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La situación del Gobierno es delicada

La rebelión de los agricultores alemanes contra el Gobierno globalista de Scholz

Miles de trabajadores del sector agrícola y simpatizantes de su causa acudieron a la masiva concentración en Berlín contra el Gobierno de coalición liderado por Olaf Scholz. Los manifestantes, cifrados en unos 30.000 agricultores llegados de toda Alemania —8.500 según la policía—, se han concentrado frente a la Puerta de Brandeburgo, emplazamiento emblemático del centro de la capital. La marcha ha sido la culminación de más de diez días de protestas espontáneas y descentralizadas.

Los agricultores alemanes comenzaron a manifestarse contra el Gobierno de Olaf Scholz (SPD) tras el anuncio del recorte a los subsidios al diésel, combustible esencial para el sector. La reacción inicial de los trabajadores agrícolas logró que el 4 de enero el Ejecutivo diera marcha atrás en la medida y se comprometiera a reducir las ayudas escalonadamente durante los próximos años —hasta 2026—, pero la tormenta ya estaba desatada. La decisión del Gobierno, además, fue considerada «insuficiente» por la mayor parte de los agricultores. Consideran que el cambio no compensa la tendencia mantenida por el Ejecutivo, decidido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y comprometido con la transición energética. Son objetivos que, de una forma u otra, perjudican al campo y a quienes lo trabajan.

Las asociaciones ecologistas han defendido la propuesta del Gobierno y piden que el sector agrícola se reconvierta para ser sostenible. Bruselas busca limitar la emisión de gases de efecto invernadero para 2030 al menos en el 55%. Siguiendo esta directiva, los Gobiernos nacionales han puesto en marcha medidas que han provocado reacciones en contra en los sectores agrícola y ganadero, no sólo en Alemania, sino también en Francia, Países Bajos o Rumanía.

Greenpeace Alemania asegura que un 50% de los ingresos de los agricultores provienen de los subsidios estatales al sector. Los ecologistas defienden que la agricultura debe ser respetuosa con el clima y adaptarse a él y al «incontrolable» cambio climático. Aseguran que es necesaria una «reestructuración» para que el sector sea sostenible y que los agricultores deberían centrarse en productos de alta calidad destinados al consumo en Europa, en lugar de tratar de competir a nivel mundial con países como China o Brasil. En Alemania, la agricultura representa un 1% del PIB nacional.

Los agricultores recuerdan que preferirían no depender de subsidios estatales, pero advierten de que, en caso de salir adelante la medida, muchos trabajadores irán a la quiebra ante el elevado precio de los combustibles, lo que a su vez provocará carestía en el sector de la alimentación y, sobre todo, una mayor dependencia de las importaciones. Señalan, además, que los productos extracomunitarios rara vez cumplen con los estándares fitosanitarios y de calidad que sí se exigen a los productos europeos. En Berlín, los tractores ocuparon la calle del 17 de junio con proclamas como «sin agricultura no hay futuro», «No muerdas la mano que te da de comer», «nuestros agricultores primero» o llamadas a unas nuevas elecciones.

La debilidad del Gobierno en términos electorales ha provocado que los manifestantes exijan la celebración de nuevas elecciones: «No escuchan, dictan regulaciones que nos perjudican a todos». Tras iniciarse las protestas, el ministro de Finanzas y líder del Partido Liberal (FDP), miembro del Gobierno de coalición, Christian Lindner, afeó la movilización y aseguró que los agricultores habían «perdido el rumbo». A pesar de las críticas, la actitud general del Gobierno ha sido dialogante, si bien no se ha contemplado la retirada de los recortes. El presidente, Frank-Walter Steinmeier (SPD), defendió la legitimidad de las manifestaciones, pero aseguró que la falta de diálogo entre los agricultores el Gobierno perjudican a todos.

Los manifestantes bloquean autopistas y carreteras con sus tractores como forma de protesta, provocando dificultades en el tráfico diario y otros inconvenientes: en Emden, en el noroeste de Alemania, la planta automovilística de Volkswagen se vio obligada a detener su producción. Varios agricultores evitaron también que el vicecanciller, Robert Habeck (Los Verdes), desembarcara de un transbordador en el Mar del Norte tras realizar un viaje privado, lo que motivó críticas. Con los ánimos caldeados, el Gobierno ha advertido de que grupos de extrema derecha podrían canalizar las protestas y sacar provecho, si bien el presidente de la Asociación Alemana de Agricultores (DBV), Joachim Rukwied, aseguró que no quieren que estos grupos participen en las concentraciones.

Junto a los agricultores, los transportistas también han exigido al Gobierno un cambio de rumbo: «nuestro sector también está harto». El aumento en los peajes para camiones —que desde diciembre incluye además un recargo por emisiones— ha sido criticado por la Asociación Federal de Transporte (BLG), especialmente porque lo recaudado por los nuevos impuestos debería destinarse a la transición energética, pero siguen faltando estaciones de carga y redes apropiadas. Dirk Engelhardt, portavoz de BLG, exigió al Gobierno una solución rápida, ya que, en caso de movilizarse, un parón de dos o tres días en el sector supondría «el caos absoluto».

Después de que el Tribunal Constitucional rechazara el primer borrador del plan presupuestario para 2024, el Gobierno de coalición se vio obligado a renegociar unos presupuestos más austeros, que llevaron aparejados el anuncio, en plena Navidad, del fin de los subsidios al sector agrícola en vehículos y combustible.

Un Gobierno débil

El tripartido de Olaf Scholz se encuentra en un punto delicado. En las últimas elecciones regionales, los partidos del Gobierno federal de coalición recibieron un duro castigo y el Ejecutivo sigue cosechando impopularidad mientras la CDU y AfD aumentan sus apoyos electorales. Además, la fundación de un nuevo partido de izquierda por la controvertida Sahra Wagenknecht podría restar fuerza a los socialistas y a Los Verdes.

Wagenknecht, conocida por su estilo radical y su crítica a la izquierda moderna por haber abandonado las causas populares, rompió definitivamente con el partido minoritario Die Linke (La Izquierda, 4%) para fundar BSW (Razón y Justicia), una formación que fue rápidamente catalogada como «populista» por sus propuestas contra la inmigración ilegal y la ideología woke.

Alternativa por Alemania (AfD) dio el sorpasso a los socialistas en las encuestas el pasado verano y no ha dejado de subir desde entonces, como tampoco ha dejado de bajar el SPD. Las últimas encuestas colocan a la coalición gobernante en una postura complicada: la CDU/CSU obtendría ahora un 32% de los votos y AfD, un 23%, mientras que la suma del tripartito apenas alcanzaría un 33% (SPD, 15%; Los Verdes, 13%; FDP, 5%). 

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