El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, señaló que sólo hay una forma de detener la inmigración ilegal… y es «no dejarles entrar». «Este es el modelo húngaro y funciona», reivindicó en una entrevista que ha compartido en sus redes sociales en la que abordó también la relación entre el terrorismo y la inmigración, y destacó que su principal preocupación es proteger la seguridad de Hungría y de su pueblo.
Orbán recordó que en el año 2015 su país afirmó que la oleada de inmigración ilegal traería consigo problemas como delincuencia, terrorismo, tensiones políticas y costes económicos importantes, una posición que fue muy criticada por las instituciones europeas y algunos Estados miembros. Una de los líderes europeos que más presionó a Hungría fue la entonces canciller, Ángela Merkel, que insistió en que el país debía acoger inmigrantes ilegales a toda costa. Para el líder de Fidesz la posición húngara ha demostrado ser la acertada con el tiempo, ya que actualmente la mayoría de los países europeos defienden ideas similares a las que Hungría planteó hace ocho años.
Asimismo, Orbán reiteró que el modelo de defensa de su país se basa en un principio fundamental: «Nadie puede entrar si no se le ha dado permiso». Esta estrategia implica la evaluación de las solicitudes de entrada antes de permitir el acceso. Y explicó que su país estableció una barrera fronteriza legal, militar y física para llevar a cabo esta política de fronteras fuertes y firmes, al tiempo que lamentó que la Unión Europea no adopte este enfoque de manera generalizada.
En la entrevista, abordó el enfoque de Occidente —y su responsabilidad— ante la avalancha migratoria y criticó los intentos de algunos países de imponer a Hungría la llegada de inmigrantes y la construcción de campos para ellos en su territorio. Para él cada ser humano tiene un pasado, una cultura y unas creencias, y por ello aboga por respetar el derecho de los húngaros a decidir quién puede ingresar en su país y «qué riesgos están dispuestos a asumir en términos de convivencia».
