El sistema de recepción de asilados hace aguas por la ausencia de medios para controlar a los miles de extranjeros que llegan al país.
El islamista sirio que fue arrestado la pasada semana por planear un ataque terrorista en Alemania había recibido el estatus de refugiado de manera casi automática, pues no se había sometido a la tradicional entrevista y los procesos de verificación no fueron realizados.
La Oficina Federal de Migración y Refugiados otorgó a Yamen A. el asilo por un total de tres años cuando el adolescente llegó a Alemania en 2015. La agencia, que tiene la obligación de realizar un control exhaustivo, se limitó a plantearle un breve cuestionario escrito.
Según informa el Westfaelische Rundschau, este mismo test fue el mecanismo utilizado para otorgar el asilo a decenas de miles de sirios, iraquíes y eritreos. Tras comprobar su ineficacia para detectar radicales y verdaderos refugiados, Angela Merkel decidió retirarlo y desde entonces es la BAMF el organismo encargado de entrevistar personalmente a cada solicitante de asilo.
Sin embargo, la propia Oficina Federal Alemana para la Migración y los Refugiados ha sido acusada de utilizar el estatus de refugiado como un camino hacia la inmigración, pues las labores de verificación de los conflictos en los países de origen “rara vez se llevan a cabo”.
La BAMF tiene la obligación de revisar la situación de los países de origen de cada refugiado hasta tres años después de la aprobación de su solicitud de asilo. Si la agencia no verifica estos datos, los individuos reciben el permiso de residencia de forma permanente.
Die Welt ha informado de que la BAMF ha revocado el estatus de refugiado de sólo 206 personas, a pesar de que hay 107.000 casos potenciales de revisión en este período de tiempo. En 2016, 1.552 migrantes fueron examinados para este propósito, un dato muy reducido que las autoridades alemanas justifican bajo el paraguas del descontrol en las fronteras de toda Europa.
Armin Schuster, miembro de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller Angela Merkel, criticó a la agencia diciendo que “si la BAMF rara vez verifica si un refugiado todavía necesita protección y le otorgamos un derecho legal a un permiso de residencia ilimitado después de sólo tres años, hacemos que el derecho al asilo se convierta en inmigración estable”.
Un país en el punto de mira
Las autoridades alemanas son incapaces de cuantificar el número de radicales que han cruzado sus fronteras. Desde que Merkel proclamara el ‘Welcome Refugees’ y decretara la política de puertas abiertas, el país teutón se convirtió en el punto final del viaje de centros de migrantes que cruzaban Europa y también en el objetivo de las células yihadistas que se valieron de la ruta de refugiados y la fragilidad del espacio Schengen para penetrar en el Viejo Continente.
Lejos quedan los tiempos en los que desde Bruselas se vendían las bondades de Schengen y su capacidad para contener este tipo de situaciones. La ausencia de controles reales en las fronteras permitió que los terroristas cruzaran desde Irak y Siria, con la connivencia de las autoridades turcas en muchos casos, hacia Bruselas, donde se establecieron para organizar, entre otros, los ataques islamistas del 13 de noviembre de 2015 en París.
Según la fiscalía, Yamen A., motivado por la ideología islamista, habría hecho ya preparativos concretos para atacar con “material altamente explosivo” con el propósito de matar al mayor número de personas posible.
Yihadistas en el flujo de refugiados
“En el flujo de refugiados se infiltraron decenas de terroristas”. Casi tres años han tenido que pasar para escuchar esta afirmación del Eurojust, la agencia de cooperación judicial de la Unión Europea (UE), que certifica lo que La Gaceta lleva denunciando desde entonces: los yihadistas han convertido la ruta de los Balcanes en su autopista de acceso a Europa.
Un simple vistazo a las imágenes procedentes de los puertos griegos o las fronteras húngaras hacía cuestionarse un asunto delicado que fue obviado por la mayor parte de la prensa: ¿Dónde estaban las mujeres? Hombres y niños formaban parte del flujo y los centros de las principales ciudades europeas se llenaron sin que ninguna autoridad respondiera a esta pregunta.
Michèle Coninsx, presidente del Eurojust, confirmó en junio lo que era un secretos a voces: “Es una situación alarmante, porque vemos que estos traficantes [de personas] algunas veces financian el terrorismo; estos traficantes están siendo utilizados para garantizar la infiltración de miembros del Estado Islámico (EI)”.