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El documento de ratificación parlamentaria no ha sido firmado todavía

La entrada de Suecia en la OTAN se retrasa por el cambio de presidente en Hungría

Ulf Kristensson, primer ministro sueco. Europa Press.
Ulf Kristensson, primer ministro sueco. Europa Press.

La elección de Tamás Sulyok, abogado y miembro del Tribunal Constitucional, como nuevo presidente de la República de Hungría ha provocado un nuevo retraso en el ingreso formal de Suecia en la Alianza Atlántica. Tras la dimisión de Katalin Nóvak a mediados de febrero, el jurista fue elegido por la Asamblea Nacional como nuevo jefe de Estado. 

Sin embargo, la coincidencia de fechas —la Cámara aprobó la entrada de Suecia a la OTAN el 26 de febrero, mismo día que votaba la candidatura de Sulyok— ha provocado que el documento de ratificación parlamentaria no ha sido firmado todavía. De hecho, el presidente electo no tomará posesión efectiva del cargo hasta este martes (5 de marzo), por lo que Suecia podría tener que esperar hasta la próxima semana para ver salvado el último escollo del camino iniciado hace casi dos años.

22 meses de los que 19 corresponden a Hungría. Es lo que su Asamblea Nacional ha tardado en aprobar la entrada de Suecia en la OTAN después de que el primer ministro Viktor Orbán presentara los protocolos en julio de 2022, apenas unos meses después del inicio de la guerra en Ucrania. Con 188 votos a favor y 6 en contra, la semana pasada el Parlamento de Hungría dio por fin carpetazo al ingreso de Suecia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte tras meses de exasperación en buena parte de Europa y América del Norte. 

Tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, en mayo Suecia y Finlandia solicitaron unirse a la Alianza Atlántica. Aunque inicialmente los dos países escandinavos aseguraron que entrarían juntos y al mismo tiempo, las reticencias de Turquía primero y de Hungría después respecto al ingreso de Suecia provocaron que, finalmente, su vecino continuara avanzando sólo en los procedimientos. Así, el 4 de abril de 2023, hace casi un año, Finlandia ingresó oficialmente a la OTAN.

Suecia, por su parte, tuvo que hacer frente a la oposición del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quien mantuvo su rechazo durante meses por la negativa de los escandinavos a extraditar a miembros de la organización kurda PKK, considerada un movimiento terrorista en la nación del Asia Menor. En diciembre de 2023, finalmente Erdogan dio su brazo a torcer, aunque hubo que esperar a enero de este año para que su Parlamento aprobara el protocolo de ingreso. Con el frente turco solucionado, el único escollo para Suecia era el veto húngaro.

La presión internacional

Sin embargo, las críticas que políticos suecos dirigieron contra Hungría cuestionando su estado de Derecho y su democracia provocaron cierta apatía entre los legisladores húngaros respecto a la candidatura de Suecia. Durante más de 19 meses, la Asamblea Nacional retrasó la votación. En enero, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, instó a Orbán a convencer a los parlamentarios de Fidesz de votar cuanto antes de forma favorable. Incluso Estados Unidos se personó en la causa y varios miembros destacados del Partido Demócrata exigieron a Biden imponer sanciones a Hungría para forzar al Parlamento a aprobar el ingreso sueco.

Una delegación de senadores estadounidenses viajó a Budapest a mediados de febrero para aumentar la presión de la Alianza sobre Hungría. Pero en medio de un clima internacional adverso, la presión redoblada pareció provocar el efecto inverso. 

Péter Szijjártó, ministro de Asuntos Exteriores, aseguró que su presencia no cambiaría el equilibrio de la balanza: «No merece la pena que los senadores estadounidenses de visita intenten presionar». En lugar de plegarse, miembros del Gobierno y parlamentarios de Fidesz hicieron caso omiso a la visita. «Si vienen con la intención de decirnos cómo vivir o qué decisiones tomar, no se lo recomendaría», añadió Szijjártó, si bien también señaló estar «feliz de darles la bienvenida» para que pudieran comprobar que «todo lo que leen sobre Hungría en los medios de comunicación estadounidenses es simplemente mentira». 

«Varias personas intentaron intervenir desde el exterior en la solución de nuestras disputas, pero esto no ayudó, sino que más bien obstaculizó», aclaró Viktor Orbán en la rueda de prensa del lunes. El primer ministro, que vive desde marzo de 2021 —fecha de su salida del Partido Popular Europeo— una campaña continua de presión internacional, sumó recientemente a su pulso con Bruselas otro con Washington D.C. 

El líder centroeuropeo llegó a denunciar tras los anuncios de una posible sanción estadounidense que «a menudo tengo la sensación de que lo que se persigue en Bruselas con determinadas decisiones no son los intereses europeos, sino los estadounidenses», aunque también aseguró que «la presión estadounidense es cada vez mayor sobre los países en los que Estados Unidos puede ejercer esa presión». 

Y, aunque orgulloso y firme en la defensa de esta pequeña nación que ha adquirido enorme relevancia internacional en los últimos años, Orbán reconoce la realidad y sabe medir sus posibilidades. Pero la lección ya está dada: «Hungría es un país soberano y no tolera que otros dicten sus decisiones, ya sea el contenido o el momento».

Pero parece que el primer ministro tampoco tolera que la oposición imponga su agenda: el pleno extraordinario del pasado 5 de febrero, convocado por la oposición por la vía de urgencia para tratar de aprobar el ingreso de Suecia, fue boicoteado por los parlamentarios de Fidesz, quienes se ausentaron de la Cámara, imposibilitando la votación.

Tras la reunión con Stoltenberg, Orbán invitó a Hungría al primer ministro de Suecia, Ulf Kristersson (Partido Moderado, PPE) para tratar de resolver las dudas y reticencias presentes. La reunión, que, en un principio, fue rechazada por Kristersson —quien defendió postergar la visita hasta después de la ratificación parlamentaria—, sin duda se aceleró ante la inminente celebración del pleno ordinario de la Asamblea del lunes y la constatación de que Orbán no cambiaría de parecer sin ningún gesto. 

El juego de Orbán

Finalmente, el 23 de febrero ambos líderes se reunieron en Budapest y anunciaron un nuevo acuerdo en materia de Defensa: Suecia proporcionará a Hungría cuatro aviones JAS 39 Gripen, de fabricación sueca, y se extenderá el contrato de servicio para sus 14 aparatos Gripen. Además, Saab, firma fabricante de los aviones, abrirá en Hungría un centro de investigación de inteligencia artificial.

Es la forma de proceder de Orbán: mantener el pulso durante el tiempo suficiente para hacerse notar, provocar nerviosismo, exasperar y, después, cosechar beneficios para Hungría. No es de extrañar que, incluso frente a una candidatura de oposición única, Orbán lograra revalidar su cuarto mandato consecutivo en las elecciones de 2022 con más del 54% de los votos emitidos. Nunca un país tan pequeño resultó tan relevante en el foro internacional. 

El juego internacional de Orbán, aunque delicado, ha conseguido para Hungría grandes ventajas y cuantiosos acuerdos que han ayudado a consolidar el «milagro húngaro»: en 14 años —desde el regreso del primer ministro— su PIB ha crecido más de un 69%, y su PIB per cápita, casi un 75%. Tras una caída del 4,5% provocada en 2020 por la pandemia del COVID-19, Hungría cerró 2021 con un crecimiento interanual del PIB de 7,1% y 2022, con uno del 4,6%, mientras que el PIB per cápita aumentó en un 12,2% y un 10%, respectivamente. 

La semana pasada Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, celebró la aprobación del Parlamento de Hungría y aseguró que «la adhesión de Suecia nos hará a todos más fuertes y nos dará mayor seguridad», mientras que el primer ministro escandinavo aseveró que «Suecia está dispuesta a asumir su responsabilidad en materia de seguridad euroatlántica». La ratificación de la Cámara húngara es, sin duda, una victoria para Kristersson de cara a las próximas elecciones europeas. 

Mientras que las encuestas señalan cierto estancamiento del Partido Moderado —afiliado en el Parlamento de la Unión al Partido Popular Europeo— en torno al 18%, el Partido Socialdemócrata Sueco (S&D, socialistas europeos) y los Demócratas Suecos (ECR, Conservadores y Reformistas Europeos) continúan viendo crecer sus apoyos. Si en las elecciones generales de 2022 los socialistas obtuvieron el 31% de los votos, hoy lograrían cinco puntos más. Pero es de esperar que la resolución del capítulo de la OTAN traiga para el Partido Moderado réditos electorales. 

Orbán, por su parte, aseguró que «ser miembro de la OTAN (…) significa que estamos dispuestos a luchar unos por otros, a dar la vida unos por otros», pero que «un acuerdo sobre capacidades militares y de defensa ayuda a reconstruir la confianza». Los nuevos aviones de combate suecos, además, «aumentarán significativamente nuestras capacidades militares y fortalecerán aún más nuestro papel en el extranjero». El primer ministro también recordó el firme apoyo de Suecia a la entrada de Hungría en la Unión Europea en 2004, así como la acogida de refugiados húngaros tras la fallida revolución popular de 1956 contra las tropas soviéticas.

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