«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
SU LUCHA POR UNA AMERICA LIBRE NO CESA

En el adiós a los medios de Carlos Alberto Montaner

El periodista cubano Carlos Alberto Montaner. Europa Press

Fue Carlos Alberto Montaner quien me dio uno de los consejos que hasta ahora han determinado mi vida. Almorzando en su apartamento de Miami, donde entra mucha luz y hay una hermosísima vista hacia el océano, me preguntó que si pensaba regresar a Venezuela. Era otoño del 2018 y le dije que sí. Me disuadió. Montaner me recomendó ir a Colombia, al que consideraba un gran país, y desde el que, pensaba, yo podría seguir escribiendo y hablando sobre Venezuela, pero sin tanto riesgo. Me dio más consejos y todos los tomé a rajatabla. Todos se los agradezco, sobre todo el de que yo no debía regresar a mi país.

No sólo por eso le guardo un inmenso agradecimiento a Carlos Alberto Montaner. Se lo dije en ese almuerzo: él, sin querer, seguro, se había convertido en un maestro para mí. En parte por sus textos y, sobre todo, porque tuvo la generosísima amabilidad de prestarme atención cuando quizá otro no lo hubiera hecho. Montaner es un autor consagrado hoy y lo era en diciembre de 2017, cuando se tomó el tiempo de leer un texto torpe y desordenado que escribí y que, luego de pulirlo a partir de sus comentarios y los de otros grandes maestros, se convirtió en Días de sumisión, mi primer libro.

Yo no soy, ni de lejos, un autor siquiera respetable, pero muchísimo menos lo era en diciembre del 2017. Sin vergüenza alguna me tomé el atrevimiento de enviarle un correo larguísimo, en el que le comentaba que estaba construyendo un libro de ensayos y que me honraría inmensamente su opinión. Ese mismo día, en la noche, Carlos Alberto Montaner me respondió: «Lentamente, leeré el PDF. Estoy sepultado de trabajo».

Su respuesta me impresionó y conmovió. Siquiera me había leído. Una referencia, un autor tan prestigioso y con una obra literaria tan extensa y rica, me contestaba un correo. No tenía ninguna esperanza en que leyera el PDF, que entonces tenía más de 400 páginas. Ya había hecho mucho con leer mi correo y replicarle a otro admirador más, de los tanto que, pensé, le deben escribir a diario. Pero no. Montaner sí se tomó el tiempo y el veinte de febrero del 2018, de la nada, me llegó su correo: «Está muy bien escrito. Cuando termine esta pesadilla —haciendo referencia al chavismo— tendrá que escribir por qué y cómo fue liquidada la tiranía. Es una magnífica historia. Lo felicito».

Yo no lo podía creer. Recuerdo que le contesté con otro email larguísimo y seguramente insoportable, agradeciéndole, por supuesto, que se haya tomado el tiempo y que haya honrado su compromiso. A partir de ese intercambio, hoy, en la contracara de Días de sumisión, hay unas palabras valiosísimas que Montaner me dedicó.

Este pequeño episodio lo atesoro como un privilegio, que seguro Montaner le dio a muchos otros. Porque así es él: generosísimo. Y de su generosidad nos dio muchas palabras, acumuladas en grandes obras que, afortunadamente, se han tallado en el imaginario hispanoamericano para hacerle contrapeso a tanta literatura falsa y manipuladora. Montaner es mucho más que el anti-galeano, en su labor incansable por desmontar los relatos mentirosos de la izquierda buensalvajista. Montaner es un autor propio, con una propuesta propia, que nos extiende el deseo de luchar por la libertad y sus frutos.

Esta semana, en una columna que salió en varios medios, Montaner se despidió de su labor de columnista a propósito de una enfermedad cerebral que ya no le deja ni escribir ni hablar como desearía. En un texto tajante y desapasionado, recorre brevemente su paso por el mundo del periodismo y el columnismo, al que le dice adiós. Al final del artículo, cita su propia intención al concluir su último libro: «Al final de mis memorias, Sin ir más lejos, publicadas por Silvia Matute en Debate, editora también de Penguin-Random House, en español, cité al filósofo Julián Marías por su humilde frase. Hoy lo vuelvo a hacer: ‘Hice lo que pude’».

La ausencia de Montaner en los periódicos donde hasta esta semana salían sus columnas tendrá un peso rotundo. Es un hueco que nadie podrá llenar, pero que al mismo tiempo nos compromete a todos los que andamos en esta labor a intentarlo. A siquiera replicar sus ideas y a recordarlo, siempre.

Sé que vivirá por muchos años más y seguirá extendiendo esa generosidad que en algún momento me extendió a mí. Su lucha por ver a una Cuba libre, que se expandió a una Venezuela, una Nicaragua y un continente, entero, libre, no termina. Montaner mantiene intacta esa lucha en cada conversación, en cada esfuerzo. Aún hace mucho y, lo que puede, es bastante. El mundo ya le debe demasiado y, aunque doloroso, acepta que el gran maestro se tome un descanso de las letras. Hará falta, por supuesto.

Fondo newsletter