF, refundado el PSF; y luego lo superaron los verdes y otros movimientos.
La última vez que el PCF presentó un candidato propio a las elecciones presidenciales fue en 2007. Marie-George Buffet, que no llegó ni al 2% en la primera vuelta. Desde entonces, los comunistas han tenido que integrarse en coaliciones para mantener alguna representación parlamentaria y, con ella, subvenciones y espacio en los medios.
Agrupación Nacional resiste el cerco
Desde 2002, cuando Jean-Marie pasó a la segunda vuelta de las presidenciales, el partido maldito para la clase dirigente francesa, (banqueros, jubilados y enarcas) ha sido el Frente Nacional, luego convertido en Agrupación Nacional. Es contrario a la inmigración y al globalismo; y propone proteccionismo económico y supresión del Pacto Verde.
La diferencia entre AN y el PCF es que éste fue a menos, mientras que la derecha no ha parado de crecer. En estas elecciones, para impedir que se convirtiera en la bancada mayoritaria de la Asamblea, en la segunda vuelta el partido de Macron, Ensemble, y el Nuevo Frente Popular han formado una coalición como las de la vieja derecha. Los defensores del capitalismo y las finanzas unidos con los entusiastas de las nacionalizaciones y los subsidios de por vida.
No, de ninguna manera ha habido pucherazo en Francia, como afirman algunas de las cuentas más tontas de X. Lo ocurrido en Francia el día de San Fermín, santo de origen francés, ha sido un ejemplo de voto estratégico… y de audacia de Emmanuel Macron.
Macron ha conseguido que la izquierda, desde la más suave a la más antisemita, le rescate. Y con un grupo parlamentario de en torno a 150 diputados, con las sumas del PP local, los socialistas y los verdes, podría nombrar a un primer ministro.
La implantación de una doble vuelta en España llevaría a la recuperación del bipartidismo entre PP y PSOE, y probablemente a un Gobierno casi eterno del PSOE, ya que en los distritos catalanes y vascos con candidatos separatistas, como en Guipúzcoa y Lérida, los socialistas votarían a éstos; y en Barcelona y su área metropolitana los separatistas elegirían a diputados socialistas. Por supuesto, VOX quedaría eliminado de las Cortes.